ENCARNA MORÍN -.
Mi mamá jamás pudo ir a la escuela ya que desde los seis años cuidaba las cabras en el campo y realizaba otras tareas similares para sobrevivir. No quedaba otra alternativa con una madre muy enferma, que murió a los treinta y seis años y un padre que las había abandonado antes de que ella naciera. Su mejor amiga fue su hermana Fela, pero ella también murió joven.
-"Desde que puse los pies en el suelo y vieron que no me caía, ahí me pusieron a trabajar. Siempre trabajando, ni fiestas, ni domingos, desde los seis años…"-contaba cada vez que tenía ocasión-
Cuando emigramos desde Lanzarote a Gran Canaria, su gran obsesión era que todas sus hijas estudiáramos. Repetía una y otra vez que ese sería su único legado. “Mujeres, no pueden depender de alguien que las mantenga”
Sus primeros trabajos fuera de casa consistieron en tareas de limpieza y planchado para otras familias. Por entonces ocurrió lo de mi tortilla española con papas crudas, y a partir de ahí me anotaba en una libreta como debía hacer la comida en su ausencia, para que no me equivocara en tiempos y cantidades. Siempre cosas sencillas. Recuerdo que mi primera cosa comestible fue un potaje de lentejas.
Un golpe de suerte la llevó a trabajar de ayudante en la cocina del hospital “Nuestra señora del Pino”, el más grande que había por entonces en la ciudad. De ahí la enviaron a las plantas a subir las comidas para los enfermos. En un alarde de arrojo, habló con la jefa de enfermeras y le solicitó trabajo como auxiliar. Tuvo suerte, ya que era una gran observadora y sabía hacer camas, bañar enfermos, tomar temperaturas y sobre todo buscar una palabra de cariño para las personas que se encontraban frágiles de ánimo y salud.
Ese contrato eventual se prorrogó por un tiempo y un buen día, ella y sus compañeras tuvieron que pasar por una prueba que les diera el título que hasta ese momento casi no existía.
El examen práctico lo superó con creces. Nada se le escondía de su profesión, pero el principal escollo estaba en la prueba teórica, especialmente en la de idioma extranjero. Llevaba un diccionario de inglés en la mano pero no sabía una palabra de dicho idioma. Se las arreglaba con la lengua española y las matemáticas porque estuvo realizando estudios primarios por radio Ecca. Pero traducir un texto a la lengua de Shakespeare era algo impensable. No obstante allá fue y se sentó en la inmensa sala custodiada por varios profesores vigilantes.
-Si alguien intenta copiar, le voy a poner inmediatamente fuera de la sala y además se le va a suspender el examen, dijo el joven profesor con tono algo altanero.
Ella, muy decidida levanta la mano y pide la palabra.
-Mire, usted es muy afortunado porque pudo ir a la universidad. Yo jamás pude ir a la escuela porque trabajo desde que era una niña. Agradezca usted a la vida que ha podido obtener su título y sus estudios. Para que eso haya sido así, hay otras personas que no hemos tenido más opciones que aceptar nuestro destino y trabajar sin remedio. Y si señor, no sé una sola palabra de inglés, si puedo copiar el examen lo copiaré porque necesito este trabajo para alimentar a mi familia.
Y dicho esto, se sentó muy digna a encararse con aquel texto ininteligible con un diccionario que apenas sabía manejar.
Pasaron varios minutos y el joven profesor se acercó a ella disimuladamente para preguntarle si tenía alguna duda. Ante la cara consternada de mi madre le pasó disimuladamente un folio con la traducción completa. Ella no daba crédito, y ni siquiera pudo darle las gracias. Pero superó la prueba y obtuvo su título de auxiliar de enfermera.
Se jubiló con sesenta y cinco años, momento fatídico en el que ella misma se diagnosticó la enfermedad de Parkinson. Fue al neurólogo para confirmarlo. Pero durante muchos tiempo siguió disfrutando de sus hijos y sus nietos, llegando incluso a conocer dos bisnietos. Todo ello sin perderse todas las fiestas, excursiones, bailes y viajes a los que pudo asistir mientras su cuerpo le respondió.
No sabía dar muchos abrazos, porque nadie se los pudo dar a ella cuando niña, pero demostraba su cariño haciendo una suculentas y elaboradas comidas donde tenía en cuenta los gustos de cada uno. Mi mejor regalo de esta Navidad ha sido cuando mi hijo me ha confirmado que mis croquetas de atún son clavaditas a las de su abuela.
Hoy descansa en paz. Hay en Argentina una canción de “Los Auténticos Decadentes” que dice:
“Cuando me llegue la muerte viviré por siempre en tu corazón, cuando me busques en tus pensamientos me darás tu aliento y así volveré”.
15 Comentarios
Me encantó, preciosa Eulogia
ResponderEliminarEsa fotografía, posiblemente hecha para su padre ausente, emigrante en Argentina y al que mi abuela siempre esperó hasta su último aliento, fue hecha un día de reyes. el regalo que las dos niños tuvieron fue ese baldito de lata y una naranja dentro. Mi mami es la niña del lazo grande, la que está encima de la silla.
