Por la paz: todo

ROBERTO BURGOS CANTOR -.

Colombia quiso la paz. Foto: Cubadebate
Un desajuste sin diagnóstico debe de estar ocurriendo en la vida de algunos colombianos.

Como tal desbalance afecta el juicio, ciertas nociones éticas, y el sentido de la ponderación y la sindéresis, hay que ubicarlo en el espacio de la vida. No basta con situarlo en los reductos precisos de las ideas políticas, de la fe religiosa, de la moral media, del interés económico, de la envidia, el odio, la ceguera intelectual. Es algo peor y de una dimensión espiritual grave que determina la forma de vida.

No de otra manera se puede entender la obcecada torpeza con la cual personas que recibieron dignidades por elección, por nombramiento, o contratos, de la nación o sus aparatos públicos, asuman debates públicos fundamentales para el país y su porvenir, para la erradicación de los lastres de un pasado que impide cualquier alivio y cambio de un estado de cosas insostenible.

A lo mejor la vocinglería de gallera con animales de espuelas gastadas, sea la despedida acezante antes del silencio. Esa cúpula marina que precede a las tormentas o las aguas en calma para navegaciones de exploración.

Es como si la proximidad del cambio anunciara unas preocupaciones distintas, un lenguaje nuevo, una aspiración fraterna dentro de las diferencias, una leal aceptación de las reglas que determinan un juego determinado.

Este cambio, es posible que también deje una mejor intervención y presencia de las mayorías. Que jubile, de verdad, o recluya en conventos de clausura a los mesías de plaza de mercado, a los bravucones sin cuadrilátero.

Hay que soñar un poco, apenas un poco, el futuro cercano y las demandas del lejano, para resistir con paciente sonrisa las necedades, inconsecuencias, de quienes llaman, desde un caballito de palo, a seguir los tiros.

Existe un consenso internacional, de expertos y sabios, que muestra la cuidada articulación de los acuerdos cuyas palabras guiarán y sostendrán la salida del remolino y túnel de violencia que ha martirizado a Colombia. Ellos alaban lo logrado y reconocen su logro ejemplar. No es desdeñable que ese hombre que habla por Dios en la Roma del pontificado, de Bruno y Galileo, de Fellini y Passolini, bendiga el proceso colombiano por llegar a la luz de la convivencia.

¿Será que todos son brutos?

Si los poderes de la reconciliación se imponen a lo mejor no será necesaria una ley, ¡tantas leyes huecas! para resolver dos problemas que resurgieron con incontrolada virulencia. El de los expresidentes y el de los funcionarios que violan su competencia.

Los primeros deben aceptar con humildad cívica que tuvieron cuatro años de mandato o más si repitieron. Pero la vida humana se empecina en lo limitado y humilde. No insistas. Ya sin mando el gesto es ridículo, penoso, y sin bastón.

Los otros, aferrarse a su estaca. La paloma para el de Roma. Al resto les caga la cabeza.

Ampáranos Dios de los justos.

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