Maurizio Bagatin
“La ciudad es un témpano del cual las nueve décimas parte están escondidas. Y la parte visible es diferente para cada viajero” - Eduardo Abel Gimenez -
Seres imaginarios borgeanos en cada esquina, ángeles y demonios de Swedenborg, todos pasean alucinados por esta alucinante urbe. Y tenía que ser un blanco, de barba blanca y de cabellos blancos, un q‘ara en pasearse como un flâneur - el Miguel que viene de la Fiesta de Hemingway - y se sumerge en el averno que no es dantesco sino una novela de Boccaccio. Una lengua lampiña y su suelta ironía lo acompañan como un etnólogo moderno, un cronista, un buscapleitos sin quererlos, un bohemio distraído, un curioso incansable, un vagabundo ordenado, casi un Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela entre nosotros, en la cataclismática ciudad trasnochada, ciudad visible y ciudad invisible: Chuquiago y Nuestra Señora de La Paz. Su retrato es otra poesía: la no escrita, la que el pintor no retrae, el sociólogo no advierte, el político no conoce, el ciudadano vive, goza y sufre. Toda la violencia y toda la ternura, esperma y vómito, singani San Pedro y Whisky lata Caimán, bofetadas y caricias de un Caronte danzando sobre el Choqueyapu, toda la miseria y toda la nobleza, en un caleidoscópico girotondo entre ch’ajwaku y p’ajpaku, prostitutas y rufianes, poetas y borrachos, taparankus y alondras en esta Sementera de oro y su comedia humana. Pachamama y Achachilas permitiendo… mientras otras urbes sueñan Chuquiago es el sueño. Y a veces la pesadilla.
Abril 2018
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Publicado originalmente en Sugiero leer.
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