´Márcia Batista Ramos
Para Fabienne Sorin
Nosotros vivimos
en este territorio desde el inicio de los tiempos. Aun recordamos que hasta el
siglo XVIII, nuestros abuelos se autodenominaban che (gente) o reche (gente
verdadera). Creo que ellos tenían razón, que ellos y sus ancestros eran gente
verdadera, porque no viajaban a otros territorios para someter a las personas,
matando sus mujeres e hijos y robando sus riquezas y destruyendo su cultura.
Hasta hoy
respetamos a Ankatu (Señor que toca el cielo o Señor de los cielos), porque
sabemos que Él es el único dueño de Lihue (vida) y la vida y toda la creación
se respeta.
Nosotros, los
mapuches somos el pueblo originario más numeroso del Cono Sur, habitamos en la
zona centro y zona sur de lo que hoy es Chile y parte de Argentina. Hablamos mapudungun
(lengua de la tierra), un idioma dulce y muy significativo que muchas veces
reconoce, a través de una única palabra, una entidad más compleja.
Cuando yo nací
me llamaron Yanara (hija del sol) y a mi hermana la llamaron Rayen (flor
silvestre), porque nuestros padres, como todos los padres de nuestra etnia,
tienen mucho ayun (amor) por sus hijos, eso es una gran bendición, que
valoramos mucho y tratamos de corresponder con mucho ayun (amor) durante toda
la vida. Nuestra madre es una sayen (mujer de gran corazón) y su abuela era una
mailen (mujer poderosa, noble e inteligente).
Nuestro pueblo
sufrió la expansión del Imperio Inca o Tawantisuyo, a partir del siglo XV.
Durante el reinado del Inca Túpac Yupanqui, se realizó una expedición de
conquista que sometió a todos los pueblos que estaban a su paso y llegó hasta
nuestras tierras, en el actual valle del Aconcagua y algunas comarcas ubicadas
al sur de él. Algunos pueblos del Valle de Chile fueron sometidos por los incas
y les pagaron tributos.
Pero nuestra
gente se enfrentó al capitán Inca Apu Camac y no dejó que pasen y así, se fijó el
límite sur del Imperio inca. Cada aukan (guerrero) demostró que era nehuen
(fuerte), ofrendando su vida con suyai (esperanza) de que ningún extranjero
intente arrebatar nuestro territorio.
Las guerras
siempre son sangrientas y tristes y a mí, me gustaría vivir siempre en paz y
que todos los pueblos del mundo, también viviesen en paz.
Además, es el
mayor anhelo de nuestro pueblo: vivir como tahiel (hombre libre), en paz en
nuestro territorio donde lihuén (la luz) brilla para nahuel (el jaguar) y para
lilen (el arbusto) siempre en armonía y equilibrio.
Aneley (la
felicidad) de nuestro pueblo no duró mucho, porque llegaron otros extranjeros, tiñendo
de sangre toda el agua que antes fue ailin (transparente y clara), terminando
con todo amancay (flor amarilla con vetas rojas) y sobretodo, terminando con
nuestra ayelén (alegría).
Estos últimos extranjeros
eran los conquistadores españoles que abatieron al Imperio inca y,
posteriormente, también intentaron someter a nuestro pueblo, estimado en cerca
de un millón de habitantes.
Los abuelos de
nuestros abuelos que eran nehuen (fuertes) resistieron a un prolongado
conflicto conocido como la Guerra de Arauco.
Durante dicho
período inicial, en la segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del XVII,
nuestra población se vio muy reducida, principalmente por las pestes traídas
por los europeos, como el tifus y la viruela. La historia cuenta que los grupos
ubicados entre los ríos Biobío y el Toltén lograron resistir con éxito a los
conquistadores españoles en la llamada Guerra de Arauco, una serie de batallas
y sucesos que duró unos 300 años, con largos períodos de tregua.
Los españoles firmaron
varios pactos que juraron respetar. Se celebraron acuerdos, con aprobación del
Rey de España; en el que se reiteraba el reconocimiento de la independencia de
los mapuches frente a la Corona española, y las partes se comprometían a dejar
de lado las acciones bélicas. Estos tratados fueron reconocidos por el gobierno
republicano en enero de 1825, confirmando la soberanía mapuche sobre los
territorios comprendidos al sur del Biobío.
Tras esto se
vivió un período de relativa paz hasta fines del siglo XVIII. El antropólogo
norteamericano Tom Dillehay, acaba de publicar un libro en el que explica por
qué los mapuches eran, a la llegada de los españoles, una sociedad más
desarrollada de lo que hasta ahora se pensó.
Después de su
independencia de España, Chile siguió una política de no agresión y cautela
hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando avanzó la expansión Estatal sobre
el territorio mapuche.
Así, de 1861 a
1883, el ejército chileno ensayó diferentes estrategias, que culminaron con el
completo sometimiento de los mapuches en 1883. A todo este proceso le dieron el
nombre de Ocupación de la Araucanía. Nosotros llamamos injusticia.
Desde entonces,
somos prisioneros en nuestra propia tierra, sin derecho a nuestra autodeterminación
y esperamos un eluney (regalo del cielo) para que todo cambie.
1 Comentarios
No hay pueblo autóctono que no esté sometido y explotado por el colonizador. La guerra y la paz es un dilema permanente...
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