Miguel Sánchez-Ostiz
He comprobado que quienes hablan de Céline lo hacen muchas veces de oídas y poco de leídas, ya sean sus novelas mayores o sus panfletos antisemitas (ninguno que yo sepa traducido al castellano) u otros textos (por no hablar de la masa de su correspondencia), y repiten lugares comunes y anatemas ya muy desgastados. El antisemitismo, lo mismo que el ser filojudío (en el grado que se quiera) es un asunto candente y complicado del que pocos son los que se escurren como pueden. A mí, el antisemitismo, por diversas razones, me produce asco e irritación.
Con Céline unas veces es una cosa y otras, otra, pero casi siempre la misma: su antisemitismo activo antes y durante la Ocupación, de cuyas consecuencias intentó escapar eludiendo, en la medida que pudo, acusaciones de colaboracionismo. Ahora le ha tocado el turno a los panfletos antisemitas, Bagatelles pour un massacre (1937), L'école des cadavres (1938) y Les Beaux draps (1941), y uno antisoviético Mea culpa (1937). Panfletos virulentos, escritos en un tono de exasperación casi teatral, a ratos, de exaltación otros, propagandísticos sin recato, que tuvieron en su época muchas ediciones, algunas ilustradas, tanto antes de la Ocupación como durante esta. Al margen, están los artículos de prensa que Céline dedeñó diciendo que eran meras cartas al director.
La editorial Gallimard iba a publicar esos panfletos, pero después de encenderse la polémica, se ha echado atrás***. Y es que ese de Céline, del antisemitismo, de las redadas, los campos, la deportación y los expolios a ella unidos, es un episodio no cerrado en la sociedad francesa, por mucho que se saque pecho y cacaree su mestizaje y cosmopolitismo: Francia tiene diversos muertos en el armario, y tiene una France profonde en el corazón mismo de París. El antisemitismo es un hecho, lo fue y me temo que lo sigue siendo.
A mí no me hubiese importado ver esa edición de los panfletos convenientemente estudiados, anotados, situados en su momento... ¿Pero cómo? ¿Cómo acercarse de una manera fría y solo académica a lo que, además de una prosa de prodigio, es una incitación al odio, a la vioencia, al desprecio y un monumento al racismo? ¿Cómo abstraerlos de la época de los campos de exterminio? Hay escrituras en las que tomas partido hasta sin darte cuenta y lo mismo absuelves de manera abusiva que alanceas en el papel lo que crees que no fue alanceado en vida. Como bien dice Le Monde, los panfletos están ahora mismo ampliamente accesibles en los libreros de viejo, más incluso que hace unos pocos años (por liquidación de las bibliotecas de sus lectores de época) y en la Red. El conocimiento cabal de la obra de Céline no sé si pasa por la lectura de esos panfletos. Para mí sí, porque no hay un Céline bueno y otro malo, pero esta es una opinión personal.
Sobre la no publicación de los panfletos, Philippe Muray, un estudioso de Céline a quien dedicó un ensayo ineludible, sostenía en otro texto que «Los panfletos de Céline expresan en el mejor y en el peor de los casos! el inconsciente de las colectividades occidentales, como si la colectividad no quisiera saber lo que ha pensado desde hace dos mil años...» («Pourquoi y a t-il du Céline plutôt que rien?» Stanford, febrero 1983). En este sentido, los panfletos de Céline servirían para que el lector reflexionara no sobre lo que pensaba Céline en 1937-1941, sino lo que él mismo piensa hoy de los judíos. Incomoda reflexión, lo sé, y poco admitida.
*** La prensa española con mayor o menor fortuna se ha hecho eco de esa
*Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (12/1/2018)
0 Comentarios