Dura realidad

ROBERTO BURGOS CANTOR -.

Una inclinación a la justicia, a la vanidad, o a la esperanza, llevan al escritor de ficciones a participar, desde el generoso refugio de su esquina en un periódico, a referirse a los temas que por su interés colectivo, el sufrimiento que producen, lo absurdo de su permanencia, el escándalo con el cual golpean la conciencia, terminan por tejer ese vértigo que llaman la actualidad.

Si algo distingue esas líneas, las del escritor, de las del periodista, será que por lo general implican una visión del mundo. Es decir, el hecho, más allá de su acontecer inmediato. Y un deseo manifiesto de comprender desde la perspectiva de lo humano como un revuelto de dignidad, miseria, nobleza, orgullo, compasión, dolor, violencia y capacidad de redención.

Evitará entonces la proclividad a opinar de todo con el fondo de autoritarismo de quien opina. Advertía León de Greiff : ¡Oh! las intonsas gentes, siempre dando opiniones.

Las complicidades del escritor con su inevitable impulso de contar, el contador de cuentos del escritor chino Mo Yan, lo obligará a resolver las tensiones de la escritura y con ello la preservación del lenguaje, tan maltratado en estos tiempos en que casi a nadie le importa comunicarse. Encerrados en una rumia de locos idiotas nos aferramos a nuestra cantaleta.

Hoy estamos nadando en grandes temas generales, muchas veces vacíos. La paz. La guerra. El cese al fuego. La impunidad. El castigo. La ley. La justicia. Las víctimas. El equilibrio de poderes. La historia. La corrupción.

Inmersos en el berenjenal dejamos de mirar el esfuerzo cotidiano de sobrevivir en sociedad. Los asuntos de apariencia sencilla que hacen la desgracia o el contento del ciudadano.

Realizaciones de la civilización como los servicios públicos, el derecho a pensión, la salud, el trabajo no alcanzan eficiencia y con el paso de los años se vuelven un infierno anticipado.

Muchos de los servicios que con el pretexto de que la administración pública no sabía regentarlos se feriaron a los particulares, no muestran aún su calidad. No sólo aquí. Los análisis de los ferrocarriles en el Reino Unido en manos privadas muestran el desastre de pasar de la filosofía del servicio público al delirio del lucro particular. Entre ellos el servicio de gas domiciliario. Cambiados los viejos cilindros y bidones por una red nacional, surgió como alternativa menos costosa, frente al peligro de las cocinas de gasolina y la escasez de energía eléctrica.

Instalado en casas las visitas ordenaban cambios onerosos, los mismos que dispusieron tubos, válvulas, estufas, calentadores. Las proporciones de la arbitrariedad urgieron una ley. ¡Otra santa ley!

¿A usted ciudadano, le han suspendido el servicio por olvido del pago?

Feliz vía crucis.

Ni escribir de las rayas dobles en las flamantes carreteras. O las velocidades caprichosas. O el teléfono.

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