Desde el principio: a mí el futbol, desde Codesal en el Mundial del 90, me chupó un huevo. Me siguió chupando otro huevo con la fila infame de los futbolistas millonarios, de todas las nacionalidades, de todos los colores, de todos los credos.
Desde que el occidente aceptó la redondez de la Tierra, me es imposible aceptar alguna dignidad o majestad al juego basado en un artefacto ídem, a menos que te llames Maradona. El Diego era/ es/ seguirá siendo siempre Dios. Eso no tiene discusión. Es un puto y celebrado dogma.
Vi la final de la última Copa América con uno de los fundadores de la Izquierda Nacional boliviana, con otro que fue uno de los referentes de la segunda generación del MIR boliviano, y, además, con un antiguo militante de la tercera generación -era el más joven- del referido movimiento político, el que legó a Bolivia algo más grande que un campeonato de futbol. Bolivia le debe al MIR la democracia.
Será debatible lo que afirmo, pero recuerdo nuestra consigna cuando ganamos el Mundial del 78: Argentina campeón/ Videla al paredón.
Pablo Cingolani
Laderas de Aruntaya, 11 de julio de 2021
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