Mañana presento Moriremos nosotros también, desbarre autobiográfico, más que novela, que solo tiene que ver con El Escarmiento y El Botín de manera tangencial, mucho. Cierto que de aquellas páginas salió hace nueve años, pero ir, lo que se dice ir, ha ido a parar a otra parte. Me repugna que en el cartel anunciador aparezca el emblema del Gobierno de Navarra que aquí no organiza nada y yo le sirvo para sus mandangas de blasonar de actividades culturales, una línea más. Igual es porque presta un techo en donde Cristo pegó las tres voces porque si no, no lo entiendo. En más de quince años, los últimos, es la primera vez que acudo a un centro oficial. Mal me fue con la derecha upenera (tras el 2001), pero peor me ha ido con los rompedores progresistas que han venido luego... por lo que a lo oficial se refiere. Por mí pueden irse todos a la mierda: los pasados, los presentes y hasta los futuros pluscuamperfectos. ¿Por qué me presto ahora a esta mojiganga, que lo es? Por ayudar al editor en lo poco que pueda y darle visibilidad a la editorial, y al libro que salió hace ya tres mes, así que rara presentación es esta... más bien suena a darle al libro los santos oleos y cantarle un responso funeral de primera. El libro solo ha cosechado una reseña, la de Iñaki Urdanibia, y dos comentarios privados. El resto silencio. Estoy acostumbrado. No estamos en tiempos lectores. Esas costumbres lectoras han terminado de cambiar de manera radical (deteriorarse) el último año con la pandemia. Dicen que el aforo es limitado a 40 personas. Mucha gente es esa, no sé. Iremos viendo.
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Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana, 13/4/2021
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