Roberto Burgos Cantor
Llegan estas divagaciones a su columna de cierre. Han servido para poner a flote consideraciones sobre la amistad y sus formas. Matices que de otra manera se pierden y queda el sentimiento encapsulado en sentencias que las tormentas de la vida desdicen.
Por ello, encontrar aspectos de las amistades de infancia, las pocas que atraviesan los años y se transforman con el cambio de los amigos; o de las de juventud, comparten la pasión y el desencanto; o las de las rutas de la edad adulta cercada por concesiones y derrotas, y todo con los rostros y gestos de las compañías.
Henry Miller escribió el libro de los amigos.
Habrá que pensar la amistad de las mujeres con los hombres. Y qué será el vínculo entre hijos y padres.
Un mundo de riqueza excepcional que a lo mejor, si se conoce, alimentará al fuego de resistencia en tiempos desolados. Un espacio de confianza sin límite y búsquedas desinteresadas.
En la bella película de Gassman , Perfume de mujer, un oficial retirado, ciego, va a Roma. El ejército le asigna un lazarillo, recluta joven. Después de una noche de excesos , salen al amanecer. Apenas empieza el incendio de la luz. Las máquinas, Fiat, Ferrari, Alfa Romeo, estremecen el aire. El bastón del ciego tiembla, por los carros y por su pulso ebrio. El recluta lo toma del brazo. El oficial dirige sus lentes negros a ninguna parte. Le basta su interior oscuro. Está al borde de la acera. Pone su mano en el hombro del soldado. Le pregunta: ¿Tú sabes lo que es ser amigo?
El recluta soñoliento, le responde desganado: No.
El oficial sigue: un amigo es aquel que sabe que el otro es un hijo de perra, y aún así, lo quiere.
Yo no lo sé.
Desde el caso, donde alguien de los que llaman de buena familia, secuestró a la hija pequeña del otro; desde que se esfumaron los partidos políticos; los creyentes matan en nombre de su fe; las familias se disuelven, es urgente pensar en la amistad.
Por lo menos, será un testimonio íntimo de que se vivió la vida y se soportó la devastación.
Es posible, que un día, los amigos remplacen los pretextos de mentira que sostienen la ausencia de sueños. Y a lo mejor constituirán ese guiño sin testigos que aparece en el vacío de la muerte.
Ellos, serán los únicos capaces de cumplir voluntades últimas o contrariar alguna si la consideran equivocada.
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