El Botín (Entrevista en Diario de Noticias, 13. 9. 15.)

Miguel Sánchez-Ostiz, en su cubículo, rodeado de un maremágnum de libros, barcos, recuerdos de sus viajes y mil enseres y detalles, cada uno con su propia historia. (IBAN AGUINAGA)
Entrevista publicada en el Diario de Noticias, de Navarra, y otros periódicos del Grupo Noticias.

“Dejaron a miles de familias en la miseria, que es una forma de sometimiento y domino absoluto”.- Desde el pasado lunes, las librerías atesoran en sus estanterías un ‘Botín’ doliente y dolido, un ejercicio literario de investigación ante el que solo cabe rendirse a la evidencia.- Historia quizá no viva pero sí rusiente con la que todos debiéramos quemarnos

Fernando Fernández Garayoa | Iban Aguinaga – Domingo, 13 de Septiembre de 2015 


Pamplona- Miguel Sánchez-Ostiz se ofrece amable, como siempre, por mucho que digan, pero extenuado. El Botín, continuación de su Escarmiento, ambos editados por Pamiela, le ha dejado agotado y con el corazón encogido. Lo que sigue a continuación no es una entrevista al uso, con preguntas y respuestas, más bien es una entrega de pies de foto (que como sucede con la realidad, en muchas ocasiones no son objetivos al ojo humano sino simples retratos de lo acontecido) ante los que el autor vacía las pocas entrañas que han sobrevivido, dejando a veces a un lado, que no atrás, la profusión de datos sobre lo acontecido entre 1936 y 1937. En resumen, no queda sino quitarse la indecorosa camiseta de Spiderman (cerciórese el lector de la ironía) y postrarla a modo de reconocimiento ante el escritor navarro por excelencia.

“Esto es irrepetible, y de esto, como digo al final del libro, no voy a escribir más… Entre El Escarmiento, El Botín y La sombra del Escarmiento llevo ya un montón de años con esto… y tengo otras cosas que escribir, proyectos pendientes y se me ha echado la edad encima, voy a cumplir 65 años uno de estos días… El tiempo apura y he notado con este último libro que las fuerzas para escribir ya no son las mismas que cuando tenía 50 o 40 años… Tengo pendientes todos los libros bolivianos, un par de ensayos, el dietario de este año, que no sé que título tendrá. Y respecto al tema que ocupa El Botín y El Escarmiento, hay mucho más para escribir, pero otros lo van a hacer mejor. Cada capítulo de este último libro podría ser una novela aparte, como por ejemplo las actividades de Julián Troncoso en la frontera, los servicios secretos que montaron… Cada personaje, cada historia, tiene una novela propia, pero no llegas a todo. Lo único que he conseguido con este libro es dibujar el clima de espanto que reinaba en aquellos meses. Y otra cosa que me llamó mucho la atención: la propaganda. Los alzaos conquistaron la realidad a base de imponer una doctrina, utilizaron los medios de comunicación como un vehículo de consignas diarias, que además había que escuchar en la calle en silencio, ya que había altavoces en la plaza del Castillo o en la calle Zapatería, en todos los sitios donde hubiera gente… Y había que escucharlas en silencio y tragar, y fue algo que duró décadas. Hay una versión oficial que se traga, como en cualquier país totalitario, que decía que no había fusilamientos, no había atropellos, los moros eran unas bellísimas personas… O tragar con las burlas criminales de Queipo de Llano sobre lo que sucedió en la Desbandá, en la carretera de Málaga a Almería, en la que estuvo el director del ‘Diario de Navarra’, Garcilaso, quien tuvo que ver los efectos de los bombardeos de la Marina y la Aviación sobre la población civil que huía. Y sin embargo, lees lo artículos que escribió, y allí no había pasado nada… De la misma forma que son clamorosas las noticias de prensa sobre el bombardeo de Gernika, pero claro, para la gente de Pamplona… la verdad es lo que decía El Pensamiento Navarro, el Diario de Navarra y el Arriba. Y eso se transmite durante años, y se pudre… Todavía creo que habrá muchísima gente que ha heredado esa versión. Y eso sí que es un botín, la escritura de la historia; desde el principio, ¡eh1, desde el principio”.

