CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -.
De tanto repetir los mismos actos, conformamos una férrea y cruel tradición. Muriel fue la víctima, la acreedora de toda nuestra antipatía. Alta, mayor y, por sobre todo, niña. Tenía la categoría paria de los que llegan a clases a mitad de año.
De seguro la expulsaron del otro colegio.
Basta con mirarle esa carita de mosca muerta, Manzanita.
Mi hermano la conoce y es de lo peor.
Los comentarios salían desde las bancas de madera, entre lápices de grafito, gomas de borrar azul y rojo, cuadernos de cuadriculados y regla. Mientras tanto, el profesor la presentaba al curso apelando a una buena acogida de parte nuestra –todo lo contrario a lo que estábamos dispuestos a hacer-, indicándole dónde sentarse de acuerdo a su porte, excesivo en comparación a nosotros, enanos de camisa y corbata: “Al fondo, junto a la ventana, Muriel, por favor”.
Donde mandan a los desordenados.
Donde apenas se puede ver la pizarra.
No creo que le importe mucho, Manzanita.
Durante las clases de matemáticas, en plenos ejercicios de fracciones, Muriel nos distraía con sus risotadas provocadas por las muecas de los muchachos de cursos superiores que se esforzaban en llamar su atención y su alegría, al otro lado del vidrio.
Se junta con los viejos.
Ella no es como las otras niñas.
Que se dejan tirar el pelo, lloran y después nos acusan, Manzanita.
Había que reaccionar con molestia, distribuir el uso de la maldad, buscar a Muriel en los recreos, sorprenderla en conversaciones, hacerla sentir excluida, forastera.
Pero su mirada ocasional, era nuestra derrota. Sólo nos brindó desprecio o burla, tal vez ambas, no lográbamos entender qué pasaba.
En las clases de gimnasia, las elásticas acrobacias de Muriel en el caballete robaban nuestras miradas, pero muy pocos lo reconocían.
Miren como salta, parece volar.
Silencio.
El caballete como una barrera infranqueable, un puente levadizo, una muralla de hierro. Dos brazos corpulentos me levantaron de los hombros y me lanzaron al otro lado de la colchoneta. “Tienes que tirarte con más fuerza, Manzanita –escuché la voz de Muriel– no siempre habrá alguien como yo para ayudarte”.
Lo ayuda una mujer y se deja.
Que se case con ella, entonces, el muy mariquita.
Manzanita traicionero.
6 Comentarios
Todos hemos pasado por esa dura etapa infantil en que la crueldad es la principal invitada al juego. De allí suelen nacer todos los traumas y complejos futuros. Nunca olvidamos esos momentos en que siendo tan vulnerables nos vimos obligados a pelear cada día como verdaderos gladiadores a escala.
ResponderEliminarPor cierto que las niñas muy crecidas siempre fueron objeto de escarnio, y ya en la etapa adolescente eran a las que más les costaba encontrar novio o ser invitadas a bailar.
Ser ayudado por una mujer, delante de tus compañeros hombres, debió ser muy duro para tí en ese entonces.
Una estetizada e impecable evocación, amigo Rodríguez.
Las clases de gimnasia eran la hora difícil. En la primaria el juego más popular es el "quemado", según las reglas, había que sobrevivir al pelotazo de los "quemadores" del equipo contrario desplazándote dentro de un cuadrado sin tocar las líneas y procurando atrapar la pelota en el aire con las manos para pasarla a los de tu equipo. Pese a las advertencias de moderación de la profesora, los lanzamientos podían volverse muy violentos y los menos populares eran blanco seguro para el más potente de los tiros.. incluidas las que usabamos anteojos (ah.. también nos costaba conseguir novio o pareja para bailar). Cosas de chicos, se suele decir. Así se aprende a sobrevivir !!
ResponderEliminarPor otra parte, al menos para mí, no hay mejor ubicación en el aula que al fondo junto a la ventana.. para atender la clase basta con atender con los oidos y ver más allá. Me confieso distraida crónica.
Tierno y delicioso, como darle un mordisco a una manzana. Un abrazo!!
Leo mucho y hace años que no escribo. De vez en cuando me doy una vuelta por este blog. Hoy, al igual que en otras ocasiones, hay una cosa que me llama mucho la atención. He leído el relato de Claudio y como me ha gustado, leo a continuación los comentarios que sobre el mismo se han escrito. Yo leo a un escritor, y me sorprende enormemente que los comentarios hagan referencia al carácter autobiográfico del cuento. Me quedo chafada. En ningún momento, mientras leía el relato, he pensado que el autor estuviera contando una anécdota real. Manzanita y Muriel, dos personajes, perfectamente definidos en tan sólo dos renglones. Me quedo con eso. Debo ser una extraterrestre.
ResponderEliminarTocaste un buen punto a tratar en literatura, Elena. Un excelente punto para la discusión y donde no vamos a llegar a ninguna parte. Pero es maravilloso que así sea. Una de las cosas que más se disfruta al publicar por este medio, es la multiplicidad de lecturas que ofrece un mismo texto. No es que Muzam y Lorena estén equivocados -al contrario, sus certezas me sirven de alimento día a día- ni que tú seas una extraterrestre, sino una lectora apasionada e inquieta. Hay tantas lecturas como lectores y eso para mí es impagable. Me quedo con todas las perspectivas posible para un mismo texto, sea breve como este o extenso como una novela.
ResponderEliminarAnte tu duda de si es o no autobiográfico el relato, puedo decirte que para poder escribir sobre Muriel y Manzanita tuve que conocerlos y así poder mentir sobre ellos con conocimiento de causa.
Gracias a todos amigos, Lorena, Elena y Muzam.
Confieso: al contestar me copié del que se sienta al costado!! Me copié de Muzam. Asumí que era autobiográfico por que él lo menciona primero y como se conocen en la vida real lo asimilé inconcientemente. Ahora me cabe la duda y me uno a los extraterrestres :) En la escuela habría sido parte de ese club porque lo que está más allá parece más atractivo que lo que tenemos muy acá... Vivan las diferencias estéticas y de pensamiento!!
ResponderEliminarEs cierto que conozco a Claudio desde hace 20 años, aunque este probable pasaje de su vida lo desconocía.
ResponderEliminarSin embargo, antepongo como argumento arbitrario el que los escritores tendemos a ser exhibicionistas o a reaccionar narrativamente ante nuestro entorno inmediato. Desde ese punto inicial seguimos adornando con técnicas conocidas y ciertas notas de estilo propio.
La ficción pura o la ciencia ficción me resultan muy aburridas de leer.
Por eso prefiero pensar que estoy leyendo un trozo de vida del autor.