Escena #1. El Psiquiatra.



por Ricardo Mena




Una habitación. El sofá a la izquierda. 
Mesa y dos sillas en el centro. Afuera una tormenta.
La madre está en el sofá, tumbada; el padre y el
hijo están sentados junto a la mesa. Puerta al fondo.




Después de escuchar la tormenta 
y los truenos durante un buen tiempo.


Hijo Mami.


Madre Estoy en el sofá; no me molestes ahora, por favor.


Padre Tu madre está cansada. Déjala en paz.


Hijo Mami.


Padre Te he dicho que dejes a tu madre en paz.

          ¿Qué es lo que quieres?


Madre Deja al niño en paz, papá.


Hijo Mami.


Padre Tu hijo te está hablando, mamá.


Madre Lo sé.


Padre Me voy.


Madre ¿Adónde vas con esta tormenta?


Hijo Mami.


Padre Me voy a dar una vuelta.


Hijo Mami


Madre ¿Una vuelta?


Padre Una vuelta.


Madre ¿Ahora lo llamas «una vuelta»?


Padre No me hagas hablar, por favor.


Hijo Mami.


Madre A su hijo. Déjame en paz, por favor te lo pido.


Hijo Solo quería decirte que ya no creo en Dios.


Padre Después de un silencio. Con sorpresa. Tu hijo se ha hecho adulto al fin.

            Y es precoz. A mí me llevó treinta años llegar a esa conclusión.


Madre Llévatelo contigo entonces.

             Ahora tenéis algo que celebrar.

Padre Con solo doce años. Ha pulverizado mi récord.
           Realmente debería sentirme orgulloso de ti, hijo,
           pero lo único que siento es nostalgia, y también envidia.

Madre No es necesario que te confieses con nosotros.
          Esto no es un confesionario. Y no hay ningún cura.

Padre Solo estaba poniendo de manifesto un hecho, un—

Hijo Mami.

Madre No empieces otra vez, por favor.

Padre Déjala en paz y vente conmigo. Ahora te has hecho adulto.
            Ya sabes que Dios no existe y que tu padre no es su agente
            en la tierra en tu representación. ¿Sientes algo, pena quizás?

Hijo Mami.

Padre Aparte. Y ahora ya sabe ignorar preguntas estúpidas.
           A su hijo, con tono de envidia. Es evidente que has estado leyendo.
           Dónde, lo ignoro. Ya eres un auténtico filósofo.

Hijo Mami.

Madre Si ya eres un filósofo, como dice papá, contéstate tus propias preguntas
            o ponlas por escrito. No vas a vender ningún libro hablando así, 
            como tu padre, pero como tú lo has escogido, es tu responsabilidad. 

Hijo Mami.

Madre Los filósofos aman la verdad y la afrontan, no te pongas
             ahora como si fueras un crío. Ahora que amas la verdad más
             que a nada en el mundo, yo no soy ya la misma madre que te crió.

Padre No seas tan dura contigo misma, madre.

Madre Iros. Dejadme en paz. Id a brindar por la nueva identidad
            de mi hijo perdido, de mi oveja descarriada. Pausa.
            Seguro que ha estado hurgando en tu librería, padre.
            Cuando tú no estabas. Mientras te emborrachabas con tus
            intelectuales de pacotilla. La culpa es tuya. Que Dios te perdone.

Padre Levantándose de la silla y acercándose al sofá.
            Le toma la mano. Pero ahora no puedo irme dejándote así.

Hijo Mami.

Padre Girándose y con voz amenazante. Si vuelves a llamar tu
           madre te prometo que te llevarás una hostia, filósofo.

Madre Aparte. No sabe educar a su hijo 
           pero sí que sabe cómo amenazarlo. La vida es absurda.
           Esta familia es absurda. Y yo misma soy absurda.

Padre Madre, mírame. 

Madre No. Déjame en paz. Estoy cansada. 
           Esta casa se destruye desde sus cimientos. 
           Mirando al padre. Sin Dios en su corazón, yo he dejado de creer 
           en esta familia. Mira a tu hijo. ¿No te apena todo esto?

Padre Claro, es lo que he dicho antes.

Madre Tú has dicho que sentías envidia, no pena.

Padre Ya estás con tus acotaciones. Pausa. Madre, mírame.

Madre Lo mira. Qué.

Padre Sabes que no creo en Dios, pero que creo en ti.