Empecemos por algo sencillo, ¿qué es El Botín: novela, fabulación, crónica, denuncia, un acto de liberación, de justicia…?

-Formalmente es una mezcla entre novela, con lo que tiene de fabulación, crónica y ensayo. Es un libro, como decían hace algunos años, híbrido… Y prefiero no decirlo yo, porque igual me abuchean, pero si lo dice otro, le aplauden; esto funciona mucho según la fama que tengas. Eso, por un lado. Pero, por otro, yo me daría por satisfecho si esto contribuyera en algo a ese empeño verdadero de justicia y reparación. Más allá de eso no puedo ir… Es un asunto del que has oído hablar toda tu vida, desde crío; al menos los de mi generación. Era un tema eterno: la guerra, la guerra, la guerra….

Da miedo leer, como sucede en sus páginas, que alguien que ha buceado a conciencia en todo esto diga que, a día de hoy, todavía no entiende lo que sucedió…

-Es muy complejo lo que pasó y excede el ámbito de una entrevista y de resumirlo a bote pronto… Fue un golpe perfectamente organizado en el que una clase social intenta volver a poner las cosas que había alterado la República en su sitio. En todos los órdenes: en el educacional, en el papel que tenía la Iglesia en la sociedad, en la propiedad de la tierra, en un modelo de Estado distinto y en algo de lo que el general Mola habla en sus escritos, que se citan poco y son muy importantes, en los que apuntaba que había que sacar los uniformes del baúl y recuperar el prestigio social que el Ejército había perdido desde la guerra de Cuba. Llevaban 36 años con un desgaste de imagen muy importante entre la pérdida del Imperio y los desastres de la guerra de África, con militares procesados… Es una conjunción de factores. De hecho, hay que ver, por ejemplo en Andalucía, la represión feroz que ejercen los terratenientes porque se les había subido a las barbas el pueblo; y aquí en Navarra, en la Ribera, creo que también fue eso lo que pasó. Fue un golpe de estado. Y cuando dicen lo de las venganzas, es curioso, porque nunca se explica bien… Yo creo que venganzas sí hubo, pero cuando lo dicen parece que fue entre aldeanos, que si me has pisado la linde, que si la gallina… No, no, venganza sí hubo y fue una venganza de clase, y eso no se explica. Y entre esa conjunción de factores también están los internacionales, como la intervención militar alemana, que fue anterior al 18 de julio. Tres días después de llegar Mola a Pamplona, el 17 o 18 de marzo del 36, se entrevista en Bera con un agente de la inteligencia alemana. Y ese agente está en Pamplona, en Capitanía, la noche del 18 al 19 de julio. Y eso no lo cuento yo, no me lo invento, eso lo cuenta el secretario del general Mola, el señor Maíz… que cuenta muchas cosas que han pasado inadvertidas.

A estas alturas, cuando “uno ya va para viejo”, ¿el miedo no existe a la hora de poner en negro sobre blanco nombres, cifras, hechos concretos…?

-Son cosas que son públicas. Yo me he basado sobre todo en noticias de periódico y en los papeles de la Junta de Guerra Carlista. Pero, en realidad, los nombres de los que intervinieron en aquello llevan circulando 50 años y son de dominio público en Pamplona y en Navarra… No es una cuestión de ajustes de cuentas: aquello pasó y tuvo unos protagonistas. Ya es que sería el colmo que no pudieras escribir esto…

Apunta en el libro que quizá lo debiera haber cerrado con los nombres de los 3.000 asesinados al final de la guerra… En cualquier caso, lo que sí deja en evidencia El Botín es que, además de los asesinados y torturados, hubo una represión económica que fue tan dura o más, además de masiva y perfectamente planificada y ejecutada.

