Memoria de la muerte

Javier Heraud
Pareciera que el mundo entero siempre está a tus pies y un día te vas, un día se te va la vida o te olvidas de vivir y se te va la vida, buey, papito, rey, y ocurre el silencio definitivo. O te matan –te mata el terrorismo de estado, te mata la reacción, te matan los insensatos y los anacrónicos que sólo saben matar, matarte, para detener el inexorable reloj de la justicia, la clepsidra del amor que nunca cede ni ceja pero igual te masacran, hermano, igual te fusilan, te aniquilan, te hacen desaparecer –y bendito dios del mundo mundial no son los dinosaurios los que se esfuman, son los amigos, son los compañeros, dios mío, dios de los desiertos y las dudas: ellos no dudan, los que mueren, los masacrados, los reventados a bala, son siempre los mismos: los pobres, los trabajadores, los sindicalistas que defienden el pan, son siempre los mismos: los guerrilleros, los que alzan las arnas, los que se juegan el pellejo y la vida; son siempre los mismos: son tus hermanos, son tus amigos, son tus compañeros. Son siempre los mismos: son tu convicción. Son siempre los mismos. Son los augustos césar sandinos, son montoneros, son Javier Heraud. Son tu pueblo armado de valor y de poesía. Son tu piel. Son tu voz. Sos vos. Somos siempre los mismos.

Pablo Cingolani
Antaqawa, 1 de noviembre de 2018

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