Madre Y ahora me sale el poeta-filósofo bobo.
           Dejadme los dos. Os espera la celebración pagana.
           Yo quiero morirme, dejar este mundo, abandonar la miseria
           de vivir entre ateos hedonistas, entre gente huera y vacía por dentro.

Hijo Mami.

Padre Se levanta de un brinco. Te voy a—

Madre Cogiéndole del brazo. A su hijo. Qué quieres.

Hijo Solo quería decirte que he dejado de creer en Dios
         pero que te quiero con todo mi corazón, con toda mi 
         mi mente, con toda mi alma y—

Madre Aparte. No cree en Dios pero sí en el alma. 
             Acaba de hacerse filósofo y ya se contradice.

Padre Al hijo. Ahora que nos hemos confesado honestamente,
            creo que es mejor que nos vayamos a dar una 
            vuelta.

Hijo Levantándose. Mami, solo una pregunta más.
         ¿Tú crees que la gente cree en Dios porque se siente sola
         y necesita hablar con alguien que le haga sentirse bien?

Madre Indignada. No digas barbaridades, hijo, por favor. 

Padre Con orgullo en su voz. A mí ese argumento me parece—

Madre Mirándolo de forma cortante. Por favor, no sigas.

Padre Vale. Me callo. 

Hijo Es que te veo tan sola siempre que una vez surgida
         la pregunta, no tuve más remedio que intentar 
         despejarla con algunas hipótesis provisionales.

Madre Al padre. Tu hijo habla en un idioma que ya no comprendo.

Padre Ha leído mucho a nuestras espaldas. No sé si enfadarme
            o darle la enhorabuena por ello. 

Madre No hagas nada, que es lo mejor que sabes hacer.

Hijo Acercándose a ella y tomándola de la mano. El padre le toma
         la otra mano. Los tres están en silencio unos instantes. Afuera
         la tormenta aumenta de intensidad. Algunos truenos de vez en cuando.
         Tú sabes que te quiero y que siempre te querré, mami.

Padre Llevándose la mano a las gafas. Esto me resulta conmovedor. 

Madre Aún enfadada, a su hijo. Ya.

Hijo No te sientas sola, mami. Yo estaré siempre a tu lado.
         Y papá también. Mirándole ahora. Pausa.

Padre Saliendo del impasse y mirando al hijo, luego a la madre. 
             Claro; yo siempre he estado a su lado. Y lo estaré siempre.

Madre A su hijo. Yo no me siento sola. Solo estoy decepcionada contigo.

Hijo Dime: ¿qué es Dios para ti?

Madre Apartando la mirada del padre y del hijo.
         Dios es el que me escucha, no como vosotros.

Hijo Como un psiquiatra entonces, ¿no? Tu psiquiatra particular
         y gratuito, en definitiva. Mientras muchos se gastan el dinero
         en hablar con extraños en un sofá frío e incómodo, tú hablas
         aquí con toda privacidad; en tu casa. A gusto. A tu aire.
         Tienes al mejor psiquiatra sin que te cueste nada. Y no necesitas
         pagar costosos medicamentos que solo hace que la gente se quede
         zombie y medio ida. ¿No es eso Dios para ti? ¿Tu psiquiatra particular?

Madre Soltándose de las manos del padre y el hijo.
           Se podría decir así, si fuera un ateo como tú.
           Yo no hablo a solas conmigo misma, que es cosa de locos.
           Lo que hago, aunque no puedas llegar a creerlo, hombre de poca
           fe, es encomendarme al Espíritu Santo. 

Padre Al hijo. Tu madre es una santa, y muy sabia.
            A la madre. Yo siempre te lo he dicho, madre.
            Que eres una santa y sabia, pero como no me haces caso—

Hijo Mami, tú tienes sabiduría. Eres tu propia psiquiatra.

Madre Aparte. Esta familia se destruye. Carecemos de cimientos. 
               A los dos. Pues muy bien. Como digáis, pero ahora marchaos.
               Dejadme sola.

Padre e hijo se miran un momento. Luego salen.

Madre Por Dios..., algo de paz al fin. Estoy tan cansada. Cierra los ojos.


La madre comienza a murmurar unas palabras para sí.
Luego sonríe. Una lágrima le recorre la mejilla. Acaba
de dejar de llover y todo está en calma. Abre los ojos.
Lentamente, pronuncia alargando la primera sílaba 
imitando con serenidad el tono de la cadencia plagal. A—mén.




Ω Ω Ω






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