-Y con cobertura legal, desde el principio, que esa es otra de las cosas que se olvidan, todo el aparato legal que se organizó desde el primer día. Fueron cubriendo todas sus fechorías con leyes, con decretos… Que es lo mismo que está haciendo Rajoy y el actual Gobierno, cubrir todas sus fechorías con leyes, por eso cualquier cambio político en el país costaría, como mínimo, un año de actividad parlamentaria para desmontar todo el aparato legal de esta gente. El lastre político que tiene el cambio es pavoroso porque han dejado un terreno minado. La idea del botín de guerra se tuvo desde el primer momento, porque ya desde la toma de Irún robaron como descosidos, ahí están los testimonios. Lo que digo al final es que les daba igual, robaron gallinas y robaron barcos; entre los pollos del corral y las flotas de los nacionalistas, ahí entraba todo. Y luego, otra cosa, dejaron a miles de familias en la indigencia, en la miseria, que es una forma de sometimiento y de dominio absoluto, porque estás a merced del que te limosnee… Ahí es donde hay un terreno enorme para investigar: ¿a dónde fueron a parar las viudas y las hijas de los asesinados, o de la gente que padeció penas de cárcel larguísimas? ¿Cómo sobrevivieron? Pues en unas condiciones extremadamente duras… La Guerra Civil está muy contada en sus operaciones militares concretas, de las que se puede llegar a saber cuántos cartuchos se dispararon, las tácticas o los movimientos políticos… Y eso no es que me importe un carajo, pero me importa más lo que padeció la gente en su pueblo, los que se soportaron eso, esa pequeña historia… que ya no está sin contar porque en los últimos años se ha dado una avalancha de pequeños escarmientos, o de libros como El Botín, por toda España. En los pueblos y pueblitos han salido personas a contarlo, y eso es muy importante porque se ha creado un corpus de información de lo sucedido que excede en mucho a cualquier proyecto que pudiera haber, hace 30 o 40 años, del relato de la guerra. Y esos relatos están saliendo continuamente, y no con pocas dificultades, porque no es lo mismo escribir esto en la ciudad que en el pueblo, ni escribir esto desde Manhattan que en el sitio donde se fraguó el crimen. Esa gente que vive en pueblos pequeños, de convivencia obligada, que se han dedicado a investigar y a poner por escrito lo que pasó, hasta donde han podido, tienen un mérito enorme. De esta forma estamos asistiendo revelaciones e historias pavorosas, inauditas… Otra de las cosas que no aguanto es eso de que “barbaridades cometieron todos”. No es lo mismo una represión organizada, no es lo mismo que en frío tú organices unas listas de represaliados, de personas a las que ejecutar, que una violencia de reacción. ¡No es lo mismo! Y cuando se ha hablado de matanzas por parte del bando republicano, que sí, las hubo, no se ha dicho por qué fueron, porque en muchos casos estuvieron precedidas de bombardeos criminales contra la población civil. Y eso no se ha contado. Y no soy yo el que lo dice, lo dice Preston, y como lo dice Preston, a misa, yo solo lo cito. Hay una violencia de reacción y una violencia premeditada, y para mí no es lo mismo.

A la hora de investigar, de realizar ese trabajo de campo tan ingrato como necesario, en el libro agradece el trato de los trabajadores del Archivo municipal, no tanto los del Gobierno, pero también echa en falta documentos escondidos como los diarios de Garcilaso o los del Conde de Rodezno, por no hablar de la quema de archivos que hizo en el 77 Martín Villa.

