Noticias, de ayer


PABLO CINGOLANI -.

Cazuza hubiera cumplido 58 años. Había nacido el 4 de abril de 1958. No me acuerdo cuando nació, no estuve ahí cuando María Lucia lo trajo a la vida. Pero si me acuerdo, y me acuerdo bien, cuando falleció, cuando partió de este planeta, víctima del SIDA.

Era 1990, empezábamos una nueva década y el panorama era cada vez más acuciante y sombrío.

La caída del muro de Berlín, la invasión a Panamá, la guerra del golfo, la disolución de la URSS, marcaron esos años de quiebres y encrucijadas que, no sabíamos, estaban desolando y acabando con el mundo tal cual era.

Ese mundo, llamémoslo el viejo mundo, era un mundo que conocíamos y amábamos lo suficiente, más allá de sus injusticias.

Ese mundo, esos años, se quebró con violencia y se hundió en la noche de la historia para ser reemplazado, en un parto impensado, por este otro mundo en el que vivimos ahora, llamémoslo –para no complicarnos- el nuevo mundo.

De ese nuevo mundo, casi tres décadas después, seguimos ajenos.

A ese nuevo mundo, seguimos desconociéndolo y por eso mismo, nos cuesta tanto quererlo. Hablo por mí. Ojalá hablé también por otros.

La muerte de Cazuza, a su modo, también nos reveló esto: esa reacción neo conservadora, aplastante y brutal, que venía del norte, llegaba acompañada de un castigo mayor.

El SIDA era eso: el fin de la fiesta, la abolición de la alegría, el cese del desenfreno. El SIDA era el punto final moral de ese nuestro viejo mundo, y era algo químico y artificioso –como casi todo lo que el capitalismo inventó para desarraigarnos, estos tiempos que corren.

El mensaje era una solo y era para todos: muchachos, muchachas, basta de sexo, drogas y rocanrol, basta de joda, basta de rebeldía, basta de guerrillas, basta de hippies, basta de ideas raras, de pelo largo, basta de emborracharse y bailar en las calles, basta de libertad. Vayan a trabajar: eso es lo único que queremos de ustedes.

Cuando Cazuza sabía que moriría, cuando sintió que el final se aproximaba y era irreversible, se encerró en un estudio a grabar una canción tras otra, un blues tras otro, un desgarro seguido de otro desgarro, música y más música, poesía y más poesía. El disco lo tituló Burguesía y habla, aúlla, grita, sobre y contra esto que voy contando. Que yo sepa, nunca más se grabó un disco así.


Pablo Cingolani
La Plata, 4 de Abril de 2016

Imagen: Cazuza

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