El loco y yo, pero yo no soy loco


Pintura en un mercado, arte y macellum. No será mas el Ágora sino un encuentro fugaz, ahí las decisiones son las del precio del tomate, del plátano y cuál será el almuerzo del día. Sin la necesidad de sacar un costo de producción, el ranqhero ya prevé este cálculo, el tribalismo permite aun decir un precio según la cara del pecador…

Ver bajar camiones de mayoristas con mercancía peruana: granadillas, mangos, avocados, uvas, arándanos, en otra época también papas y cebollas. El granero incaico hoy importa. “¿Qué producimos nosotros?”, le pregunto a la vendedora de frutas, se ríe, mira a Gonzalo, el pintor que me ha apenas mostrado la acuarela que da el título a este escrito, y me dice “¡cocaína, vamos por lo más fácil aquí!”. Me dejó frío. Con mi robacholita intento retomar el camino. Su sinceridad tiene algo de profundamente apocalíptico, no es el fatalismo de todos los días, de la sobrevivencia, sino el reconocer también el fracaso de una sociedad.

Miro la obra de Gonzalo otra vez, la voy fotografiando así con las luces naturales que reflejan en el vidrio que la protege, la mirada del loco es la mirada del otro yo, del que reconoce su mestizaje, sumiso y manso, desdeñoso y enlatado en esta contemporaneidad. Ni triste, ni alegre, tal vez aun firme en la sentencia que Jaime Saenz dictó hace medio siglo atrás.

¿Y los precios? La viveza criolla no perdona. No hay desabastecimiento de nada, la harina de trigo la importamos de Argentina y sin embargo el pan es más liviano, ni bromato le estarán poniendo ahora, “¡ojalá!” me dice el vendedor de abarrote; la papa runa casi ha desaparecido, por lo menos de los mercados urbanos. Doña Feli de Morochata, gran productora de papas me lo dijo hace veinte años atrás: “Aquí, con la exposición solar que tenemos, - la mirada hacia el subtrópico que se abre propio ahí - en unos años la marihuana será el cultivo principal”.

Algunas mujeres comprando choclos frescos entrelazan unas palabras sobre la guerra en Ucrania, son más sabias que los hombres que oí decir estupideces ayer, “¡si condenamos la invasión de Chile a nuestro Litoral, debemos condenar también la invasión de Rusia a Ucrania!, y no hacernos a los neutrales…”

No será el Ágora, pero el mercado es siempre un espacio para conocer y conocernos mejor. De ahí empieza el día para llenar nuestro buche y ahí va el viajero para conocer el nuevo lugar que está visitando.

Y afuera del mercado otro mercado y mas allá otro mercado, todos estamos secuestrados hoy, decía el maestro Olmi, por quienes quieren vender algo, un producto, una idea y, tal vez, nosotros mismos secuestramos otros para venderles algo, así construyendo una cadena inagotable de ventas y compras, un macellum sin fin.

Maurizio Bagatin, 27 de marzo 2022
Foto: Gonzalo Mamani Mamani, "El loco y yo, pero yo no soy loco", 2022

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