ROBERTO BURGOS CANTOR -.
Cuando fui a estudiar a Bogotá, la capital era todavía uno de los poblamientos de la colonia que sumaba a su estructura de templos, casas de virreyes, plazas, un ordenamiento modesto, el agregado de unos barrios cuyo modelo se alejaba de la austeridad hispánica abandonada del sueño árabe.
Todavía los amaneceres eran recorridos por el aroma de los hornos de pan y las noches de niebla y frío soltaban el olor a aguardiente y cerveza tibia de las tabernas de periodistas de turno y maleantes tranquilos que escogían canciones en las rocolas.
Poco a poco, los cafés de suicidios, las casas de hospedaje eran competidas por hoteles, restaurantes de extranjeros, galerías de arte, librerías y cines de películas libérrimas. Cuatro librerías de extranjeros y una sociedad a la cual arribaban al atardecer los poetas y los radicales.
Siempre, ahora en peligro, los cerros y su luz de esplendor a las cinco de la tarde.
Una de las edificaciones del progreso era el edificio de Avianca, en plena calle Real y frente a dos iglesias antiguas.
Allí, entre sus cimientos y vigas, iluminados por velas, asistí a la primera lectura de poesía. María Mercedes Carranza y Juan Gustavo Cobo Borda leían sus poemas. En la penumbra movible de las llamas el rostro de María Mercedes decía la crítica desolada de un mundo del cual apenas pisaba sus escalones. Juan Gustavo mostraba la cara que no ha perdido: quizás el descreimiento, la distancia de la ironía, la irreverencia.
Los años y su corrosión inevitable en los seres y las ilusiones hacían su oficio de lobas enamoradas. Juan Gustavo tomó el sendero difícil, dura tradición latinoamericana, de auto formarse. No quiso ser doctor, ni político, este otro doctor en retoricismos, en palabras que no se entienden, y se convertían en votos por la fe en el letrado.
A sus empeños en rescatar un territorio escurridizo, del cual tal vez veníamos y no veníamos, le debemos, en unión de Santiago Mutis, el poner a flote galeones de una tradición que Juan ya calificó. Revistas. Baldomero. Téllez. Cote Lamus. Gaitán Durán. Osorio. Delgado. Obregón. Volkening. Medina. Mutis.
Y no cejó en sus poemas que ahondaban el enfrentamiento con un país de mentiras. Mutis destaca la ironía.
En la tradición de los poetas como críticos, Juan Gustavo ha escrito ensayos sobre la poesía latinoamericana, sobre los novelistas, como el análisis que llamó A la búsqueda de García Márquez.
Lo anterior se me impone, al leer sus poemas recientes: Doctor Kafka. Ahora Cobo Borda abandona la ironía, arte difícil, que muchos leedores confunden con el chiste, y toca un fondo doloroso. El animal acorralado / que pierde peso y escupe sangre.
La segunda parte del libro no es gratuita. Versos que rellenan. En Doctor Kafka establecen un fecundo puente. Apenas: Las ciudades / no serán las mismas/ cuando regreses.
Resignación y aprendizaje.
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