Y
pensar que llegó a la isla Chiquitita buscando una paz interior que en ese
momento no tenía. Le costó un poco integrarse entre aquella gente algo recelosa. No querían que nada perturbara su calma y miraban a los extraños con
cierta desconfianza. Hasta que cayeron en la cuenta de que eran potenciales
turistas y aportaban dinero, lo cual terminó a la larga siendo una forma de
vida menos complicada que la pesca.
Una
pequeña reserva de la biosfera en medio del océano Atlántico que se recorría en
apenas dos horas, parecía el soñado Edén de más de uno. Veintisiete kilómetros
cuadrados y quinientas personas. El paisaje lo constituían los islotes del
entorno, las gaviotas que sobrevolaban el cielo, los acantilados de la isla
vecina que tanto bajaron y subieron las bisabuelas
con las cestas de pescado a la cabeza, que cambiaban por cereales, papas, y
otros productos de la tierra para poder completar su dieta rica en productos
del mar.
Y
ahora su rutina diaria terminaba en aquella playa. A la espera de que llegara
el barco de pasajeros si alguien quería salir de allí. Más de una vez algún experto intentó hacer aquella ruta a nado, pero la corriente era muy brava.
Cada
mañana llegaban los turistas, y a las cuatro o cinco de la tarde se marchaban, después de haber hecho algunas fotos, pasear por la playa y comer en
alguno de los restaurantes de la isla.
Más
tarde o más temprano recalaban en su tienda de suvenires. Solían comprar alguna de las preciadas piezas
de artesanía que ella adquiría a las ancianas del pueblo, cuyas primorosas manos
producían bordados, rosetas, sombreros.... con esto, más la venta de algunos
refrescos, helados y chucherías, alcanzaba para vivir más o menos holgadamente
y hasta para enviar a los chicos a
estudiar fuera. Su
esposo se encargaba de alquilar las bicicletas a aquellos que turistas a los que les gustaba llegar a los rincones
más lejanos. Lo de poner una docena de bicis fue una buena idea.
Hacía
tiempo que cada uno llevaba por separado su soledad. Pero compartían los hijos,
la casa, el trabajo… tantas cosas que ni recordaban como fue que pudieron
adaptarse a este islote grande, después de vivir en pleno continente. Pero
juntos llegaron y juntos resolvieron quedarse.
Hablaban
lo justo, aunque no quedaba otra que hablar de algo o morirse de asco. Luego
estaba la gente del pueblo, que también hablaba y mucho. No había
acontecimiento grande o chico que no pasara por la boca del vecindario, que al
tiempo que comentaba, terminaba añadiendo algo de su propia cosecha, novelando
hasta límites insospechados.
Cuando en invierno hizo un largo viaje hasta Buenos Aires para
ver a su familia. Su marido quedaba a cargo del negocio, que por esta época del
año aflojaba un poco.
A
la vuelta sintió en su espalda las miradas. Luego estaban las preguntas indiscretas
de las vecinas. Y las puyas en forma de dardos envenenados. Que si a los
hombres no se les debe dejar solos, que si ándate con cuidado Sonia, que la que
parece tu amiga es la primera que te traiciona… una indirecta tras otra, que en
ese momento ella no fue capaz de hilvanar.
Y
seguía sintiendo un extraño malestar indefinido, lo último que cabía en su
cabeza era que Raul la engañara con otra. Era el hombre más de fiar del mundo.
Y menos en la isla Chiquitita, donde
todo el mundo se conocía y nadie respiraba sin que lo supiera el vecino.
Pero
las imprevista salidas en barco, con motivo de ir a buscar mercancías para
la tienda o repuestos para las bicicletas, eran cada vez más seguidas. Por eso
fue que Sonia decidió vigilarle. Revisaba los movimientos de su tarjeta y la
factura del teléfono a la búsqueda de algún indicio.
Una
y otra vez se arrimaba a él por la noche, para encontrarle siempre profundamente
dormido. Este desprecio le dolía, tanto, que comenzó a tomar sedantes.
Era
un domingo tranquilo, él planchó su camisa vaquera y salió sin dar
explicaciones. La ventaja de vivir en un sitio tan escueto, es que solo hay dos
o tres posibles lugares a donde ir en mitad de la noche. Así que Sonia se
levantó de la cama y se dirigió a la discoteca. Les vio salir por separado y
abrazarse en la oscuridad. Esperó, muy inquieta y enfadada, pero no
hizo nada en ese momento, él se fue para casa y ella volvió a entrar en el local.
Sonia
se dirigió hacia ella enfurecida, la zarandeó, le dijo:
-¡Me
has traicionado, no te lo puedo perdonar, si yo creía que eras mi amiga!
–gritaba tan iracunda que la otra le propuso salir de allí y hablar fuera, al
tiempo que negaba una y otra vez.
Ya
en la calle, se lanzó sobre su melena
pelirroja y tiró de ella con fuerza, al tiempo que seguía con sus improperios.
Alguien acertó a verlas y por fin Sonia soltó a su presa y salió disparada para
casa a encararse con el marido, quien
ante la evidencia de los hechos terminó por aceptar que sí, que quería a la pelirrojita, que era una mujer interesante y
que llevaba mucho tiempo manteniendo este amor oculto, pero ahora ya no había
que fingir más.
-No quiero que vos sufras, por eso he intentado que no lo supieras. Yo
también te quiero a ti. Por los chicos, lo mejor que podemos hacer es llevar
esto de una forma civilizada -dicho esto se volvió hacia su lado de la cama y
quedó profundamente dormido-
Sonia,
que seguía portando entre sus dedos algunos de los rojos cabellos de su
contrincante, no pegó un ojo. Toda la noche dado vueltas a su cabeza. El
bochorno que sentía por haber sido la comidilla del pueblo le subía la ira de
forma paulatina. Aquella noche tomó una decisión, y al día siguiente fue
noticia de portada de todos los periódicos locales.
“La agresión se produjo
este lunes por la tarde, cerca de la Iglesia. La víctima, de 40 años, fue
operada de urgencias en el Hospital Doctor Marcial Betancor. Una
de las puñaladas, la más grave, le alcanzó el pulmón, otra el estómago,
mientras que el resto tenían un carácter más superficial. La
mujer tuvo que ser operada de urgencia y, aunque su estado es grave, se
encuentra fuera de peligro. La agresora, que fue detenida inmediatamente, se encuentra ingresada en el mismo hospital, debido las lesiones que accidentalmente se produjo en su mano con el cuchillo que portaba.
Fuentes cercanas a ambas
mujeres aseguran que los motivos de la pelea podría tener un origen pasional.”
Fotografía: Kristhóval Tacoronte.
2 Comentarios
A los hombres les cuenta mucho terminar una relación generalmente especulan hasta que es demasiado tarde y todo termina peor que si hubiesen animado salirse de la rutina de la vida familiar. Que si los hijos, que si la que queda sufre.. todas excusas para no afrontar el cambio.
ResponderEliminarBuen relato Encarna!
Un tema universal. Muy bien narrado.
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