“El único modo de salvarse del abismo es mirarlo y medirlo y sondarlo y bajar a él.” Cesare Pavese
De las uvas exprimidas nace el vino, pero no todo lo que es estrujado se transforma en el algo apreciable como el néctar de los Dioses. La crudeza, siempre espanta. Tal vez por eso, bajo el firmamento, el dolor gime en la noche oscura y nada puedo hacer para quitar el dolor del mundo. Obvio, si ni logro juntar mis propios pedazos sueltos rescatados después de los días tristes, cómo podré quitar el dolor del mundo. Si no tengo un escapulario para cubrir mis pecados, qué haría ante la vergüenza que impera en el mundo. No hay esperanzas (en latas, polvo o granos) en las repisas del supermercado, no todo lo que se necesita está a la venta, por eso, erramos por ahí confiando en promesas, mirando caras que ocultan las verdaderas intenciones… Ahora agosto vaga por las calles, en el sur el frio viento azota y hay que podar las vides para que retoñen en primavera. Lo malo de la vida es que no se la poda a cada agosto y cuesta retirar todo lo que estorba la espera de nuevos retoños. Tal vez, porque en la vida no está asegurada una maldita primavera. Los agostos, muchas veces, parecen interminables y el polvo que trae el viento, impide mirar y ver. Además, se amontonan los dolores del mundo y todo lo que tenemos al alcance para mitigarlos es nada. En lo personal, no busco las noticias, me mantengo alejada de la televisión y eso no sirve de nada, porque no puedo controlar la información que penetra en mi mundo como un ruido de fondo y, de cualquier manera, sin ninguna intervención de mi parte, los padecimientos del mundo se suman como lágrimas, a mis sufrimientos. Silenciosamente, me siento en una piedra fría, en medio del bosquecillo y estrujo el corazón con todas mis fuerzas… De lo exprimido gotea una especie de veneno entre mis dedos.
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