-A los diarios no pude acceder porque cuando estaba trabajando en esto estaban en manos particulares… En la biblioteca Azcona había unos diarios mecanografiados del Conde de Rodezno, porque los vi, me acuerdo hasta cómo eran. Y si la biblioteca de Azcona estaba inventariada, en aquel inventario de hace 20 años más o menos, estaban esos libros, tendrán que estar ahora en el Archivo o en Diputación, a donde haya ido a parar la biblioteca, que fue declarada bien de interés cultural con un inventario oficial que estaba en Príncipe de Viana y que yo llegué a consultar. Queda todavía en manos privadas documentación de la guerra, y quedan lagunas… ¿Dónde está el archivo de Falange? La Guardia Civil no abre los archivos. El de los militares está muy disperso. Martín Villa debió quemar… En Barcelona también se quemó mucho. Y lo que había aquí se quemó, destruyó o ¿no? No lo sé. Nadie sabe dónde están esos archivos. Y a dónde fueron a parar los otros archivos de los carlistas. Porque en el Archivo están los papeles de la Junta de Guerra Carlista, muy diezmados, porque ahí metió mano todo Dios durante años, pero, por ejemplo, en un documento que cito en el libro, Martínez Berasain le ofrece al gobernador militar las fichas policiales de los carlistas, porque en Pamplona había dos cosas: por un lado la Junta de Guerra Carlista y luego la Policía Carlista, que estaba en la plaza del Castillo. Ahí funcionaban una serie de personajes, como Santesteban el santero, que manejaban los requetés y tenían fichas y listas de gente, pero no se sabe a dónde fue a parar toda esa documentación. En este sentido, el clima de aquella época era de una arbitrariedad absoluta. Por lo mismo acababas en la cuneta, en Echauri o en Aranguren, que acababas con un pasaporte en Francia. Y luego, por ejemplo, hay un episodio que cuento que es vergonzoso, que les retrata perfectamente. Lo del casino… Que en las oficinas de la Junta de Guerra Carlista cuando todos se iban a casa, por la noche montaban un casino clandestino… ¡Eso no pasa ni en una película de Berlanga, cojones! Y eso pasó. Y además generó papeleo porque mandaron a Santesteban a investigar, y a éste, al principio, le preocupaba la pasta, pero, realmente, lo que le importaba era si allí se blasfemaba…

Cainitas. Cainitas. Repite sin cesar en varias partes del libro. ¿Algo inherente a la condición humana o tiene especial incidencia entre los navarros? Basta como ejemplo una cita de Rafael García Serrano que reproduce: “¡Viva San Fermín, que son fiestas, pero mañana nos matamos!”.

-García Serrano escribía muy bien pero como decía un amigo, creía que el Mauser era un animal doméstico. En Pamplona nos conocemos todos pero el cainismo es generalizado, tú dale a uno la oportunidad de matar, en un clima como ese, y mata. Ya lo dijo un cura: “Mucho sol, mucho vino y mucho odio. Una mezcla explosiva”. Pero luego llegó el invierno y siguieron matando. A mí me preocupa más la gente que se sintió imbuida de poder para ejercer una justicia en nombre de Dios. ¿A quiénes utilizaron? Están por un lado los que provocaron esto y por otro los que llevaron a cabo la represión más elemental. Y luego está el tema de las denuncias, que es delirante, fueron cientos. ¡Pero si hasta el gobernador militar estaba harto de lo que pasaba! Y lo dice dos o tres veces, en escritos oficiales, que a ver qué pasa con los liberados, que caen en manos de los carlistas y desaparecen. Y eso aparece en documentos que están en el archivo, no me lo invento. Aunque ahora se pasan la pelota unos a otros, que si fueron unos, que si fueron otros, que si no fue nadie…

Los nombres. Salen los nombres de los cabecillas, como el Chato de Berbinzana, pero no quienes le acompañaban. Y, además, estos cabecillas se echaron a la espalda el escarmiento mientras otros arrasaban con el botín.

