LORENA LEDESMA -.
Mi madre me inculcó una extrema responsabilidad y cuidado de las cosas porque nos costaba mucho comprarlas. A lo largo de los años juntamos montones de revistas y libros escolares. Cuando se los dejó de usar, se les preservó para los hijos que habríamos de tener en el futuro. En la adultez seguimos juntando apuntes y revistas especializadas. Un día hubo que cambiar de domicilio, a unos mil quinientos kilómetros. No era posible mudar tanta cantidad de libros y recortes, y mi hermano, que se quedaba viviendo en el mismo lugar, no deseaba hacerse cargo pues descreía de la educación como medio para cambiar de vida. Esta forma de pensar lo había llevado a dejar la escuela para dedicarse a trabajar desde muy jóven.
Finalmente se donó todo.
Hoy en día leo lo que se cruza en mi camino: folletos, revistas, diarios, libros, tarjetas... Soy un caracol que lleva su hogar en la espalda... y todo lo que entra en mi memoria para evocar a placer cuando la ocasión lo amerita. No pretendo conservar nada que no pueda caber en un pendrive.
Extraño las fotos bizarras que salían al dorso de la revista Caras, las tapas de Muy Interesante, las secciones de Mitos y Leyendas argentinas que salían en las revistas del domingo, los vestidos de novia que junté cuando creía que podía casarme (ya no lo creo), las notas sobre hechos policiales que junté por años, las recetas de cocina de Choli que en el fondo sabía que no podría hacer nunca, los collages con pedazos de revistas coloridas que componía para usar como tarjetas en ocasiones especiales, las tiras de Anteojito y los proyectos de Billiken... También lamento haber perdido mis pequeños cuentos y fábulas que venían con figuras de colección... Pero se quedaron en mi recuerdo. Lo mismo ocurre con las personas que marcaron nuestra vida, quedan dentro de nosotros y los revivimos evocando lo mejor que nos brindaron, que compartimos... están acompañándonos siempre.
Si me tengo que volver a mudar tomaré mi colección de libros y recortes virtuales, es todo lo que necesito para ser feliz donde sea.
3 Comentarios
Vuestra evocación actúa como un dominó espiritual, querida Lorena. Tus recuerdos gatillan inevitablemente miles de recuerdos parecidos de quienes recorremos tus palabras. Una mirada honesta y poética hacia las ventanas entrecerradas del tiempo.
ResponderEliminarLorena, la mejor manera de andar por la vida es lígero de equipaje. Un escritor ha de tener desapego por las cosas materiales y tener apego sólo a tres cosas: su obra, su pensamiento y su libertad.
ResponderEliminarLos recuerdos son, sin duda, una gran fuente de inspiración.
A mi, leyendo tu reflexión, me vino a la memoria un poema de Antonio Machado. Te lo copio:
(RETRATO)
"Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar."
Un abrazo.
Gracias Jorge. Maravilloso efecto rebote eso de ponernos a evocar.
ResponderEliminarGracias Jesús por compartir ese poema, es bellísimo. Estoy más que de acuerdo con lo que decís, a esos le sumo los recuerdos nítidos en imágenes y emociones, para sentirme libre de prescindir de algunos objetos y seguir sientiéndome plena.