Alma Karla Sandoval
Piedras. Kilómetros. Campamentos. Parias valientes en el camino que casi siempre es una metáfora, un maestro duro, pero bueno, diría Claudio Magris. En “Nomadland” (2020), el camino se vuelve largometraje dedicado a quienes tienen que partir. No se es nómada por gusto. Si bien se decide serlo, la historia de las heridas y sus ciclos es el tempo con el que la directora china estadounidense, Chloé Zhao, narra la travesía de una mujer de sesenta años quien, porque lo ha perdido todo, decide vivir a su aire buscando poéticos paisajes interiores coincidentes con la realidad.
Las secuencias parecen cantarnos emociones de un wéstern o una road movie, géneros entre los cuales oscila este emotivo trabajo denunciatorio, entre otras cosas, de lo que el capitalismo rapaz hace con los individuos una vez que envejecen y ya no sirven en la cadena productiva. Uno de los personajes hace alusión a los caballos o mulas de carga, pues cuando dichos animales dejan de funcionar, son abandonados en parajes yermos. Y la reina de esos planos es la actriz Frances MacDormand, porque desde “Fargo” pasando por “Tres anuncios por un crimen”, encarna antiheroínas viéndoselas negras en medio de paisajes nevados o blanqueados por la ignorancia de la sociedad estadounidense a la que también como productora no se ha cansado de exhibir. Exigente a la hora de elegir sus proyectos, McDormand consigue una sinergia sobresaliente con la joven directoria cuya mirada enfoca golondrinas como un adiós que rompe los huevecillos de su juramento, pero también confieren un desenlace digno, otro poema.
En los kilómetros de la protagonista abundan rocas horadadas, trabajos temporales: mugre, mierda, basura que limpiar, hamburguesas por freír, paquetes que sellar. Pero esas tareas no la detienen porque la épica de la cicatrización la ha fortalecido hasta volverla una extraña y brillante roca que rueda, sin renuncias, defendiendo su utopía más allá de lo distópico, es decir, lo errado de la concepción del término hogar. “Nomadland” es eso, una reflexión inquietante sobre el precio que pagamos por una casa cuando realmente nunca es nuestra.
*Reseña publicada originalmente en el blog de la autora, Entre la flor y la cadena (18/4/2021)
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