Noches sin luz, fuera horario y fuera de ruta.
Al final de los años ochenta el llamado “reflujo” ya había marcado su historia y el porvenir de todos. No sabíamos cual camino se iba perfilando después de la caída del Muro de Berlín. Nuevas tragedias estaban al horizontes, Thatcher y Reagan, y los borrachos Bush y Yeltsin trazaron caminos perversos, caminos lúgubres. El “siglo corto” iba a chocarse con las torres gemelas en Nueva York.
Una noche de verano esperaba su gloria, entre el mar Adriático y Salzburgo. Truenos y relámpagos de agosto, una posible primera lluvia que iría refrescando el bosque, haciendo bajar un poco las bochornosas temperaturas de aquel verano. Desde el caset un infernal volumen escupía el eco de unos Pink Floyd en su nihilismo ante litteram. Ellos no fueron la causa de la caída de aquella incomprensible pared; un párrafo de la novela El barón rampante nos recordaba que no existe nada más real que lo imaginario: “Si levantas una pared, piensa en lo que queda fuera”.
Una noche para Hemingway. Mojito tras mojito y entre los brazos la sal que deja el húmedo mar, la luz de unos ojos que se van perdiendo en el éxtasis, el sudor que pega al cuerpo las camisas de lino. Cuánta inconsciencia circulaba en la sangre y en la mente de toda una generación: revolucionarios a los veinte años y reaccionarios a los cuarenta, pero también todo lo contrario. Deberíamos leer a Shakespeare para reconciliarnos con el lenguaje, tal vez la palabra sepa mas verdades de la que creemos saber nosotros.
En pleno conticinio despertamos a quien nos debía conducirnos hasta Salzburgo. ¡El festival de Mozart no se paralizaría por un dolor de muelas! Y nos recogió de una tranca de la autopista que lleva hacia el mar Adriático antes del dilúculo. Tabletas versus gin tonic, a quien sufra menos, resaca frente al mal humor de un dolor que las mujeres comparan solamente al dolor del parto. En la huerta de casa solamente mi padre puede estar despierto a aquella hora, regando tomates y berenjenas antes que la canícula se vaya enfrentando con sus blasfemias y sus inocentes maldades veraniegas. No me vio llegar, o tal vez sabia mentirse a si mismo, y me dejaba que recite cuanto nuestra generación estaba perfectamente acostumbrada hacer. Le dije que estaba saliendo.
En Mauthausen se paraliza la Historia, se puede solamente volver a recordar la frase de Adorno: “Escribir poesía después de Auschwitz es barbarie”, y la respuesta de Celan. Pasar por estos lugares resultará mas tremendo hoy. Aquella vez comimos en un restaurante chino con centenares de abejas que recolectaban el polen de las flores y nosotros recordábamos quienes de nuestros pueblos nunca volvieron a sus casas. Hoy se cruzan las emociones de nuestra memoria de entonces con las apocalípticas imágenes de Gaza. Retorna a la mente la lapidaria frase de George Steiner y Bagatelles pour un massacre de Céline. La Historia que sigue intentando enseñarnos y el ser humano que sigue sin saber qué historia está haciendo.
A orilla del Salzach una orquesta improvisa un jazz que sabe a Keith Jarrett, el verde que rodea la ciudad llena los pulmones de oxígeno, oxigeno necesario después de tantos cigarrillos, de tanto cemento y tanto silencio. Un postre dedicado a Mozart y la cerveza que uno desea. Es una alegría un poco “construida” la alegría austriaca, conduce a cuanto escribía Thomas Bernhard, al tiempo que por aquí transcurrió, y también al Peter Handke más “lineal”. Austria fue imperio y sigue siendo la poesía de Ingeborg Bachmann, en su acercamiento existencial a Heidegger, y siempre quedará empreñada del inmenso “análisis” que le hizo Robert Musil.
Noches sin luz, noches de olvido.
Y luego la vida que va encontrando sus increíbles perfiles, raros, efímeros, únicos. Aventuras de una sola noche, donde lo absurdo encuentra lo imaginario.
La camorra y la ‘Ndrangheta están en todo el mundo, han secuestrado enteros territorios, también muchas partes del Austria está en manos de estas organizaciones criminales. Donde hay noches de fiestas, discotecas, locales nocturnos, como una hidra se presenta también la “malavita”. Ella domina y decide, tu entras en estos ambientes y su presencia es evidente.
A pasos lentos como Juan Preciado, buscando la Comala que está en nosotros, encontramos un pasaje para las noches que se están desviando; aprendemos a movernos escuchando el Requiem del anfitrión. Es verano, se han relajado las tensiones invernales, mañana al retorno miraremos los castillos iluminados, arriba en las pendientes del cerro un venado nos mirará.
Sigue la música del genio dominando todo el escenario.
Maurizio Bagatin, 3 de septiembre 2025
Imagen:Jürgen Wölk, Wolfgang Amadeus Mozart
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