ROBERTO BURGOS CANTOR -.
En medio del avivado disparate con el cual la realidad del mundo reta a la razón, un hecho se abre paso, impone su obstinado y esperanzador avance.
Se refiere al punto al cual han llegado las conversaciones del gobierno y las FARC, en La Habana, para acordar el fin del conflicto armado. De lograrse no sólo se derivarán consecuencias económicas y un paso más en el encuentro con una democracia esquiva y la cual se acepta con temor o rechazo, sino que también el proceso de degradación de lo humano, si se quiere en su sentido lato, se detendrá y los colombianos aprenderemos, otra vez¿?, a diferenciar. Lo cantaba Ricardo Rey: Diferenciando. Y la posibilidad de la alegría y la verdad del dolor tendrán un espacio en esta sociedad pervertida por sus ineptos dirigentes.
Hay que celebrar que Colombia adquiera la experiencia de terminar los proyectos comenzados. ¿Cuántas carreteras de trazado cubierto por la maleza, los derrumbes de montañas? ¿Cuántos planes de recuperación del río grande de la Magdalena? ¿ Cuántos metros de salvación de las vías férreas enterradas en Calamar, Mariquita, La Dorada, con sus estaciones habitadas por sombras y el aroma de despedidas y encuentros? Para mencionar este soporte material de las poderosas imaginaciones creadoras que tejen una sociedad y sueñan un país. Concluir se ha fugado de la agenda colombiana. Expertos en el casi nos volvimos maliciosos y aceptadores de los remiendos de última hora. Signados por un elogio que se volvió maldición y ocupó la mente de los abuelos nos sumimos en las derrotas terrenales. Aquel escritor francés, la Francia que desde las lecturas apresuradas de nuestros ilustrados se volvió faro de la libertad y la cultura, hombre que pintó penumbras desobedientes, al comentar una de las Cartas Políticas que confiaron en el poder autónomo de la letra, dijo: Es una Constitución para ángeles.
Y si. Aún se padece la ambición celestial de algunos de los gobernantes criollos o de los aspirantes a tal. Imponer el reino de los cielos en esta compleja desigualdad, corrupción, y persistente exclusión arribista y de impiadosa expropiación a quienes carecen de lo mínimo para respirar. O sea, se les roba la vida.
Es propicio el doble aislamiento de la isla grande del Caribe, y el Caribe mismo, para que, sin dejarse perturbar por la algarabía de gallinas culecas, el gobierno elegido indague salidas, pacte convenios de adelanto y bienestar general, encuentre maneras de saldar una deuda insoluta.
Y las ironías de la historia, ese fetiche: El descendiente de Santos, el que siguió a López Pumarejo, resolverá la ilusión del pasado: La reforma agraria.
Acompasados al reloj del mundo nos corresponderá saber qué vamos a hacer en lo que Juan Polo Valencia cantó, El mundo historial, y nos daremos mañas para enviarle una razón a Emilita.
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