Por ahora, la calle es un territorio olvidado

Márcia Batista Ramos

Los ruidos en la madrugada disminuyeron bastante, los vigías ya no utilizan silbato cuando hacen su ronda y los perros se anidan más temprano, tratando de descansar sus patas cansadas que buscaron comida y agua en el asfalto durante el día.

En el anaquel se amontonan: Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Schelling, Kierkegaard, Bergson, Husserl… insistiendo en ser nuestros contemporáneos y los de todas las generaciones de personas libres y amantes de lo real y de la verdad.

La verdad anda escondida en medio a informaciones y desinformaciones, divulgadas por todos, los que quieren ser o piensan ser, influencers en las redes sociales.

El planeta se degrada por los efectos de las acciones humanas, dada su actitud irresponsable con la naturaleza. Las crisis ya se han producido y se tornarán cada vez más complejas durante el siglo XXI. Es apenas una premonición.

Pienso en la literatura y la realidad secuestrada por la tecnología…

Ahora, todos los noticieros recuerdan la brevedad extrema de la vida y despiden artistas, políticos y otros conocidos que tuvieron sus caras estampadas en la primera plana de algún periódico, en algún momento de sus destinos atribulados.

Entretanto, un virus chino es la ironía suspensiva del momento. Que tiene fuerza de suspender o interrumpir la usanza de la vida y silenciar las madrugadas, en las calles que otrora fueron ebullición de gente y situaciones que solamente las personas pueden propiciar.

La existencia, hoy en día, de alguna manera, se divide violentamente en pérdida y en salvación.

Y la antítesis es perderse para salvarse.

El virus chino, sigue subestimando a las tecnologías en los nuevos escenarios creados. Entretanto, el pensamiento tecnologista de: Moravec, Kurzweil, Bostron y Warwick con sus planteamientos futuristas, hablan del impacto que está teniendo la ideología transhumanista sobre la humanidad.

Y me siento amenazada por las tecnologías y el conflicto que se establece entre el hombre y las máquinas y me preocupa la vieja pregunta, de si las máquinas superaran a los humanos y los riesgos que representa tal situación; prefiero cerrar esos libros y pensar en el momento, sin pasado ni futuro.

La verdad viene por todos los medios, a tratar de explicar la realidad que es un sol poderoso e indiferente a cada uno de los que habitamos el planeta. Me deshago en la nada de mi propia incredulidad.

¿No sé si permitirás que te vacunen, al tiempo que te cambien el DNA?

 Amanece suavemente, aumenta el ruido, anunciando un poco más de trajín en el día que en la noche. Percibo que, ningún dios inventado necesita de nuestras oraciones para seguir existiendo.  Hemos olvidado, de que podemos alzar los ojos para ver cómo brillan en el cielo las cosas nobles y elevadas.

La verdad, como un sol, ha dejado de entibiarnos, no porque haya perdido su calor, sino porque vagamos entre las brumas de la ansiedad y el utilitarismo.

Sé que las patatas engordan…

Por ahora la calle es un territorio olvidado.

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