En la Universidad de La Sabana nacen nuevas estrellas


Márcia Batista Ramos

“Una buena microficción encuentra siempre a sus lectores.”

Armando Alanís

La microficción es un género en crecimiento

La aparición de la microficción, especialmente en las redes sociales, muestra la creciente presencia del género que antiguamente no era valorado, hasta que algunos escritores como Edmundo Valadés, Julio Torri, Juan José Arreola y Augusto Monterroso entre otros, inician la tradición de microrrelatos en México, a los que se sumaron académicos como Dolores Koch en el último cuarto del siglo pasado, logrando visibilizar el género mínimo.

En los últimos años hubo una transformación en el horizonte de la escritura breve, que hizo con que ganara prestigio y aumentara sus cultivadores, gracias a los congresos, a las publicaciones de volúmenes especiales de revistas académicas, de estudios teóricos, históricos y de aplicación didáctica, las antologías y la diversidad de muestras contribuyeron para la aceptación y popularización del género que, de muchas maneras, responde a los tiempos líquidos en que estamos viviendo, como diría Z. Bauman. Ya que la microficción es una lectura breve, tan acorde con la época vertiginosa en que vivimos: sin pausa y con poco tiempo.

Es una literatura rápida para leer en el metro, en el avión o en una sala de espera.

Las principales características de la microficción o microrrelato es que se trata de un género narrativo y conciso, de estructura simple y con personajes mínimamente representados o supuestos, con espacios abreviados y condensación temporal. La microficción utiliza la elipsis, que se refiere a la omisión o silencios en éste género.

Cabe recordar lo señalado por Edmundo Valadés que, “el microficcionista requiere un amplio oficio narrativo al servicio de la economía verbal, esa que con menos da más”.

En España y Argentina prefieren el término “microrrelato”, para nombrar a estas narrativas breves; mientras que, en México prefieren el término “minificción” para designar a estas brevedades, escritas en pocas palabras.

La microficción en el salón de clases

La Universidad de La Sabana, en Colombia, es una comunidad académica en busca de cultivar profesionales y seres humanos de excelencia que trabajen por el desarrollo del país y la sociedad.

Fue San Josemaría Escrivá de Balaguer en 1964, quien impulsó la fundación de colegios por padres de familia, lo que daría origen a la Asociación para la Enseñanza (Aspaen). Más tarde en 1979 se funda La Universidad de La Sabana como institución de educación superior de carácter privado. La Universidad inicia su misión de buscar, descubrir, comunicar y conservar la verdad, inspirada en la visión cristiana del hombre y del mundo.

Precisamente, en la búsqueda de una formación integral y de excelencia profesional, es que, en la carrera de comunicación, los docentes de “Escritura dos”, los Profesores Angélica Villalba y Jairo Valderrama empezaron a impartir la escritura de microficción en su asignatura, enseñando cómo poner la brevedad en el papel, acercando a sus alumnos a autores contemporáneos, no solamente a través de textos, también en clases virtuales dónde los estudiantes podían aprender directamente de escritores que están haciendo de la microficción su principal género literario.

La excelencia docente, abrió un abanico de posibilidades para los estudiantes. Como resultado hubo la descubierta de nuevos talentos en las letras Latinoamericanas. ¡Helos ahí!


Textos de estudiante de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Sabana, Colombia:


Colombia salvaje

Juan Camilo Donoso

Aguapanela y a prepararse porque el día es largo, y más ahora, que las noches no acaban hasta encontrarse con alguna tragedia. Todos deben saber aullar para no dar papaya, pero los de la manada se niegan a que salga la luna llena porque la sangre empieza a correr. La convicción del cambio se aferra al grito desgarrador de un pueblo hundido en el lodo, el mismo en el que se revuelcan los cerdos y acaparan todo sin dejar migajas. Los más “abejas” ordenan dejar viudas a las “negritas” de los esbirros, y si hay sobrevivientes, convierten en ciclopes a quienes, se supone, deberían proteger. Siempre han querido ver como burros a los que despiertan de la hipnosis, pero no han tenido en cuenta al reino animal, este los duplica en cantidad e inteligencia, y si el instinto de cada uno se afila, no habrá hombre que pueda dominarlos.



Con el pétalo de una rosa

María Isabella Espinosa


Otro día de primavera a tu lado, mi amada. La plenitud invade el cuerpo, no existe un mejor sentimiento. El sol resplandeciente resalta los ojos, la brisa mueve delicadamente los cabellos y el olor a flores complementa perfectamente el elixir que es tu aroma a miel, tan característico que puedo identificarlo a metros de distancia. Todo es perfecto.

Pero, como siempre y por tu culpa, la paz dura poco. Uno, dos, tres, cuento para mis adentros. Durante tres segundos te observa y sonríe el desconocido. Es un hombre de tez blanca al cual no logro identificar en detalle, pero lo que no pasa desapercibido es la reacción que tienes ante su presencia. Salen a la luz cada uno de tus dientes, las perlas van apareciendo lentamente y los pómulos comienzan a sonrojarse. Rojo es todo lo que veo.

¿Por qué lo permites?, pienso, ¿por qué me obligas a hacerlo? Siento las lágrimas recorrer mis mejillas y la incertidumbre nublar los pensamientos. Yaces en el suelo nadando en tu propia esencia. No sé cómo llegaste ahí, ni cómo se tintó de escarlata mi cuerpo. Todo es tu culpa. ¿Ves lo que soy capaz de hacer por ti?



