ALBA SABINA PÉREZ -.
Anunciaban un retraso en el aterrizaje por causas metereológicas. El avión rodeaba una y otra vez la silueta de la isla, interrumpida a veces por la densidad blanquigrís de nubes que predecían la tormenta. El niño de la fila de atrás lloraba sin parar y su madre no tenía la paciencia necesaria para calmarlo: estaba más nerviosa que él, aparentemente. Soplaba en una bolsa con celeridad mientras el marido intentaba consolarlos a los dos sin éxito. Las turbulencias se hacían más frecuentes, cuando el avión, de vez en cuando, trataba de descender. Yo escuchaba Eleanor Rigby una y otra vez, y pensaba que en mi caso, ni siquiera tendría la oportunidad de ser lo que ella: un cuerpo que enterrar solitario mientras el cura pronunciara un discurso aprehendido. El niño seguía llorando y la madre, finalmente, vomitaba en la bolsa. En mi canción, el cura recogía el arroz de una boda ya pasada, y mis oídos estaban entumecidos por la presión, mis mandíbulas doloridas y los ojos inyectados en sangre. Miré hacia el fondo y vi a la azafata sollozando. Todo el mundo empezó a gritar. Sentí la tormenta eléctrica más tarde, como si las reacciones de los demás hubiesen sido fruto de un futuro aún no previsto por mi mente maculada por Eleanor y su desdicha. Un nuevo anuncio: debido a las inclemencias del tiempo tendríamos que regresar a la ciudad de origen. El avión se estabilizó y dio la vuelta. Todos aplaudieron. Yo hubiese preferido un entierro solitario que un retorno.
3 Comentarios
Condiciones meteorológicas de las mentes de las personas varía más que el del planeta!
ResponderEliminarMuy buen escrito, saludos :)
Valiosa condensación narrativa. Muchas historias revoloteando, y entre ellas la de una buena canción formando un paralelismo a la desdicha de la protagonista.
ResponderEliminarUn abrazo, Alba Sabina.
Muchas gracias a los dos. La mente siempre está sujeta a grandes cambios, en instantes y en condiciones imprevisibles. Y a veces, lo más difícil, es regresar al estado inicial. Un saludo amigos.
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