Roberto Burgos Cantor
Los años hacen volver el alma para comprobar qué queda del sendero.
Permanece la sombra de los padres y el aleteo de lo que fueron. Algunos rasgos en su descendencia. Nos podemos preguntar si el vínculo paternal implica responsabilidades educativas o sólo es una relación de amor que no requiere distraerse. Y: ¿qué es el amor?
Se agolpaban pensamientos de estos una mañana del mundo. Pensaba en los temas incompletos de la comunicación con los padres, los soliloquios de consuelo junto a la tumba. Apenas si tejían el tapiz de un diálogo cuando uno, sin dejar de ser hijo, enfrentaba la condición de padre. Así surgía el híbrido que proponía naturalezas distintas de un hijo-padre. A lo mejor es una sabiduría de la naturaleza que permite el acercamiento a los pequeños que nacen al amparo de la aventura, la confianza en la vida sin cálculos.
Todo surgió por un libro artesanal: Algunas Cuantas Letras.
En algún rito de bienvenida a una novela se acercó una niña. No alcanzaba los quince años de edad. Apenas pronunció: te traje mi libro. Le dije que lo guardaría en un bolsillo interno y seguro del gabán para no perderlo.
La mañana en que lo rescaté del bolsillo, recordé que la niña hacía algunas semanas resolvía la tarea de producir un libro.
No extraño que en esa casa de estudios preparen a los niños para tareas nobles. No serán falsificadores de billetes, ni especuladores de baratijas. Es un colegio donde se preservan los manantiales que corren desde la colina y mantienen viva la laguna con sus patos silvestres, sus pájaros alegres y los peces raudos. Unos árboles de verdor sedante lo protegen del desmadre urbano, los deshechos de combustible, el ruido del progreso sin destino. Lo abrió el mismo humanista que fundo la filarmónica de Bogotá; una universidad; y murió en el delirio destructor del palacio de justicia. Era magistrado. Sus hijos continúan en el colegio la tarea de amor y conocimiento. Los maestros aplican el rigor sin expulsar la ternura.
Leí una dedicatoria: Este libro y cada uno de sus cuentos son para mi abuelo, mi mayor inspiración y el mejor abuelo que pude haber pedido, con todo mi cariño.
Mi padre prefería los reconocimientos morales. Yo hijo incompleto, sentí como el desorden de la vida me aumentaba el corazón. Con g de Gabriela: gracias niña.
0 Comentarios