Roberto Burgos Cantor
¿Qué resistencia pudo sostenernos, en años y años duros en los cuales parecía que logros modestos servían para indagar el mundo sin las ambiciosas aventuras de lo imposible y sí con la humilde constancia del poeta de Asís, dispuesto a ver lo infinito en lo pequeño?
Cada quien tendrá su historia, su fortaleza personal. De alguna manera una vida que, en sí, testimonia la decencia. Aquel deseo del griego: Alma mía no aspires a la inmortalidad, pero agota el campo de lo posible.
Nuestra tierra, país, territorio, jirones de nación, empezó a ser percibida distinta en el mundo. Ese mundo, que antes del proceso de resolver los tiros, oírnos, aprender la libertad de la verdad que empezamos a decirnos; nos despreciaba y se aprovechaba de las ruinas.
Ahora el severo ejercicio intelectual por buscar salidas al conflicto en medio de un dramático vacío de justicia, de leyes, en fin de Estado, mostró los valores dispersos que de vez en vez se iluminaron con logros en la ciencia, en las artes, en los deportes.
Por los interminables años de desgracia que acompañaron la cotidianidad de muchos, por ese estar ahí sin esperanza, es que hay regocijo y comprensión de lo que significa la entrega de armas de la guerrilla. El desfile de canoas y vapores por los ríos que antes fueron arterias de vacas ahogadas, árboles descuajados, cuerpos de vientre inflado con un gallinazo impasible, ahora cargados por combatientes que remplazaron sus armas, voz y gesto, amputación generosa que deja crecer otro miembro que potencia la fe, raíz de corazón desconocido.
En su lúcido desencanto lo reveló el poeta lituano, O.W de Lubicz Milosz: La decadencia de la fe manifiéstase en el mundo/ de la ciencia y del arte por un oscurecimiento/ del lenguaje.
Habrá que examinar todo. Los ingenuos disfraces para protegernos: los lentes de aviador y los redondos para recordar a Trosky; las botas de campana para acompañar a los Beatles; las chaquetas de marino en cubierta para proteger nuestra debilidad; la boina vasca; la cachucha bacana; las mochilas de Atanquez; las botas de Pasto.
Símbolos que cubrían nuestro desamparo.
Hoy, desnudos, con una vida que no se desperdició, nos vestiremos de futuro.
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