De tanto Carpe diem nos olvidamos del más antiguo Panta rei, los griegos fueron más sabios que los latinos, Marco Aurelio y Adriano se criaron con los clásicos de una civilización que hizo de la belleza su promontorio.
Anoche busqué la luna negra, me choqué con el recuerdo de Lilith, la luna negra de un íncipit y el mito del subconsciente. Presente en Isaías (34:14): “Allí habitará el fantasma que espanta de noche, y encontrará sitio para descansar”, Lilith viene obscurecida en el Génesis, creada antes que Eva, pero inmediatamente olvidada, yendo a depositarse en un imaginario de pasiones túrbidas, Lilith, Lilitu, Lulu o Laylah, figura demoniaca que abandonó a Adán llevándose el fuego de la vida. Anoche no encontré la luna negra, ahí entre eros y thanatos solo el recuerdo de una mujer que ofrece equilibrio a la luna nueva y a su contrario, la luna negra, a la melancolía y a la nostalgia de mucha literatura.
He leído una poesía de Federico Hindermann como un “guizzo del fiammifero repentino e subito spento”, escribió de su poesía Pietro Citati, un mundo mínimo donde encuentran cobijos el topo, los hongos del otoño, el saludo del jefe de estación, el niño que pregunta qué horas son, la vendedora que ofrece sonriendo el paquete de cigarrillos: “Tra l’agitato fogliame,/ quando rifiata, declina spossato al tramonto/ e lo scoiattolo fulvo, ruggine/ morbida oppure putto moresco…”.
Andarán Bolívar y Sucre de las manos de Olañeta y Medinaceli, este año se reescribirá la Historia. Este País imposible devorará a sus hijos, como un Conde Ugolino dantesco, y lo hará en el silencio de este largo año del Bicentenario. Me acompañan las páginas que hace cincuenta años ha escogió Raúl Botelho Gosálvez por su delicada obra El hombre y el paisaje de Bolivia, obra publicada por la Biblioteca del sesquicentenario de la República de Bolivia. Se van alternando Alcides D’Orbigny, Rubén Darío con Ciro Bayo y Arturo Capdevila, Waldo Frank y Luis E. Valcárcel y todos los nuestros, Gabriel René Moreno con Enrique Finot, Adolfo Costa du Rels con Fernando Diez de Medina, el mismo Raúl Botelho Gosálvez con Eduardo Calderón Lugones.
En el silencio del 2025 descubriremos y ocultaremos verdades, vicios de siempre y virtudes de muy pocas ocasiones. Pero volveremos a necesitar la imaginación popular e la imaginación colectiva, reconoceremos el poder de la alquimia en simbiosis con la palabra, si se eclipsara todo eso será la muerte de la poesía de la ciencia, dijo alguna vez Vargas Llosa. En el silencio del 2025 me gustaría escribir un libro sobre la presencia en Bolivia de personas de mi región, un amigo me lo pidió, buscaré el tiempo para investigar esta presencia de gente silenciosa, los friulanos, heréticos y trabajadores.
Cuanto silencio para los que han matado mujeres como matar moscas, no entrarán en el Almanaque Bristol y no habrá horóscopos para ellos. En el silencio del 2025 aparece, como desde una fábula, Pulcinella, el interlocutor de los muertos. Fabula y sueño. Así tan lejos, a sí tan cerca. Amando a la vida como Tommaso Cestrone, mucho más allá de ver en el mar solo agua, en el volcán solo componentes químicos y en el hombre solo entrañas.
Maurizio Bagatin, 2 enero 2025
Imagen: Beryl Cook
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