Ay, Evita, ay compañera, ay la abanderada, ay la bandera, ay nuestra Patria
Vos sí, vos si Evita, vos, sólo vos, con tu voz indomable, con tu voz de aguijones, tu voz certera
Que no decía nada más que la verdad, una verdad que dolía, nos dolía
Pero les dolía más a ellos, a aquellos que sabían que la verdad revelada, no tiene treguas
Ay, Evita, ay comandante, capitana, compañera, guía inmortal, faro de luz perpetua, cómo quisiera volver a verte viva
Desde abajo, desde adentro, desde el hogar humilde, desde el que no tiene hogar, desde el último rancho perdido de la pampa, desde la puna inmemorial, desde el fondo mismo de nuestra historia lacerante pero digna
Tan digna como fuiste vos, tu voz, tu don, tu honor, tu ímpetu imparable, tu fervor guerrero, tu mística demoledora
Tu decidida manera de inspirarnos y de ser mujer, de ser argentina, de ser aguerrida, de ser peronista, de ser siempre y solamente Evita
Ay, Evita, ay cómo extraño tu voz como truenos despertándonos, tu voz de tambores llamando al combate, tu voz desgarrada y más nuestra que nunca aquel día del renunciamiento y latiendo, viva y eterna, estos días infamantes que van pasando
Tu voz que desmiente al olvido, a la historia negra de los olvidos, a esa desmemoria que nos carcome y nos inmoviliza frente a toda la ignominia que destruye nuestra Patria, tu Patria, Evita, tu Patria
Ay, Evita, ay mi hermana, yo lo sé, yo lo siento, yo te siento. Con tu voz de volcanes sin contención, con tu voz de geologías profundas, con tu voz de micas rebeldes, tu voz de arideces tribales que no se rinden, tu voz de milagros inesperados, milagros populares, voz de fe, voz de mucha fe reunida, junta, convocada, movilizada, voz que entre todas las voces buscó siempre redención, redenciones colectivas y más milagros
Andarías armando, armando de valor, de entusiasmo, de coraje y de esperanza, a los obreros, a los trabajadores, andarías armando de emoción y de alegría al pueblo pobre, a los villeros, a los eternos descamisados, los eternos cabecitas de la historia luminosa de nuestra tierra, al hombre y a la mujer argentinos, a aquellos que vos quisiste como ninguno los quiso antes y después, a aquellos a los cuales tu amor, tu amor de matria, signó para siempre porque somos tu pueblo, amada Evita, y nunca jamás vamos a dejar de serlo
Andarías por ahí, Evita, bregando, huelleando, clamando por un nuevo 17 donde la justicia social vuelva a florecer, vuelve a desatarse y arreciar y, esta vez, sea irreversible
Andarías por ahí, casa a casa, barrio a barrio, andarías por ahí, por las montañas, los esteros y los valles, proclamando la unidad, la unidad invencible, la unidad victoriosa, la unidad del pueblo, porque ya está de más tanto dolor, ya está de más tanto atropello, tanto saqueo, ya está de más tanta desolación y tanto sufrimiento.
Andarías por ahí, pregonando con tu voz de aludes, tu voz de vientos, tu voz cascada por tu propio dolor, que ya es la hora, ya llegó la hora de la justicia popular y de hacer tronar el escarmiento.
Pablo Cingolani
Río Abajo, 18 de septiembre de 2018
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