Márcia Batista Ramos
Mientras trenzaba
el pelo, frente al espejo, trenzaba miles de pensamientos, desde la
desintegración del cuerpo después de la muerte, hasta la perdurabilidad de los
cabellos que no perecen después de la defunción.
Para las mujeres
celtas, el pelo largo significaba fertilidad y para los hombres fuerza. Los
indios Navajos, nativos americanos, creen que los pensamientos originados en la
cabeza salen afuera junto con el cabello y están en él; los pensamientos nuevos
están cerca del cuero cabelludo y los viejos en las puntas de los pelos
crecidos. Cuanto más larga es la cabellera, más pensamientos habrá en ella. Tal
vez, sea cierto, al tiempo que su cosmovisión es excluyente y discriminadora
con los calvos.
Mira, fijamente, al
espejo y dice a si misma: antes era antes, ya pasó. El espejo no contesta nada
y ella sigue trenzando sentimientos solidificados en el tiempo, junto con el
cabello.
Se acuerda de que,
desde la antigüedad, la creencia en la juventud eterna, el éxito, la fuerza, la
sabiduría fue siempre relacionada con la existencia de una cabellera exuberante,
vigorosa, tal es el caso, de los antiguos egipcios que relacionaban el pelo con
el estatus social, de ahí la importancia de las pelucas, en muchos casos
rociadas con polvo de oro. En el museo de El Cairo se encuentra el cabello de
la reina Tyi, del siglo XIII antes de Cristo, probablemente porque creían que
la vida residía en el cabello, no en las calles, en las fiestas o en las redes
sociales. Porque la percepción del mundo y de la vida, cambia según la época y el
lugar.
Se percata que
muchas ilusiones ya no existen. Se acuerda de su costumbre de prender velas e
inciensos, como una manera de mantener cierta esperanza y fe. Tal vez, porque
vivir tiene algo terrible intrínseco. No sabe… No está segura. Nada es
absoluto.
En el panteón de
los dioses griegos, Hathor, la diosa de la naturaleza extraordinariamente
erótica, era llamada la hermosa melenuda. Su historia, como tantas otras, llegó
hasta nuestros días y ella nunca hizo implantes de silicona, tampoco cuestionó
su género en algún momento de su existencia, no importa, la historia de su
melena llegó a nuestros días.
La diosa cazadora y
guerrera, Artemisa, se hacía peinar por la ninfa Psecas. Le perfumaba el
cabello y el cuerpo con esencias aromáticas elaboradas a base de flores,
especias y aceites. Por eso, los griegos, hacían hervir flores y hierbas como
la mirra o el olíbano, las hojas de vid y los extractos de rosa, y ligaban la
preparación con aceite de oliva. Para suavizar el cabello, además de peinarlo,
le daban brillo con lociones, pomadas y cera de abejas.
En el Olimpo, las
diosas eran representadas luciendo largas cabelleras perfumadas, como la de Psique,
Afrodita, Artemisa o Venus, la diosa del amor y de la belleza, que lucía un
largo pelo rubio.
Pensó que algo no
le deja fluir…
Siempre está en la
batalla personal, tratando de estar bien. Mira hacia adentro de sí misma, con
cierto cuidado, despacio, para no cortar su propio ritmo.
Le vino a la mente,
otra mujer hermosa que tenía un bonito y frondoso pelo: Pandora, la primera mujer de la tierra, a
quien Hefesto, dios del fuego, moldeó a imagen y semejanza de las diosas
inmortales.
Pensó que la única
magia que existe es estar vivos, mismo cuando no se entiende la magia ésta.
En la Edad Media relacionaban
el cabello con el poder, por tal razón, cuando se acusaba a una mujer de
practicar la brujería, se le rapaba la cabellera. En el siglo XX, en Francia,
después de la Segunda Guerra Mundial, quemaban el cabello de las mujeres que
habían sido amantes de los nazis durante la ocupación.
Sabiendo que todo está
cargado de injusticia y dolor. Pero sabiendo que después, acaba y pasa; mismo
lo que no debería ser como es, después pasa y viene otro ciclo con las
injusticias propias de cada época y lugar; terminó su trenzado de pelo.
En diferentes
épocas la pérdida del cabello era concebida como la perdida de la vida.
Mientras colocaba
un lazo en la trenza recordó a Calipso, conocida como: la de las bellas trenzas;
que como cuyo nombre indica, lucía unas largas trenzas y destacaba por su
belleza y su armoniosa voz. Pensó en que el cabello ha tenido un papel
importante en las historias mitológicas y numerosas veces ha sido símbolo de
belleza y poder.
Pensó en respirar las entrelineas y los
silencios. Decidió empezar a vivir y así, frente al espejo, corto la bella
trenza.
Imagen: José Luis Fuentetaja
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