Europa, la de Carlo Magno y de Napoleón nació con la OTAN en 1949. Luego le siguieron el Consejo de Europa, la Comunidad Europea del carbón y del acero y el Parlamento Europeo. Roma 1957, el 25 de marzo se firmaron dos tratados, el Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea (CEE) y el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o Euratom). Algunos países europeos estaban por entrar en un boom económico excepcional. En Francia, que firmó aquel tratado, seguía vigente la pena de muerte. Algunas cosas no estaban funcionando desde un principio.
En 1999, antes que el almanaque gregoriano se lleve otro siglo, circulaba el turismo más deplorable de la historia, el turismo de guerra: frente a la 31 Fighter Wing, la base militar gringa en Aviano colas de familias parqueadas - al lado de los pacifistas, quien, en huelga de hambre, quien protestando con pancartas: “¡¡¡NATO per uccidere!!!” - que ahí esperaban el despegar o la vuelta de los F 16, y periodistas creyéndose acreditados con video opportunities. A pocos centenares de kilómetros Sarajevo, en un puente de Dubrovnik dos manos, una musulmana croata, otra ortodoxa serbia morían buscando la Atenas Dálmatas. Muerto Tito, muerta Yugoslavia y Europa estaba mirando.
Una guerra otra vez en el viejo continente, en unos nuevos Balcanes donde la anarquía del poder trastorna. No será el fin de la Historia de Fukuyama, como siempre es la eterna estupidez que hasta se embanderó del Liberté, Egalité, Fraternité para justificar masacres.
Maurizio Bagatin, 24 de marzo 2022
Imagen: La Batalla de Poitiers de 1356 en el manuscrito de Crónicas de Froissant de 1410
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