Miguel Sánchez-Ostiz
«Umbral ya no interesa: Planeta iba a quemar sus libros (por falta de ventas) y su Fundación los salva. Te lo cuento aquí», escribe Lorena G. Maldonado para publicitar un artículo publicado en El Español sobre el protocolo editorial de quemar excendentes editoriales. Es posible que desde el punto de vista del pelotazo comercial eso sea cierto, que haya dejado de interesar el ecritor, eso según para quién o quiénes. Un buen lector que no se dejara arrastrar por los prejuicios que el mismo autor provocaba con sus apariciones públicas o por las filias y las fobias de la feroz tribu literaria (así la llamaba el escritor) sería raro que no encuentre un libro de Umbral que le seduzca: imágenes deslumbrantes, incitaciones lectoras, ideas originales... No me importa confesar que tengo debilidad por el escritor, no por todos sus libros desde luego –si ha muerto esas páginas más pronto lo hizo la época de la que fueron crónica y exorcismo–, sí por los más diarísticos, más autobiográficos y confesionales, más de construir un personaje sólido y, detrás, de afirmar en la escritura una persona que no tuve la suerte de conocer.
Pero el artículo enlazado invita a reflexionar sobre la suerte de tus libros publicados desde hace años y recordar las cartas que recibías (algunas en falso) anunciándote la destrucción de títulos. Te das cuenta de que acabas siendo un autor de libros desaparecidos que nadie quiere, que los tuyos son por fuerza trabajos efímeros condenados casi con seguridad a la inexistencia. Poco importa que hayas publicado mucho si esos libros no están en el comercio como no sea de viejo y aun así porque los antiguos saldos me parece que ya no son protocolares: autor de pocos lectores, pero seguros, que conforman no sé qué orden medio monástica, medio rebelde y brava de lectores, a su aire, que te sostiene. Lo otro va con el aire del tiempo contra el que muy poco puedes hacer. Demasiado viejo para estudiar el mercado y subirte al carro de alguna moda. Y si eliges quedarte fuera de las redes sociales, todavía desapareces un poco más... Un escritor póstumo, sea o deje de ser inédito, es ya algo muy raro. El escritor solo puede confiar en su presente, lo demás es bibliofilia o biblioteca, Rastro, Encantes, chirrión...
*Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (15/1/2018)
0 Comentarios