Escena #3. La Fuga.

 


La Fuga

(Versión española traducida

de la inglesa perteneciente al Opus II.)





Un salón lujoso y decorado con exquisito y cálido gusto,

acogedor y muy amplio. Cuadros modernistas, algunos fauvistas

donde destacan copias de odaliscas rojas, azules y amarillas de

Matisse. La Madre, sus dos niños en una cuna, en el centro.


Entra el Padre.


Madre Bienvenido a casa por fin, Mark.

Padre Dame un abrazo fuerte, cariño. (Se besan apasionadamente.)

           El viaje se me ha hecho larguísimo. África es otro mundo.

           (Pausa. Se desata la corbata y se quita un botón de la camisa.

           Se abre el cuello de la camisa.) ¿Cómo están nuestros leones?

Madre Sacando las garras. Comen como tigres.

            (Con inquietud.) ¿Cómo te fue?

Padre Terrible. Un caos. (Sentándose frente a ella y cruzando

            las piernas.)

Madre Las noticias no han parado de repetir el desastre.

Padre No me lo recuerdes. No he parado de ir de un lado a otro.

           Parecía una gallina sin cabeza. Ha sido una pesadilla.

           Y no hemos sabido responder bien. No tendría que haberse

           filtrado nada, pero en África no saben guardar la boca

           cerrada.


(Silencio.)


Madre (Mirando una odalisca vibrante y colorida de Matisse.)

            No puedo— sabes, no puedo parar de pensar en

            esa calamidad. Con toda esa gente pobre llena de—

Padre Sí, lo sé. (Se saca un cigarrillo y lo enciende.)

           Pero si comenzamos a ponernos en su lugar,

           tendremos que sufrir la desgracia de nuevo, y una

           vez es suficiente para mí, la verdad. (Dando una

           profunda calada.) No podemos bajar la guardia y

           culparnos, Helen. Si hacemos eso seremos unos

           infelices y entonces renunciaríamos a la serenidad

           de nuestro hogar. Me ha— nos ha costado mucho llegar

           hasta aquí. Seamos fuertes. Ahora hay que ser fuertes y

           mirar adelante. Además— (Inclinándose y poniendo los

           codos en sus rodillas, mirando de frente a su mujer, que

           ahora se gira y le mira con una palpable tristeza interior.)

          Además, ellos también tienen la culpa, la verdad.

Madre ¿Qué quieres decir?

Padre Su sistema político está totalmente corrupto y eso es

           lo que pasa cuando no tienes dignidad ni respeto por tu

           país. ¡Qué—


(La Madre se levanta y se acerca a un mueble donde hay ginebra

y otros alcoholes. Esta mesilla está junto a una copia de Picasso

de su época azul, mostrando a una pareja con su hijo frente al mar.

La pareja y el hijo están encogidos por el frío; se ve al hijo

poniendo su mano derecha en el cuerpo del padre.)


Padre ¡Qué desastre! Han despedido a Donald. A James le

           han dicho que se tome unas vacaciones. A mí no me

           han dicho nada. Frank me ha dicho que guarde la boca

           cerrada y regrese la próxima semana.

Madre (Sirviéndose un whiskey on the rocks.) Pobre Donald.

           Margaret estará devastada. Tendré que llamarla mañana.

Padre Claro. Esa es una buena idea. (Pausa.) No me imagino

          lo que harán ahora. Y todo porque se han querido ahorrar

          costes en seguridad.

Madre ¿Cómo? ¿Seguridad? ¿No se ocupa tu oficina de—

Padre (Sentándose otra vez derecho.) Tienes que entender, cariño,

           que la compañía vive en medio de una competencia

           voraz, salvaje, a lucha o muerte. Mi responsabilidad

           es ahorrar gastos siempre que no pongamos en peligro

           la producción y claro— He trabajado como un salvaje

           durante tres— cuatro días para emitir el informe. Creo

           que he sido fiel a los hechos. Me ha costado mucho lo

           de Donald. Créeme, Helen. Me ha desgarrado el alma.

Madre Es mejor no pensar en ello. (Dando un gran sorbo a su whiskey.)

           Es solo que— (Da otro sorbo y apura la copa.) solo que

           no puedo dejar de pensar en todo el horror que he visto en la televisión

           todo el santo día: en toda la gente quemada, ¡quemada viva!,

           y llena de ese pegajoso líquido negro— (Acercándose a la ventana

           y abriéndola. Entra una brisa helada de la calle que hace

           que cruce los brazos y los apriete junto a su cuerpo.)

