La droga viajaba en los tacos


El encargado en la lucha contra el narcotráfico de la embajada alemana llamó temprano, quería fijar una cita para primeras horas de la tarde. El día parecía iniciar como en una novela de Giorgio Scerbanenco.

Desde Argentina le soplaron que un cargamento de tacos llenos de Huánuco number one viajaría desde La Plata hacia Hamburgo, y sería uno de los mayores de los últimos tiempos. Toneladas de polvo blanco proveniente de Bolivia llegaría a Mar del Plata en la tarde del jueves, para luego proseguir su viaje con destino Alemania.

Que belleza oír narrar esta historia por parte de mi suegro. Me mostraba el almanaque del año 1991, con la foto de la Alemania campeón del mundo de futbol en una Roma adonde el amor y el odio por el Pibe de oro y la delusión por el equipo patrio fueron el tema de todo aquel bochornoso verano. Era el almanaque que el encargado a la lucha contra el narcotráfico de la embajada alemana le regaló a mi suegro como recompensa por toda la ayuda que le otorgó. Tamaño oficio para colgar a una pared o al refrigerador, gracias a las grampas y al marco de finto bambú que lo sostenían. Un kitsch que yo esperaba ya muerto, después del Bauhaus y de Walter Gropius. Lo dejó colgado, como fetiche de una guerra absurda, pero tal vez más aun por acordarse de lo miserable que resultó ser el tal encargado a la lucha contra el narcotráfico de la embajada alemana. Fischer se llamaba, y al nombrarlo me acordé de Graham Greene, El doctor Fischer en Ginebra: la reunión de la bomba fue la primera novela que leí del viajero y escritor inglés.

El plan de acción fue coordinado por las policías antidroga boliviana, argentina y alemana, y fue exitoso. O sea, luego de haber registrado todos los containeres dirigidos al puerto alemán, y haber detectado que solo uno resultaba ser sospechoso, por tener en su vientre el polvo, pero el polvo no estaba en ningún taco para zapato. Según los policías de la aduana del puerto de Mar del Plata el sospechoso polvo se encontraba en los tacos de billar con destino final el puerto de Nápoles.

…Gaiola, Vivara, Pompeya, Herculano, son los centros de producción de zapatos en la periferia de Nápoles, lugares adonde las francesine, polacchine, décolleté, tuvieron sus orígenes. Los tacos no, los importaban desde diferentes lugares del mundo, y para la feria internacional el movimiento era mucho. Ahí desde el 1351, cuando en la iglesia de S. Egidio nace la confraternidad de los Sartori, va tomando forma el gusto para la belleza, en un momento en el cual Nápoles ya es la capital del Reyno de la dos Sicilias, y el centro cultural, social y económico del mundo, así también el punto de referencia de toda la moda. Muchos siglos después ahí surgirá Borboniqua Napoli, un consorcio de zapateros que hizo pisar con sus suelas el mundo entero. Desde Hamburgo los tacos debían llegar a la feria internacional del zapato de aquel año, en Nápoles…

Según el filósofo Wittgenstein los límites del lenguaje significan los límites de un mundo. La guerra falsa no es solo un testimonio, es la sencilla verdad. Lo prohibido siempre fue y siempre será lo más apetecido.

El campeonato mundial de billar aquel año se llevaría a cabo en Nápoles, y la droga viajaba en los tacos, quid pro quo de por medio, tacos eran, pero no los que se les colocaban a los zapatos y que mayoristas de todos los lugares del mundo irían a comprar. Eran los tacos del juego del billar.

En las manos de los campeones de todo el mundo los tacos, ya vaciados del polvo que domina el mundo, harán deslizar bolas que deberán derrumbar birillos o entrar en unos de los seis agujeros del billar. Mientras los otros tacos, los de los zapatos, seguirán soportando talones, débiles y fuertes y el almanaque del año 1991 seguirá como recuerdo de aquel miserable Fischer.

Maurizio Bagatin, 05 diciembre 2021 
Imagen: Vincent Van Gogh, Zapatos viejos, 1886

Publicar un comentario

0 Comentarios