MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ -.
Gamberrada cierto, cierto, o autocrítica feroz, que también, del caminante solitario, mano a mano entre el flâneur famoso y el flambeur, en el rumbo mañanero de Aizkolegi, que igual están (ambos) cansados de lidiar con ellos mismos puestos en escena, con Blaise Pascal o sin él. Me pregunto si ahora mismo las anotaciones diarias de Facebook y la aportación de imágenes no sustituyen con ventaja una escritura que de privada no tiene ni la más ligera intención. Diario volátil el mío, quedó dicho, efímero también, que por milagro encuentra unos lectores que no me gustaría se sintieran engañados.
Creo que detrás de un diario/dietario tiene que haber un proyecto de vida, una vida a secas que merezca la pena, un combate, no sé, con uno mismo, con el medio, por mucha farfolla literaria o novelesca que le eches encima. Ahora mismo solo leo con gusto lo que escribe en la Red el escritor chileno Jorge Muzam o las crónicas de vida del boliviano Claudio Ferrufino-Coqueugniot, en los que veo esa tensión de la que hablo y ese entusiamo por la vida y la literatura sin dengues agónicos. Leí con entusiasmo a Torrente Ballester, en sus Cuadernos de la Romana, y a Claude Roy, y también a Umbral, cuando hablaba de sí mismo porque uno de los obejtivos más claros de su obra fue la construcción de un yo literario, de un yo a secas. Diarios o dietarios o lo que gusten llamarles, que me da igual, porque no como de ese prurito entomológico, que cito a la carrera, sin detenerme aquí en más detalles porque lo hago en las páginas finales de Con rumbo a no sé donde que mañana, con el solsticio, terminaré.
Publicado originalmente en el blog del autor: Vivir de buena gana, 20/12/2015
https://vivirdebuenagana.wordpress.com/
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