-Así es, porque el Chato de Berbinzana iba en cuadrilla. Pero el botín se lo echaron todos, porque los de abajo, cuando entraban en una casa de represaliados tuvieron la mano muy larga. A gente de la Ribera les quitaron la casa entera, no les dejaron ni un mueble. Yo he conocido testimonios directos, de una hija que le pregunta a su madre: “¿Es aparador no es el nuestro? Y la madre, una señora de 80 años, responde: “No, hija, es muy parecido”. La gente ha vivido con unos dramas dentro pavorosos, y prácticamente se le ha obligado a que olvide, a que no cuente, a que perdone… Pero casi más a que olvide que a perdonar, a que todo esto es pasado y hay que pasar página, y a que no se puede vivir en el pasado… Una serie de mandangas que nos han dejado un presente muy comprometido. Esa es otra. En realidad, todo este trabajo es aquello visto desde el presente: yo no puedo ponerme a hacer una novela histórica o un relato frío de lo sucedido. Yo escribo desde el presente y lo hago con unos sentimientos concretos, y desde luego no voy a blasonar de objetividad. Eso puede ser el proyecto de un historiador, puede ser, pero no el de un novelista o un cronista.

El escarmiento, el botín, pero una tercera pata, ¿sería el silencio?

-Sí, por eso yo creo que produjo tanto miedo el sumario de Garzón. Que era bastante delirante, no por el propósito sino por la magnitud del trabajo que se proponía, el de hacer una causa general en la que, por fuerza, iban a aparecer nombres a mansalva e iban a tener que abrir hasta el último archivo, y el último papel iba a terminar en el sumario, con o sin secreto. Aquello hubiese sido una llave para abrir muchas puertas. Fuera con Garzón o con el que sea, me es igual. Era el proyecto. Durante años, el silencio respecto a esta historia menor ha sido enorme. ¿Quién le quería escuchar a la hermana de Maravillas Lamberto? ¿Quién quería escuchar a Jimeno Jurío cuando escribía en Punto y hora de Euskal Herria? Noooo, eso es cosa de los separatistas, de los de la ETA. Hay un montón de episodios importantes de lo sucedido que ya estaban escritos en los años 70, años en los que, por ejemplo, se abrieron las fosas de Monreal. Y me acuerdo de ello por algo que está medio relatado aquí, el juicio que provocó en gente de derechas. “Ya vienen los rojos, que quieren ahorcarnos con cuerdas de piano”, decían… Y nos acordamos también de la ley de Amnistía; que no lo digo yo, lo dice Lidia Falcón, y como lo dice Lidia Falcón va a misa, pero la ley de Amnistía fue un timo. Nos la vendieron como una ley de reconciliación nacional que iba a permitir que todos los rojos salieran a la calle, ¡y una mierda! Lo que hizo fue impedir que se pudieran pedir responsabilidades por todo lo sucedido. En el año 78, muchísimos de los responsables de las fechorías estaban vivos. Hay una cosa que leí de Lezáun, el cura, al que despreciaban como el rojo, en el prólogo que hizo del libro de Marino Ayerra, el cura de Alsasua: decía que no se puede reparar el daño causado, que hay un daño que es irreparable. Es decir, que a quien ha padecido ese daño no se lo puedes reparar ni con dinero ni con diplomas… Le puedes dar unas relativas satisfacciones pero la reparación no es satisfacción. Los hijos o los nietos de las víctimas pueden sentir cierta satisfacción porque se ha reconocido el crimen, pero eso no les repara. “Eso no les devuelve ni al padre ni a la abuela”, decía Lezáun. Y no estamos hablando de seguros de automóviles, a tanto el brazo, a tanto a la pierna o que te den unas perras, eso no desvanece el dolor que se ha causado, lo que se ha sufrido. Por eso creo que los relatos tampoco reparan nada.

Llegamos al papel de la Iglesia, un rodillo de typex gigante, que borró, tapó, perdonó e hizo oídos y ojos sordos…

