Ensayo #1: Shakespeare, Donne, Quevedo, y Göngora.


por Ricardo Mena


Los poetas escriben muy bien; los grandes poetas reescriben el idioma. Esto es muy difícil de hacer, ya que requiere una gran cantidad de coraje y confianza. En el caso de Donne (en La Reina de las Hadas, con su pseudónimo «Edmund Spenser»), él utilizó la estrategia de escribir en un inglés antiguo, arcaico, siguiendo el inglés arcaico de su modelo y maestro, el católico Geoffrey Chaucer. A muchos contemporáneos no les gustó esa opción (como a Philip Sidney), pero a Donne le encantó, dado que le daba la oportunidad de revestir su poesía con el sabor y el sonido del pasado sagrado, el de un inglés sin mácula: «well of English undefiled», dice en su poema en homenaje a Chaucer. Con el pseudónimo «Thomas Nashe» Donne se salió completamente del marco en términos de creatividad, y la lectura de sus tratados menipeicos puede resultar excitante: uno siente la libertad y la fuerza del idioma inglés al que le han inyectado esteroides. Shakespeare aumentó el vocabulario del idioma inglés con nuevas palabras propias y muchas otras tomadas de otros idiomas como el español, el francés o el italiano, dándole a su poesía una gran flexibilidad y creatividad, mientras Joyce en Finnegans Wake llevó  el idioma inglés al siguiente, lógico nivel, en el cual el inglés está tan mezclado con otros idiomas y palabras inventadas que ya no resulta ser inglés, sino otro idioma diferente: el Wakese.


 Göngora siguió una estrategia diferente. En lugar de escribir en un español arcaico o adoptar toneladas de nuevas palabras (tomadas o creadas por él), algo que hizo mesuradamente tomando del italiano principalmente, lo que hizo fue irse a la fuente europea de todo: el latín. Adoptó palabras latinas españolizadas en su poesía para conseguir nuevos significados y efectos sonoros, o bien utilizó palabras en español remitiendo no a su sentido usual, ordinario, sino a su sentido originario, latino: remitía al conocimiento etimológico de la palabra latina respectiva para decodificar el significado, con lo cual creó un nuevo sentido y sonido del español; en verdad, un español que suena tan majestuoso como el latín. La revolución era una auténtica regénesis. Göngora no era Quevedo, que se parece a Donne, Shakespeare y Joyce, inventando toneladas de nuevas palabras (tomadas o creadas de nuevo), sin embargo y con todo fue el que cambió el idioma español como nunca antes había sido cambiado. ¿Cómo explicar este hecho? ¿Por qué las invenciones de Quevedo no tuvieron el impacto que tuvo el arte de Göngora? No lo sé. Solo puedo explicar esto diciendo que Göngora tenía más gusto y escogió mejor las palabras. El que latinizara el sentido de muchas palabras no le gustó a la mayoría, pero su influencia la sintieron todos, críticos y detractores incluidos. Él fue «el Homero español», como Pellicer le llama. ¿Por qué Homero y no Ovidio, si Göngora se esforzó toda su vida por crear el estilo «joco-serio», el estilo «lírico-burlesco» (este es el mismo estilo de Joyce en Ulises y Finnegans Wake)? Creo que fue llamado «el Homero español» a causa de su energeia, como bien dice Mercedes Blanco (Góngora o la invención de una lengua, 2012).  Su intensidad, su energía, su poderosa creatividad tan condensada y tan bien escogida. Göngora no es un torrente de palabras, sino una brillante armonía de palabras. Se trata de la sonoridad, de la musicalidad del lenguaje, no de la bravura o la destreza que uno despliega con él (v.g. Quevedo tiene más vocabulario que Göngora). No se trata solo de creatividad, sino de sensibilidad. La invención acoplada a la musicalidad. No se pueden escribir las reglas de su poesía (aunque se haya intentado; v.g. Dámaso Alonso, Mercedes Blanco), ya que depende de su exquisito gusto, como ocurre con Mozart, pero se puede aprender siguiendo su ejemplo. Podemos cambiar el pensamiento con el que comenzamos, entonces. Los poetas escriben muy bien; los grandes poetas cantan. Si a eso se añade un inmenso ingenio conceptual, un gran humor, y una buena filosofía epicúrea (no machista, no xenófoba, no racista, no imperialista, no bélica, no teológica, no metafísica), entonces en Göngora tenemos el supremo ejemplo de cómo aprender a ser poetas. En español no hay nada más allá de él, porque la perfección es imperfectible. 



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Nota del Autor: Agradezco la oportunidad que me brinda la vida para saludaros a todos desde Iberia-Siberia. Confío que la pandemia os haya pasado de lado. En cuanto al cambio climático abrupto en el que nos encontramos, causante de la pandemia al romper el ecosistema natural, eso no tiene solución, de modo que es cuestión de aceptarlo y adaptarse mientras se pueda. Como dicen comentando La Ratesa (1982) de Günter Grass en el monográfico The Cambridge Companion to Günter Grass (2009:115), la ideología del «free» Market norteamericano e industrial de crecimiento exponencial infinito nos ha traído hasta aquí: «los seres humanos han sistemáticamente erosionado las bases para su supervivencia». Me viene a la memoria ahora el canto a las conquistas americanas y del Pacífico narradas por el viejo de las Soledades 1.360-506. Como dice Antonio Carreira (2009:428) citando a Spitzer: Göngora «dora con belleza una profunda desilusión» y su descripción contiene «una triste belleza, en que mientras condena la vanidad glorifica la victoria».




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2 Comentarios

  1. Sigamos dorando con belleza tan profunda desilusión. Un abrazo afectuoso desde la ribera del Ñuble, amigo Ricardo.

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