Totora que muere


El ladrillo y las calaminas embrutecen, el piano ya no toquetea el ritmo de los molinos hidráulicos, calles arriba y calle abajo que parecían salidas de un cuento de Juan Rulfo. La acuarela devuelve la inmediatez del violento cambio, violenta pincelada en un negro que va a sus raíces, el calor del adobe que incendia un futuro que no estipulamos come será.

El canto de los pájaros, pintor, no las luces de un amanecer con pinceles en las manos o al crepúsculo y los brazos cansados, los ojos tristes y persuadidos. La obscuridad, pintor, y el cielo de Epizana que avanza, la decadencia de Pocona muy cerca, un triste recuerdo del terremoto del ’98. Mas allá, pintor, la coca nativa de Arepucho, en aquel día, el 14 de octubre de 1926 cuando se celebraba el “Dia del cocalero en Bolivia” -recordaremos la carta de Carlos Medinaceli del 1923 a su entrañable amigo, Alberto Saavedra- un pasado, pintor, que no podemos despejar.

El arte es salvífica, adentro, porque afuera es pura retórica, se castiga al artista porque ve lo que ve y no lo que comúnmente vemos.

Maurizio Bagatin, 16 abril 2022
Imagen: Gonzalo Mamani Mamani al mercado Taquiña con su obra “Totora que muere”(2022)

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