Marcia Batista Ramos
Hoy es martes de Carnaval, mientras los amantes de la tradicional fiesta cristiana están de enhorabuena, escucho los cohetes que están destruyendo, poco a poco, algunas ciudades ucranianas. Las maternidades están siendo atacadas, los edificios residenciales civiles están siendo bombardeados y aquí la algarabía del Carnaval se mezcla en mi mente, con la confusión surrealista de los bombardeos que esparcen cenizas, sangre y escombros.
Pienso que, hasta el miércoles 23 de febrero, la gente en Ucrania, tenía planes para el día siguiente, para el fin de semana, para las próximas vacaciones, para cuando se jubilen… Y vino el diablo blanco y: ¡Bum! ¡Bum! ¡Bum! Echó todos los planes por la borda. Logró hacer del invierno una estación más fría. Logró teñir la nieve de rojo con la sangre de los niños del jardín de infantes que fue atacado el viernes, en el segundo día de la invasión rusa, en la pequeña ciudad de Okhtyrka, a una hora por carretera de la frontera noreste de Ucrania.
Existen sobrados motivos sociales, económicos y culturales para incrementar la promoción y proyección del Carnaval, pero desde aquí, veo los bailes y vestimentas multicolores en diversos espacios del mundo, al tiempo que escucho un cohete Crucero que explota sobre la población civil de un barrio residencial, la explosión provocó incendios en varios pisos del edificio en Chuhuiv, un pequeño pueblo en las afueras de Járkiv, la segunda ciudad más grande de Ucrania.
Sé que los poderosos, cuando se empecinan con un tema no paran, entonces, mientras Ucrania no sea transformada en añicos, no habrá acuerdo de Paz. Hasta entonces, ¿cuántas vidas?... Varios niños han muerto por el avance de las tropas rusas. Un niño muerto es la expresión más cruel de una guerra.
Europa logró un orden de posguerra y vivió en paz y progreso, creó un mundo diferente después de la Segunda guerra hasta que vino el diablo blanco y: ¡Bum! ¡Bum! ¡Bum! La agresión rusa contra Ucrania marca un cambio de era en todo el continente europeo y todos temen que la situación empeore y rebase las fronteras de Ucrania, recordando viejos tiempos, abriendo viejas heridas, generando nuevos dolores.
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