PABLO CINGOLANI
Jamás desoí los mensajes
De las piedras. Era niño.
Mientras las escuchaba
Intuía. Una huella. La seguí
Cuando crecí y fui joven.
Así llegué hasta las montañas.
Era mayo. Un sol las bendecía.
Ellas le ofrendaban su fuerza.
Escuché en medio de mi asombro
El mismo mensaje que recordaba
De las primeras piedras.
Aquellas que caminé y sentí
En Sierra de la Ventana.
Esas piedras que, sin saberlo, me tatuaron.
Templaron la fe, la ilusión, la esperanza
La pasión, el amor, la dicha
En mi piel, en mis ojos, en mi alma.
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