Enemigo subjetivo

Dana Catalina Romero Martínez

Me hallaba atada, atemorizada y confundida. Observaba a mi alrededor e intentaba reconocer el lugar en el cual me encontraba retenida. El último recuerdo conservado en mi memoria me remonta a nuestra cita. Ubicados en el parque Simón Bolívar, preguntaste si quería casarme contigo. La respuesta afirmativa ante tu interrogante demostraba mi devoción. El amor reinante en mi corazón parecía perder su corona cuando cruzaste por la puerta y me dirigiste esa frívola mirada. Vislumbré al traidor de mi confianza.

La ansiedad se apoderó de mi cuerpo. Él retiró un frasco de su bolsillo y depositó una de las pastillas en mi mano. Cuánta crueldad contenida en ese hombre. Él conocía bien de mis enfermedades mentales, había presenciado mis episodios, agendaba las citas con el psiquiatra y me daba mi medicación diaria. Pronto el desconcierto se convirtió en tristeza y se expresó en lágrimas cuando él enunció: «Rebecca, tu otra personalidad te gobernó por años y mató a nuestro hijo».



Exquisito amor

Sofía Dueñas Jiménez

Lo contemplo por un instante frente a mí, es perfecto. Recorro con la mirada su desnudez, detallo cada lunar y vello sobre ese apolíneo cuerpo. Examino lentamente esos suaves y gruesos labios, deseo probarlos, y que estos degusten cada centímetro de mí. Se acerca voraz, y me inmoviliza con sus fuertes, pero tersas manos, noto nuestro sudor recorrer la eterna unidad de estos dos cuerpos. Cierro los ojos y suspiro. Siento el éxtasis venir, y solo logro decir: “feliz aniversario, mi amor.”




Lo que ocultan las miradas

Sara Salamanca Uribe

Tenía que viajar ligero para empezar mi nueva vida en la capital. Hace ocho días, al salir de casa, solo empaqué una camiseta verde y unos chagualos que, cuando estuviera lejos del pueblo, me harían sentir cómoda. Al llegar a la gran ciudad me sorprendí porque, realmente, nada era como lo esperaba. El taller estaba un poco oscuro y sucio. Asimismo, mis nuevas compañeras, ante la presencia del jefe, preferían mantener su mirada baja. Yo, por el contrario, lo saludé formalmente con un apretón de manos y procuré estar atenta a todas las instrucciones para ser la mejor en el trabajo.

Después de muchas noches en vela, unas cuantas heridas en los dedos y una tos incansable, finalmente era el día del primer pago. Vestidas en ropa de calle, una a una, fuimos entrando a la oficina del jefe y, cuando llegó mi turno, le hice saber que estaba contenta de pertenecer a esta empresa. No respondió nada, pero noté su particular interés en el mensaje de mi camiseta “Quienes están destinados a ser, terminan siendo”. De repente, con un solo golpe, cerró la puerta y se acercó a mis senos, dándome a entender que la causa del atroz acto de violencia fue la tergiversación de los pensamientos que reposaban sobre mi pecho y me obligaban a ser una más de las mujeres que bajaba la mirada.



Retumbar

Martín Pinzón Lemos

El huracán no da tregua. Atravieso sus inmensas olas con vigor, pero algo me perturba. No sé si es la condición de la arrugada vela, la firmeza del mástil o que el timón este mal direccionado: algo falla. El viento golpea con fuerza la coraza de roble. Es cuestión de tiempo para que todo se vaya a pique.

Empiezo quitándole las cuerdas, dejándolas amarradas a un costado, ganando margen de maniobra en la cubierta. Cojo un balde y saco el agua, endemoniadamente. Las tablas apenas pueden sostenerse. Evito a toda costa que se mojen las velas, cuando comienza a tronar. Los relámpagos, cargados con fuego, llevan el barco a un hirviente clímax. El barco se mece sin control. Adelante y atrás, mientras cruje la madera. En ese instante, Zeus, títere de la vil Hera, envía un rayo que estremece todo mi mundo.

Es ella. Acaba de abrir la cerradura.



Viaje a la soledad

Susana Diez Santamaría

Viajaba constantemente, recorría hermosos pueblos que reflejaban la melancolía en la que ella se encontraba. Lugares fríos, aislados y pequeños, pero, con algo en común, el amor. Parejas en un lado, parejas en el otro, la rodeaban constantemente. Ella se hallaba esperando aquel tren que la llevaría a su destino final: la soledad. Le aterrorizaba llegar a ese punto. Tras recorrer muchos lugares tratando de encontrar afecto, perdía poco a poco la esperanza y la noción de encontrar algo real. Llegó, por fin, al último paradero.

—Estoy sola —exclamó con nostalgia.

Eran las cinco de la tarde, se sintió aterrorizaba de regresar a casa y toparse con todo lo que había dejado. Él estaba ahí, acostado, ese hombre que abrumaba su existencia y al que solía llamar amor de su vida. Así que lo decidió. Minutos después, vio en sus manos, sangre. Sin más que decir la soledad había desaparecido para siempre.

***

Estoy segura, que esta muestra literaria que nació en el salón de clases es de gran valor y puede compararse con las letras de escritores renombrados dedicados al género, por eso, afirmo que en la Universidad de La Sabana nacen nuevas estrellas. ¡Enhorabuena!


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