EliminarMuchas gracias Encarna por querer compartir con nosotros partes tan significativas de tu vida. La verdad es que la gente de la época de tu madre, al igual que de la mía, lo pasó realmente mal, pero luego han quedado tan satisfechas de haber sido capaz de engendrar una familia que tantas alegrías les ha proporcionado. Saludos y adelante, no dejes de escribir. Feliz Año. La foto es preciosa.
EliminarJuani.
Precioso...hasta hacerme llorar. Gracias por compartirlo.
EliminarFascinante e inspiradora.
ResponderEliminarEncarna: De una sabia mujer, una hija sabia y luchadora. Todo se hereda. Bien plantada, mirando de frente y con un par de ovarios. Siento la pérdida de una mujer con garra que sembró y recogió amor y resultados. Besos
ResponderEliminarJoaquín Nieto
Preciosa la historia! Y habría que probar esa tortilla de papas... Desde pequeña ya innovando!! ;)
ResponderEliminarCon esa tortilla tuve mi primera lección de que el error forma parte del proceso de aprendizaje. Por supuesto que estaba incomestible, pero nunca más lo olvidé. Abracitos Dácil.
EliminarDesde la ternura hasta el orgullo prestado ( cuando le respondió al profesor) ha navegado por mi espíritu a través de tu relato. Incluso - confieso, no sin un poco de pudor - que alguna pequeña partícula de mar ha rodado dulcemente por mi mejilla derecha.
ResponderEliminar¨ No sabía dar muchos abrazos ¨...sé a qué te refieres. Pero el abrazo del alma estuvo en todo. Incluso en las bellas palabras con que la eternizas.
Un saludo admirado y lleno de afecto, querida Encarna.
Un abrazo de vuelta querido y admirado Edu. Mi madre fue una guerrera de la vida. Las palabras "no puedo" era algo que no cabía en su léxico habitual. Incluso a la hora de despedirse le plantó cara a la muerte, durando mucho más tiempo del que las estadísticas contemplan como razonable. No solo tuvo tres hijas biológicas , además tuvo un hijo adoptivo que la adoptó como madre porque ella se comportó con él como tal. Este hijo le devolvió con creces el cariño y efecto que ella le dio.
EliminarGanándole a la vida, a las circunstancias, con grandeza, aplomo y nobleza. Bella y emotiva historia, mi querida Encarna. Muy bien narrada. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Qué bonito y cuánto he aprendido! Nos has regalado un empujoncito.
ResponderEliminar¡Gracias por compartirlo!. Un abrazo, campeona.
¡Cuánta sabiduría y cuánta ternura en tu madre!
ResponderEliminarNinguna mujer de esta sociedad debe olvidar a todas aquellas que se han sacrificado para que nosotras vivamos en una sociedad más igualitaria y justa.
Gracias a Eulogia y también a ti, Encarna, por continuar y por compartir su legado.
Yasmina Figueroa
Cuando leí el título me vino a la memoria la letra una zamba argentina:LA POMEÑA
ResponderEliminarcon letra de Manuel José Castilla y música de Gustavo Leguizamón.Luego terminé el relato y me ha dejado un sabor a infancia .Tierno como siempre Encarna, Un abrazo.
Dejo la letra y enlace a la zamba :
LA POMEÑA - Zamba
Letra: Manuel José Castilla
Música: Gustavo Leguizamón
Eulogia Tapia en La Poma,
al aire da su ternura,
si pasa sobre la arena
y va pisando la luna.
El trigo que va cortando,
madura por su cintura;
juntando flores de alfalfa,
sus ojos negros se azulan.
El sauce de tu casa
te está llorando,
porque te roban, Eulogia,
carnavaleando.
La cara se le enharina;
la sombra se le enarena.
Cantando y desencantando,
se le entreveran las penas.
Viene en un caballo blanco:
la caja en sus manos tiembla.
Y cuando se hunde, en la noche,
es una dalia morena.
El sauce de tu casa
te está llorando,
porque te roban, Eulogia,
carnavaleando.
pomeño: natural de o relativo a La Poma
La Poma: localidad salteña cuyo nombre deriva de puma y está situada a 3.015 metros de altura
alfalfa: planta papilionácea con racimos florales de color púrpura o lila, utilizada como forraje
Fuente: http://www.folkloredelnorte.com.ar/cancionero/l/lapomenia.htm
muy agradecida de que compartas esto, una madre extraordinaria, valiente y decidida; sin duda de la combinación con tu padre salió una zamorana de tanta fuerza y talento como tú. Esto de poner a una niña desvalida a trabajar a los seis años, solo lo oí de mi madre, quien a esa edad tenía que ponerse un delantalito y servirle a sus tías la comida, cuando apenas alcanzaba a la mesa; luego retiraba los platos, hacienda primero una "cortesía", y entonces le daban un puñado de cacahuetes de los que enviaba mi abuelo desde America (era un vasco exiliado, tras estallar la Guerra Civil, en Chilecito, Salta y Buenos Aires). Luego, al caer la noche sobre su estómago hambriento: el Rosario.
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