Pablo Cingolani
El libro se titula El Paraíso en el Nuevo Mundo. Dentro del libro, hay un mapa: Continens Paradisi. El mapa, síntesis de la obra, devela la ubicación del Paraíso: el tan anhelado se encuentra en el corazón de la Amazonía Sur sudamericana. Su autor fue Antonio de León Pinelo, amigo de Lope de Vega y consejero del Rey. Se demoró cinco años en escribir su tesis y trazar su mapa. León Pinelo estudió en Chuquisaca y en Lima: allí mamó su fervor por nuestras tierras. Falleció en 1660.
Luis IX, San Luis de Francia, murió sitiando Túnez en 1270, en una de las Cruzadas.
Según el poeta goliardo Gualterio Map, Luís IX fue un hombre noble, humilde y muy confiado de sí mismo. Se le atribuye esta frase: "Pocos hombres pueden tenerlo todo. Los reyes de las India son ricos en piedras preciosas y animales raros; el emperador de Bizancio y el rey de Sicilia son ricos en oro y seda. El Rey de Inglaterra lo tiene todo, hombres, caballos, oro, sedas, gemas, animales salvajes, todo. Nosotros en Francia no tenemos nada: sólo pan y vino y alegría".
Tanta sabiduría, me provocó siempre una infinita simpatía, desde que conocí la cita, leyéndola de un libro de cartografía, una biografía sobre el mítico Fray Mauro de Venecia.
¿Qué tienen que ver el Rey Santo con León Pinelo, el Paraíso y nosotros que tampoco tenemos nada, sólo chicha, cueca y zamba?
La búsqueda del Paraíso fue una obsesión medieval y fue Luís IX quien la alimentó como ninguno, enviando en 1253 a un fraile, Guillaume de Rubruck, de expedición por Asia, para encontrarlo.
La travesía de Guillaume de Rubruck por el “corazón duro de la Tierra” (al decir de Bruce Chatwin) sirvió para el trazado de la llamada “Ruta de la Seda”, por la que luego transitarían los hermanos Polo, hasta que en 1453, los turcos toman Constantinopla y la clausuran.
Basta leer su Diario para saber que el genovés Cristóbal Colón puso proa hacia el Oeste, buscando el Catay de los hermanos venecianos y también el dichoso Paraíso. Así llegamos a la Lima del siglo XVII y a León Pinelo donde se conjugan todas estas historias y se refuerzan a la vez con la tradición cultural andina que impregnaba al erudito sefardí. Por ello, ubicó el Paraíso en el enigmático Antisuyu incásico.
En 1888, en La Paz, se publica otro libro, inconcluso y sin mapa, pero fundamental: La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco. Su autor, Emeterio Villamil de Rada, se había suicidado doce años atrás, arrojándose al mar, en una playa del Río de Janeiro imperial.
Emeterio, cuya vida es novelesca y merece un libro aparte, vuelve a ubicar el Paraíso en Sudamérica, muy cerca de donde lo había situado León Pinelo: el boliviano lo localiza en Sorata, Larecaja, su lugar de nacimiento. Y agrega un dato más: el aymara es la lengua original del hombre, es la lengua adámica.
Dijo Gustavo Adolfo Otero del larecajeño: “Villamil de Rada es un precursor de esa cultura propia y de esa alma propia, con que avanzan confiados hacia el porvenir las nuevas promociones de Bolivia y de nuestra América”. Fue en noviembre de 1939 cuando el Ministerio de Educación, Bellas Artes y Asuntos Indígenas de Bolivia volvió a editar la obra. Unos meses atrás, el presidente de Bolivia, Germán Busch, un militar nacionalista, murió en circunstancias confusas. En la Europa de Luis IX, ya había empezado la Segunda Guerra Mundial.
Imagen: Ilustración en El Paraíso en el Nuevo Mundo. Antonio de León Pinelo, 1656
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