           Y todo ese río lleno de ese líquido viscoso y toda esa gente flotando, 

           como los peces, justo como los pe—

Padre Lo sé. Lo sé, cariño. (Termina el cigarrillo y lo apaga

           en el cenicero que tiene junto a la mesilla de al lado

           donde hay un retrato de su mujer y sus dos hijos recién

           nacidos. Él está de pie detrás de los tres. Los dos sonríen

           plenos de vitalidad y alegría.)

Madre ¿Qué van a hacer ahora todos los pescadores?

           ¿De qué vivirán?

Padre (Levantándose y yendo a la ventana. Abraza

           a su mujer y le dice poniendo su cara muy cerca de la

           suya.) Ese petróleo es lo que nos permite vivir con esta

           calidad de vida aquí, ¿entiendes? Tenemos que

           centrarnos en el aquí y el ahora. Olvidemos la pesadilla.

           Lo que ha ocurrido allí no nos concierne ahora. Mírame.

           Tú yo somos el mundo entero. (Mirando a sus hijos.)

           Nuestros hijos nos necesitan. Seamos fuertes, Helen.


(Silencio.)


Madre Sí, tienes razón. (Silencio.) La tienes. (Pausa.) Sí.

Padre (Volviendo a mirarle de cerca.) Yo no— (Con seguridad.)

           Yo no hago las reglas, Helen. Nosotros no hemos hecho

           las reglas. Si nos venimos abajo ahora, todo se desmoronará.

           Tenemos que concentrarnos en nosotros. Tenemos que ser

           fuertes y rezarle a Dios para que nos perdone.

Madre (Mirándole fijamente.) Sí, Mark.

Padre (Cerrando la ventana.) Mejor cerrar la ventana.

           El aire de febrero es traicionero. (Se besan.)


(Uno de los niños explota en un llanto intenso.)


Padre ¿Una fuga?

Madre (Tomando al niño en brazos, pone su nariz en su trasero.)

            ¡Uff! Sí, y una grande. Es raro, porque hoy no ha comido más

            que—

Padre Aprovecho y me doy una ducha. Apesto— (Oliéndose las axilas.) a mono.

Madre Muy bien.


(El Padre se va.)


Madre (Mientras se lleva al niño para cambiarlo,

             conforme se marcha a paso muy lento no puede

             impedir que le caigan las lágrimas.) Mami está

             aquí contigo, Leo. Mami está aquí. No llores, Leo.

             No hagas que mami se ponga a llorar también.

             Mami está contigo, Leo. Mami te quiere mucho.

             Ya verás, te quitaremos la caquita y volverás a estar

             limpio, Leo. Te pondré perfume y estarás oliendo a

             rosas, Pupi. Estas cosas pasan, Pupi. Estas cosas pasan.

             Cuando seas mayor, ya verás cómo no te ensuciarás tu

             lindo culete que mami te besa cuando te da tu baño

             cada noche. ¿Quieres un baño esta noche para que estés divino?

             Dios sabrá— Él sabrá perdonarnos, Pupi. Cuando seas

             grande como Papi, Pupi será un hombre de provecho

             y ayudará a la gente a ser feliz. Pupi será bueno, Pupi

             hará que su mami se sienta orgullosa. Dios te ayudará,

             Leo. Ya verás cómo todo saldrá bien. Y no llores más

             que eso hace a Mamá muy desgraciada.


(Se abraza a su hijo que ahora llora con más intensidad.)


Madre (Viendo a la criada limpiando en el pasillo.) ¡Susana!

Susana (Dando un brinco de miedo. Girándose.) Dígame, señora.

Madre Perdone que le haya chillado. Son las— Cambie al niño, por favor.

Susana (Tomando al niño en brazos.) Ahora mismo, señora.


(La Madre vuelve al centro del salón y se acerca a la

mesilla de los alcoholes. Se sirve ahora un coñac mientras

mira el cuadro de Picasso. Luego regresa a la ventana y

la abre. Un golpe de aire entra en el salón. Tras unos minutos

se escucha el ruido súbito de un portazo al otro lado de

la casa y el grito de Susana. La Madre se sobrecoge. 

Cierra la ventana rápido y se sienta, muy despacio, mirando 

la cuna donde queda uno de sus hijos que está dormido. 

Lo mira intensamente con una pena contenida. Una lágrima le cae en el coñac.


Telón.



                                          Ω Ω Ω







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