Márcia Batista Ramos
Le Cimetière du Sud fue creado en las afueras de la ciudad de Paris en 1824, como muchos otros cementerios que reemplazaron el Cimetière des Innocents, que estaba dentro de la ciudad y fue cerrado en 1786 por motivos de salubridad. Le Cimetière du Sud es un cementerio ubicado en el barrio de Montparnasse, París, Francia, en el número 3 del bulevar Edgar Quinet; ocupa 19 hectáreas. Se sitúa en el barrio de Montparnasse, por eso, pasó a ser conocido con el nombre de Cimetière du Montparnasse. Con el tiempo, la necrópolis reunió tanto las huellas de personajes públicos como las de personas desconocidas. Cabe notar que en el centro del cementerio de Montparnasse se encuentra el único molino que se conserva de los treinta molinos que había en la llanura de Montrouge. Fue construido a mediados del siglo XVII por los hermanos de Saint-Jean-de-Dieu o de la Charité. Durante la Revolución, el molino se transformó en una sala de baile al aire libre. En 1824 pasó a formar parte del cementerio ampliado de Montparnasse y a albergar la residencia del guardián. Hoy el molino está vacío. El cementerio en sus inicios, era una necrópolis privada de los monjes de Saint-Jean-de Dieu, sólo a principios del siglo XIX se convirtió en un cementerio público, la primera inhumación tuvo lugar en 1824.
En el Cementerio de Montparnasse están los restos de muchos intelectuales y artistas franceses y extranjeros, entre ellos Philippe Noiret, actor francés de teatro y cine; la actriz de Hollywood dominicana María Montez "La Reina del Technicolor"; Julio Ruelas, artista y grabador simbolista; Jesús Soto, artista cinético venezolano; Óscar Domínguez, pintor surrealista español; Pierre-Joseph Proudhon, pensador anarquista; Tristan Tzara, poeta y representante del dadaísmo; Charles Baudelaire, autor de Las flores del mal; Samuel Beckett, escritor irlandés ganador del Premio Nobel de Literatura; y cerca de él, Georges Schehadé, poeta y dramaturgo libanés; Eugène Ionesco, dramaturgo rumano; y el artista argentino Sergio de Castro. Asimismo, se encuentran en este cementerio parisino los filósofos existencialistas franceses Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir; Marguerite Duras, escritora francesa; César Vallejo, poeta peruano; Carlos Fuentes, escritor mexicano. Junto a varios políticos tanto internacionales como Santiago Casares Quiroga, presidente del Consejo de Ministros de España al comienzo de la guerra civil o Porfirio Díaz, presidente de México; políticos nacionales como Jacques Chirac, presidente de la República Francesa, el político y banquero Raphaël Bischoffsheim entre otros. Además, de Julio Cortázar, escritor argentino nacido en Bélgica y naturalizado francés.
Si, allí está enterrado don Florencio, el mismo que escribió que: "Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos". Fallecido en un domingo de invierno, el día 12 de febrero de 1984, cuando hacía un frío insufrible bajo los cielos de Paris. Don Florencio dejaba el cuerpo, las camisas guayaberas, los discos de Parker, Louis Armstrong, Bessie Smith y Monk. Dejaba atrás los libros de Aristóteles, Platón, Kant, Cassirer y otros. Llevaba consigo algunos gustos como el de espectador de boxeo. Dejaba el hábito de escribir cartas - su primera esposa, Aurora Bernárdez, recopiló más de 1000 misivas en cinco volúmenes. Dejaba, otra vez, a Aurora Bernárdez, su primera esposa que le acompañó hasta el último suspiro y lo enterró a lado de su segunda esposa, Carol Dunlop.
En un día así, con un frío así, alzó su último vuelo, a consecuencia de una leucemia, Julio Florencio Cortázar, escritor, profesor y traductor argentino, que renunció a su nacionalidad argentina, en protesta contra la dictadura militar en su país.
El Cementerio de Montparnasse, alberga la tumba que Don Florencio ideó en vida para que contenga su cuerpo en la larga noche de la muerte. Su sepulcro contiene una lápida de mármol blanco con la losa dividida en dos, así lo ha ideado el propio autor de Rayuela, que encargó a sus amigos, Luis Tomasello y Julio Silva, el diseño. Es curioso ver la cabecera de la lápida donde, usualmente se coloca una cruz, emerge allí un tótem de un Cronopio realizado con varios círculos de piedra verdosa, coronada por un pequeño rostro blanco que se inclina amoroso sobre la tumba. Recordemos que, un cronopio, es uno de esos seres que son “un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas” en palabras del Grandísimo Cronopio. En el sector superior de la lápida se encuentra tallado el nombre de Carol Dunlop quien fuera su segunda esposa enterrada allí en 1982. Dos años después, en la otra mitad depositaron el Cronopio Mayor, Julio Florencio Cortázar, tendido en su caja de caoba.
Don Florencio, dividió la especie humana en tres bandos: los cronopios, que son poquísimos, son exponentes de la libertad del espíritu, de la creación, del goce, del deleite y la improvisación; los esperanzas son escasos, pasivos, tímidos pero candorosos; los famas son almidonados, estrictos, cuidadores del orden y de la seguridad, viven rígidos y generalmente amargados y son tantos y tantos que no se podría señalar a los principales, pero es fácil descubrirlos en las noticias de la televisión y los diarios, en las oficinas, en las colas del supermercado siempre fastidiosos.
3a división, 2a sección, 17 oeste, son las coordenadas en el cementerio parisino de Montparnasse para llegar a la tumba de Julio Florencio Cortázar y de su segunda esposa Carol Dunlop. Julio Florencio Cortázar le pidió a Aurora Bernárdez que lo enterrara junto a Carol Dunlop.
Después de 30 años, Aurora Bernárdez decidió que las cenizas de ella, se colocarían en la mitad de la tumba que le correspondía a Cortázar, porque se sentía la viuda o porque ella sentía que él fue el gran amor de su vida, además, estaba segura que nada pudo separarlos, ni siquiera su propio divorcio.…
En fin, como heredera y albacea de su obra, Aurora Bernárdez, podía decidir sobre la tumba del escritor, independientemente de la voluntad de éste, así que, Don Florencio y sus dos esposas, descansan juntos bajo una lápida de mármol blanco, en cuyo extremo final sobresale una serie de círculos de piedras que conforman una especie de gusano, rematada por una carita blanca: la escultura del cronopio realizado por su amigo Julio Silva. Una tumba que alberga a un Esperanza, un Fama y un Cronopio.
Primera imagen: Julio Cortázar y Aurora Bernárdez
Segunda Imagen: Julio Cortázar y Carol Dunlop
Segunda Imagen: Julio Cortázar y Carol Dunlop
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