ROBERTO BURGOS CANTOR -.
Esta semana, mientras se celebra la Feria del Libro de Quito, estuvo anunciada la inauguración de los carriles nuevos del puente Rumichaca, en el Sur de Aurelio Arturo. Comunica a Ecuador y Colombia. Fue un trabajo de los dos países para ampliar ese paso de frontera, estrecho por el incremento de la circulación.
Se preveía la concurrencia de los devotos de las Lajas, los comerciantes de Ipiales y los campesinos ecologistas de la Cocha. Del allá vendrían los tejedores de Tulcán y los camiones cargados de cacao premiado en los mercados de Europa.
Cortarían cintas los respectivos Presidentes, pronunciarían los discursos previsibles, y las comitivas prestarían caras de circunstancia. Los periódicos tenían los titulares y las advertencias para no recordar detalles desagradables.
Llegó el día y la fotografía de primera página que mostraría como Colombia juega en la asociación del Pacífico pero no abandona al Sur no apareció. Se quería ver al presidente Correa sonriente y sin la mirada de boxeador que quiere cobrar un golpe bajo de su contrincante y busca dónde conectarle un corto, como en la isla de Santo Domingo.
Esa foto fue sustituida por un cuadro minúsculo, en página interior, sin banderitas removiendo el aire frío y limpio de las montañas, ni bandas y coros, ni niños de las escuelas rurales, apenas el presidente de Colombia dando un regalo al presidente de Ecuador: una camisa amarilla del equipo nacional de fútbol. Dijo que como aspiraba a ser reelegido le estaba prohibido inaugurar.
Nadie sabe si faltaba esta situación para entender – si alguna vez entendemos algo – cómo seguimos viviendo entre la molestia del ridículo y la impotencia dolorosa de las tragedias.
Este impedimento de atender una cortesía internacional surge de un engendro que llamamos ley, expedida con inconciencia, sin ningún razonamiento, y cuyo resultado es exhibirse, en el significado popular de mostrarse estrafalario. Así lo utilizó Alejo Durán camino a un festival vallenato.
Dicha ley, denominada de garantías, ¿para quién? surgió ante la determinación de permitir que los presidentes de la República aspiraran a ser reelectos en el período inmediato. Coherente con nuestro extremismo es una ley que paraliza la administración. Para evitar tal catástrofe en algo de por si detenido, obligan a los administradores públicos a repartir el presupuesto con tal presión que el atolondramiento genera fallas, omisiones.
No sería mejor establecer una regla sencilla: si el Presidente o sus funcionarios utilizan sus funciones para influir en las elecciones serán destituidos de plano. Y quien comercie votos será metido al calabozo de plano y perderá la representación el beneficiado.
Este remedo de democracia es tan caro que …
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