Después del después


Miguel Sánchez-Ostiz

No tengo ni idea de cómo vamos a salir de esta, ni cuándo, por mucho coraje y carpe diem y demás gimnasias que nos apliquemos. Empieza a resultar inquietante, sobre todo si estás en la cuesta abajo vital, pensar en el coste vital y económico que va a tener esta situación imprevisible en la que nos encontramos. ¿Cómo va a pagar el Estado lo que ya se va debiendo? ¿Cuántos ciudadanos se han quedado ya sin trabajo? ¿Qué pasará con las pensiones? Son preguntas que te haces por fuerza, por muchas bromas que a modo de bálsamo del tigre le apliques al canguelo en el que vives.

Como escritor diré que no tengo ni repajolera idea de cuándo volveré a publicar ni dónde. Doy los cuatro libros que tenía entregados para su publicación por perdidos. No tengo la más remota idea de con qué me voy a encontrar a la vuelta del verano. Sospecho que el panorama va a ser oscuro y que nada va a ser lo mismo de lo que fue y conocí... ya no lo era. Parafraseando el título de un libro vasco famoso de hace siglos –«Geroko Gero»–, ya estamos en el «Después del después», ya la vuelta atrás es imposible y muchos ya estamos fuera, crepusculares, por mucho que escribamos y que nos lean. Estoy seguro de que los escritores y su escritura van a ser otros, sospecho que más vivos y más combatientes (de los complacientes no me olvido): el tiempo, ese implacable leñador.

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Imagen de Paolo Ventura.
Texto extraído de un estado de Facebook del autor (16/4/2020)

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