-Ese es otro archivo, ya me gustaría a mí saber qué fue a parar de todo esto al Arzobispado, dentro del sigilo sacerdotal y todo eso… ¿Qué denuncias hizo llegar al Arzobispado el clero navarro de todo lo que estaba pasando en los pueblos? ¿Qué conocimiento tenía el Obispado de lo que estaban haciendo otros curas? Ahí estamos atrapados, ¿a quién creer? En este sentido han aflorado muchos testimonios de la participación de curas en la represión, y a mí no me satisface el “no más sangre” del obispo Olaechea, porque siguió habiendo sangre, sacas y atrocidades. El papel del obispo Sebastián, con aquella carta que mando al Parlamento, pidiendo que retiraran dos párrafos de la declaración institucional, no había por dónde cogerlo. Es decir, quería que el Parlamento exculpara a la Iglesia de su participación en esto, participación que, según lo que he podido leer, está clara, con documentos accesibles, testimonios y libros publicados. Que dicen que no, bueno, cada uno creerá… Aquí cada uno cree a los suyos, en todo, no solo en el tema de los curas. Ya le puedes refrotar a alguien documentos que están en el archivo que si él quiere creer lo contrario, seguirá creyendo lo contrario. Y a quien ha leído que el bombardeo de Gernika no fue cosa de los alemanes sino que le pegó fuego Aguirre, no dejará de creerlo por mucho que los pilotos alemanes hayan escrito sus memorias.

¿Podemos decir que una buena parte de la economía navarra, o bien de los regidoresde la misma, está cimentada en el botín de la posguerra?

Como dicen en Baztan, no te diré. No lo sé. Lo que sí sé es que hubo empresarios que salieron bien de la guerra. Lo que sí se nota es que los terratenientes siguieron con sus propiedades y que esa clase social dirigente y económica salió muy reforzada de la guerra, y se creo una especie de alta sociedad económica en Pamplona que ha durado hasta los años 70, asentada incluso por matrimonios. Y luego hubo gente que recibió prevendas de suministros, que se hicieron ricos e intervinieron desde puestos políticos, a dedo, en urbanismo, por ejemplo. Eran los vencedores…

Apunta que UPN son “herederos directos de los vencedores de la guerra, actuando en su memoria hasta comprobar que eso les quitaba votos”… Algo que toman como un insulto, y lo ratifica citando a un Esparza…

-Es que está más claro que el agua, ahí están las hemerotecas. ¡Es que se han creído que somos cretinos! ¿Por qué se han negado a condenar el franquismo? ¿Por qué se han negado a sumarse a declaraciones a favor de las víctimas y en contra del régimen que las propició? Hasta que, al final, claro, han visto que quedaban mal, porque aquí de lo que se trata es de quedar…

Por lo visto, el pasado depende de los años… Me explico, la guerra y la posguerra pertenecen al pasado, y no hay que tocarlas, pero las víctimas de ETA, con todos los respetos, no son pasado…

-(silencio) A unas les puedes sacar votos, y a otras no. Y después hay otra cosa, si no aplaudes y condenas el terrorismo, como yo, estás a favor de los otros… Mira, no, lo que sucede es que contigo no cojo ni la villavesa… Si no condenas del terrorismo como yo digo, estás a favor de ETA y en contra de las víctimas… Son palabras y frases que están absolutamente envenenadas, parece que eres un cómplice del crimen, no se trata de eso… Es muy difícil, desde hace tiempo, que tengamos una verdadera conciliación social. Yo lo he visto en una ciudad pequeña como ésta, donde incluso eso de García Serrano, de los Sanfermines del 36, también pasó a mejor vida… Cuando la gente se retira el saludo por la calle o pasan a los malos modos entre conocidos es que la convivencia ha quedado muy dañada. En los últimos años, a todos nos han quedado pocas ganas de saludarnos, me parece, no lo sé, como no he estado en Sanfermines, no lo sé. Porque aquí hay gente que con tal de estar en tendido de sombra entre iguales es capaz de cualquier cosa.

¿El Botín era, o pretende ser, la medicina que le cure del pasado, y del presente, aunque esté cansado de ambos?

-No lo sé… Igual lo tenía que haber escrito antes, con más fuerza, más ganas… La escritura no te cura de nada, es un bálsamo del tigre, que sirve para pasar el coscorrón de la vida, pero el coscorrón está debajo.

“Con este libro he ganado la libertad de elegir mi camino”, como si antes estuviera atado, ¿por qué?

