
Estaba arruinado. Los patrones, por conmiseración, le permitían trabajar cuatro horas diarias. No le alcanzaba el dinero. Contaba nueve hijos y cincuenta años.
Dos veces por semana iba al médico, a recibir masajes eléctricos en los músculos, para "reconstruirlos". Sé de ese dolor constante en la columna, en varios puntos, como si los huesos estuvieran rotos.
Amigo Houston, no hay ya ron para tomar los dos, detrás de los galpones, huyendo un segundo del trabajo, en el frío amanecer.
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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 24/12/1991, y en el blog del autor LE COQ EN FER, 18/08/2016.
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