Tiempo de descabellos

Miguel Sánchez-Ostiz

No por previsto inquieta menos el encarcelamiento de los consellers de la Generalitat cesados por el Gobierno de Madrid. Al menos para mí, la intención por parte de la jueza de castigar, escarmentar y brindar la faena al Gobierno y al público ya rendido está clara. La medida cautelar es desproporcionada y sus fundamentos jurídicos discutibles, retorcidos, salvo que compartas la ideología a la que sirven. El recurso a la ley como tótem intocable de este largo despropósito político-judicial, y la perfecta adecuación de lo acordado en sede judicial al ordenamiento jurídico, no pasa de ser una añagaza sostenida desde el Gobierno y sus adeptos, y en la calle por juristas de barbecho.

Una legalidad contestada de manera radical por otros juristas, autorizados, como Javier Pérez Royo por ejemplo, para quien todo esto apesta a franquismo, o López Garrido, redactor del artículo del Código Penal referido a la rebelión, que se arriesgan a expresarse por cuenta propia y sostienen que en la práctica estamos ante un abuso de derecho. Pues esa es la cuestión: hablar sin mirar antes a derecha e izquierda, evitar los silencios y los berridos del tumulto. ¿Prevaricación? Qué importa, nunca se llegará a juzgar al juzgador cuando el fondo y la forma de un asunto tan grave como el encarcelamiento de los miembros del Govern catalán es político y sectario. Es cierto que no está bien visto ni trae cuenta social manifestarse en contra de lo actuado o del derecho a decidir; pero hay silencios de la izquierda que resultan estruendosos.

Aquí me temo que el delito originario es el independentismo y la negativa a reconocer el derecho a decidir, con Constitución o sin ella. Es mentira que aquí se pueda hablar de todo, sin armas de por medio o que no se pueda encarcelar a nadie por sus ideas. Como es verdad sangrante que lo que vale para unos, no vale para otros, y da a la vida pública española un tono grotesco y a la vez muy sombrío.

Esta tragedia no consumada ha acabado por enfrentarnos de manera seria. No hace falta llegar a las manos, con el choque brutal e intolerante de ideas encontradas basta. Basta la crueldad con la que se festeja el ingreso en prisión de los consellers catalanes, las burlas feroces, lo sucedido a la salida de la Audiencia Nacional con uniformados que representan a la autoridad, claro exponente de un país minado por el odio, la animadversión y el desprecio hacia la diferencia que en los últimos meses ha encontrado su expresión en las redes sociales y en los medios de comunicación. País de listos este y de ingeniosos, pero más de puntilleros de profesión u oficio que confunden el descabello o el marronazo del matadero de reses con la justicia.

El grito nacional no es el Allons enfants de la patrie!, sino el «¡Vivan las caenas!» y sobre todo el feroz «¡Que vengan a morir al palo!». Tiempo de berrido y de tumulto este, en el que la desobediencia civil (que también vale para unos y no para otros, siempre a capricho) y la insumisión se proclaman, pero no se materializan en gran cosa o en nada. Acaso descubrimos que estamos más atados de pies y manos de lo que pensamos y que es más fácil acabar indefenso en la cárcel de lo que parece, con el aplauso entusiasta de los tendidos, las cátedras y los púlpitos. Cada día que pasa y avanzamos en este callejón sin salida es más lo que nos separa que lo que pudiera unirnos. No resulta fácil hurtarse al salpicón de agravios de olvido difícil siempre, por parte de los agraviados, claro.

El paisaje es de represión extendida y aplaudida: raperos, tuiteros, dibujantes, políticos, cargos electos... con una respuesta social más precaria y marginal que otra cosa. Disidencia radical y delincuencia viene a ser lo mismo, el saqueo de las arcas públicas es otra cosa. ¡Qué bien se vive en un país donde reina la ley y el orden, y el delito de enaltecimiento del terrorismo es una recortada! Un clima excelente, vuelvo a insistir, para celebrar unas elecciones sobre las que no resulta ya improbable que caigan medidas represivas que comprometan sus resultados.


*** Artículo publicado en los diarios del Grupo Noticias, 5.11.2017.

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