-Porque para mí ha sido quitarme un peso de encima terminarlo, me estaba costando mucho acabarlo. No es ninguna broma escribir un libro como este, no es una novela policíaca, ¡carajo! Esto duele. Tú estás aquí manejando dolores reales, no cosas inventadas, detrás de las noticias de prensa hay vidas machacadas, reales, y eso lo cambia todo. Y a mí esto me ha afectado mucho, mucho.

Por lo menos, tras leer El Botín, como le sucede al autor, ya nadie podrá decir que no sabe lo que sucedió en la Vuelta del Castillo, en la calle Aralar o en el paseo de Ronda…

-A mí, desde crío, me sobrecogía la vuelta del Castillo, sabíamos lo que había pasado ahí. Lo de la calle Aralar, que es muy solitaria, tuvo que ser un espanto, ese trozo entre los Salesianos y los Escolapios; uno era la cárcel de los requetés y el otro la cárcel de los falangistas, al menos durante los meses que duraron las milicias. Y abajo, la perrera, fue donde torturaron a Javier Ciga; ahí hubo actuaciones de policías que venían de fuera a torturar, bueno, a interrogar… Estaba detrás de la plaza de toros, en el edificio donde estaban los bomberos y tumbó la Barcina; eso fue la perrera en tiempos. Eso era un centro de detención e interrogatorio policial. Mientras que donde está el Gardens había unos chalés preciosos de falangistas…

Volviendo al presente, se ve más odio entre los vencederos que entre los vencidos, en los que nunca encuentras ese sentimiento, solo reclaman justicia, sacar a la luz a sus muertos.

-Te creo, te creo… El comienzo de El Escarmiento es muy importante en este sentido, con esa entrevista entre Iribarren y Arteche, cuando Iribarren le dice a Arteche que le envidia por publicar un libro, “no como yo, que no puedo hacerlo”. Y no puede hacerlo porque viven los hijos y los nietos, y los tienen como dioses… y eso dura. Es un abuso porque los hijos y los nietos no tienen que pagar por lo que hicieron sus padres o sus abuelos, siempre y cuando no se dediquen a defender las mismas ideas y con el mismo entusiasmo.

Parece que no hay cura, que, como dice, “siempre vamos a estar del lado de los que no saben”.

-Es que a mí me sacan de mis casillas los que saben, siempre hay uno que es el que tiene que dar lecciones, el que guarda el secreto, con lo cual tú eres un cretino oficial porque no sabes nada y los que dices no vale nada porque yo sí se aunque no diga nada. Estos son los que dicen “si yo escribiera”… No perdón, que estamos en Navarra, si yo escribiría (risas). Si sabías tanto, si visteis tanto, ¿por qué no los escribisteis? Por ejemplo, dónde está el libro de Iribarren; probablemente lo tengan sus herederos… Decía Pérez Ollo que estaba en una caja fuerte con una cláusula de 25 años, y si lo dijo Pérez Ollo… Y esas son las verdaderas memorias de Iribarren como secretario de Mola.

¿Se critica a sí mismo Sánchez-Ostiz en este libro?

-Con cierta autocrítica me refiero a cuando escribí cosas sobre escritores falangistas, poniendo de relieve sus valores literarios, pasando por encima de otras cosas. Pero uno madura, y las ideas tarden en venir… y a mí me costó mucho escribir, ¡joder!, Y llegar a la conclusión de que la prosa está para escribir ideas, cuesta, no está solo para hacer bonito. En este sentido hay una leve autocrítica, no voy a ir de mozorro en la procesión (risas).

las claves

viaje al horror

“Yo me daría por satisfecho si este libro contribuyera en algo a ese empeño verdadero de justicia y reparación”

“Desde el primer día cubrieron todas sus fechorías con leyes, que es lo mismo que está haciendo ahora Rajoy y el actual Gobierno”

Cronología

El libro discurre cronológicamente entre septiembre de 1936 y junio de 1937, con epicentro en Navarra pero alcanzando también ciudades como Bilbao o Donostia, donde culmina. Un recorrido por el expolio de la posguerra con nombres y apellidos, datos y pueblos concretos.

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