El gato de Borges y Cortázar


Beppo, el gato de Borges, ha salido de un cuento de Cortázar. El gato persa hoy huye a los bombardeos de Netanyahu y Trump. Tiembla el gato negro de Poe mientras se van ocultando los gatos de las fabulas de Fedro y de Esopo. Osiris, el gato de Cortázar, entra en un cuadro como si fuera la memoria de Funes.

El gato rojo está durmiendo sobre el techo de calaminas de la gasolinera, durante la noche bordea la pared de adobe y sube al techo de la lavandería, silencioso y firme mira la luna menguante y sonríe. Nuestro gato se llamaba Tigre, al retorno de un viaje a Portugal lo encontramos en la cumbre de un alto pino silvestre, enojado por haberlo abandonado con los desorientados vecinos, y feliz por haber dado prueba de que su nombre era lo más apropiado que se le hubiera podido dar. En nuestra ausencia había arañado a dos empleados del municipio llamados por los vecinos para que lo bajen del alto pino silvestre de su jardín donde se había escapado. Cuan anárquico era el gato. Siempre desdeñosos, siempre aparentemente durmientes, siempre felinos.

Misterioso entre los egipcios, nunca necesitó de un amo. Encarnaría el psicoanálisis como Behemoth encarnó al diablo. Los felinos son como en El oro de los tigres de Borges: “Tu lomo condesciende a la morosa/caricia de mi mano. Has admitido,/desde esa eternidad que ya es olvido,/el amor de la mano recelosa./En otro tiempo estás. Eres el dueño/de un ámbito cerrado como un sueño”. Y cuanta verdad en lo que decía un poeta: “Un gato es nuestra única posibilidad de acariciar un tigre”. Las fabulas escuchadas frente a la chimenea, el gato con botas que está en algunas astucias, todos los personajes en la ilustración y en la ficción, en los cuentos y en la realidad. 

El gato sueña mucho más que el ser humano, sueño en su ser crepuscular en las tardes de invierno y bajo un árbol en el verano. Lo envidiamos, compañero de Frank Zappa y en la inmensidad de la Olympia de Manet.

“No hay futuro sin gato”, nos avisaría Ray Bradbury, porque los gatos hacen siempre lo que nosotros quisiéramos hacer, aunque “con menos literatura”, sostenía Ennio Flaiano, mientras nos quedamos absortos entre el silencio y el gato Losa de John Cage.

Maurizio Bagatin, 24 de junio 2025
Imagen: Édouard Manet, Olympia, 1863

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