Pablo Cingolani
Johannes Dahlmann y Carlos Mesa: seguiré, parafraseando al Borges de otro de sus cuentos inolvidables: acaso las historias que referiré son una sola historia. El anverso y el reverso de esta moneda son, para Dios, iguales. Acaso, aquí en Bolivia, también, lo sean.
Johannes Dahlmann es el protagonista de El sur, el Sur, “un mundo más antiguo y más firme”, el Sur, de los guapos, las montoneras, los cocaleros, carajo. El Sur es un mundo rudo, duro, hecho a cuero, a piedra, a noche destemplada, a amanecer sin fuego. Es así nomás. Es un mundo de mierda pero es nuestro mundo: los del Sur estamos orgullosos de ser del Sur y que el Sur, bien o mal, sea así. Ukamau el Sur así sea el Sur, así somos nosotros los del Sur.
Johannes Dahlmann debe morir para pertenecer al Sur. El que vino de lejos pero que ya se siente del Sur, sabe que la única forma de terminar de pertenecer a ese Sur que ya ama –no dudamos que ya lo ame, lo ama a su manera pero lo ama- es sacrificándose por ese Sur, es muriendo por ese Sur, es dejándose matar por ese Sur.
Dice don Borges en El sur. “A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”. O los no tan leves. Los pesados. Enfrente de sí, cuestión de vida o muerte, Dahlmann tiene a un joven ebrio, un muchachón pendenciero, al cual –como debe ser- le emputan los gringos y que, para colmo, lo ha invitado a sacarse la mugre a puñal. Cuestión de sangre, la más arisca, la más brutal. La clave mágica del cuento borgiano es la aparición del otro puñal, el que empuñará (mal) Johannes Dahlmann.
Dice Borges: “Desde un rincón el viejo gaucho estático, en el que Dahlmann vio una cifra del Sur (del Sur que era suyo), le tiró una daga desnuda que vino a caer a sus pies. Era como si el Sur hubiera resuelto que Dahlmann aceptara el duelo”.
Aquí transcribo la descripción borgiana del viejo gaucho, del promotor del desenlace del destino, del señor Dahlmann y de todos nosotros –los del Sur: “En el suelo, apoyado en el mostrador, se acurrucaba, inmóvil como una cosa, un hombre muy viejo. Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia. Era oscuro, chico y reseco, y estaba como fuera del tiempo, en una eternidad. Dahlmann registró con satisfacción la vincha, el poncho de bayeta, el largo chiripá y la bota de potro y se dijo, rememorando inútiles discusiones con gente de los partidos del Norte o con entrerrianos, que gauchos de ésos ya no quedan más que en el Sur”.
Dahlmann tenía razón. La daga que propiciaría su muerte era suya, era la del viejo gaucho, era la del Sur manifiesto, descarnado, total. Era el Sur, del Sur, de nuestro Sur, del único Sur que tenemos y queremos y vamos a defender hasta el final.
En la historia de Bolivia, Johannes Dahlmann es Carlos Mesa. En la historia de Bolivia, el viejo gaucho estático, la cifra del Sur, el hacedor de los desenlaces del destino, no es otro, no puede ser otro, que el Evo.
Ahora, en el mambo repulsivo de las elecciones democráticas, habrá que probar que el Sur existe, que el Sur sigue existiendo, y que el desenlace del destino no sólo está en las manos de uno, sino que sigue estando en la piel y los hombros de todo un pueblo.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 7 de octubre de 2018
NB: El otro cuento es Historia del guerrero y de la cautiva
La virtud del guerrero
La virtud del guerrero es el combate
El alma del guerrero es la libertad. Es la justicia. Es la pasión
Dame una guerra, mi amor, dame una guerra, señor, dame una guerra, mi dios
Dame algo de lo cual puede asirme para no morir de hastío y de democracia
La virtud del guerrero es la batalla
El alma del guerrero es el compañerismo, es el campamento, es el fogón, es la verdad compartida y descarnada
Dame una guerra, pueblo, dame una guerra, realidad, dame una guerra
Una guerra definitiva, irreversible, una guerra total
Donde no haya lugar para cobardes, oportunistas, indecisos
Dame una guerra de verdad, sin treguas, dame una guerra en blanco y negro, una guerra a muerte
La virtud del guerrero es la sangre
El alma del guerrero es la vida, es la convicción, es la voluntad, es la entrega decidida
Por una sola causa
Dame una guerra, hermano
Compañero: dame una Patria.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 7 de octubre de 2018
Imagen: Mrs. Perez, Thinglink.com
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