LILYMETH MENA -.
Como si la mujer se refiriera a algo tangible y tan seguro como las pecas sobre su nariz, me dijo con el tono mas ufano “desde luego que mi hija y yo somos las mejores amigas”. Posiblemente se deba a mi naturaleza poco ortodoxa, pero jamás he pensado que sea posible la existencia de amistad entre padres e hijos.
Los sentimientos y las relaciones que tenemos se basan, por desgracia, en lo que necesitamos o deseamos de los demás. Algo que es totalmente involuntario e inconsciente, pero así es.
El concepto del amor incondicional por muy hermoso que parezca, es muy difícil y casi imposible de ser llevado a la práctica. A no ser que hablemos de una persona dedicada a la meditación, renunciante de todo lazo terreno o lujo mundano, que ama a todos por igual por tratarse de una infinita parte del todo. Y subrayemos que estas personas no aman más a su madre biológica de lo que aman al vagabundo hediondo dormido sobre la acera, o al rio seco por las escasas lluvias veraniegas.
Como padres tenemos en nuestros hijos y para nuestros hijos, un montón de planes, sueños personales frustrados, necesidades, obsesiones, necedades, condiciones, moralinas, intolerancias, anhelos y por supuesto y ni dudarlo, un extraño pero fuerte lazo de amor que nos atará el uno al otro de por vida.
Como padres esperamos del modo mas natural que nuestros hijos nos respeten, nos sean leales, que si no nos comprenden que por lo menos nos tengan paciencia, que nos escuchen, que correspondan en algo a todo lo que les hemos dado, vaya, algo de consideración, y para terminar que nos quieran de vuelta.
Todo esto lo tenemos grabado dentro de nuestro mecanismo de sentimientos, repito, de manera inconsciente. En ningún momento nos programamos para sentir o dejar de sentir esto o aquello, simplemente son funciones normales de lo que llamamos naturaleza humana y del ser padres.
Es imposible que al descubrir que tu hijo adolescente anda en líos de drogas o que se robó tu auto para juguetear con los amigos, no te sientas frustrado, dolido o decepcionado. Lo mismo que sucede con miles de otros casos, como un embarazo accidental de la hija menor, que tu hijo decida no ser medico como tú, que la niña abandone la universidad para casarse con un vago, o que a tu hijo no le gusten las criaturas del otro sexo.
Todo eso nos devuelve a mi pobre análisis inicial, el amor incondicional por definición, es aquel que es inalterable. Pase lo que pase. En todo caso, los seres humanos ordinarios no sabemos amar de ese modo. A menos que seamos como ya señalé, seres iluminados y por encima de este asqueroso plano terrenal tan lleno de ataduras sentimentales y materiales.
He intentado con todo mi ser ejercer el lado realista de mi papel de madre, he disciplinado cuando me he visto en la necesidad de hacerlo, he impuesto ciertos limites, responsabilidades y libertades. He tenido que aprender a escuchar aunque no me guste lo que oiga, a dar consejo cuando se me pide sin intentar poner las cosas a favor de mi punto de vista (lo cual cuesta bastante), y he aceptado un trato mas sencillo hacia mi persona ahora que mi hija ha crecido. Puedo creer que Samantha y yo nos llevamos bien y nos contamos algunas de nuestras cosas (no todas), y eso nos hace tal vez, buenas compañeras de habitación, pero nunca amigas.
Un amigo, y menos tu mejor amigo, seria incapaz de imponerte un horario de salidas, que laves el baño todos los domingos si pretendes ir al cine con tu novio, que no levantes la voz a mas de los decibeles permitidos aunque estés enojado, que no utilices lenguaje soez, y mucho menos pedirte que lo veas como figura de autoridad que merece respeto al mismo tiempo que espera amor.
Seguramente ponernos en la frente el letrero del mejor amigo de nuestros hijos nos ofrece una burbuja de tranquilidad y seguridad que en el mejor de los casos nos vuelve mas livianos para aceptar las cosas malas que puedan hacer, pero que en el peor de los casos nos podría volver incapaces de creer que nuestro pequeño retoño pueda cometer cualquier acto contrario a lo que le hemos enseñado.
El amor no solo es ciego es un poco retardado.
Lo curioso es que he escuchado a muchos padres decir que son el mejor amigo o amiga de sus hijos pero, jamás he escuchado que un solo hijo diga que es el mejor amigo de sus padres.
9 Comentarios
Tenés mucha razon, no hay forma de hacerse amigo de los hijos cuando se quiere hacer lo mejor para ellos. Como madre me quede en mi papel contenta y acepto que no me lo diga todo porque le tengo plena confianza.
ResponderEliminarMe encantó tu reflexion. Muchas gracias.
Muy clara exposición de una reflexión que nos surge a muchos que somos padres, concuerdo plenamente con algunas apreciaciones, en particular respecto a la naturaleza del amor humano, condicionado siempre a nuestras necesidades y carencias. Si bien las relaciones con nuestros hijos no escapan a este patrón, el amor que se siente por ellos es lo más parecido o lo más cerca que llegaremos del amor incondicional, aunque nos decepcionesmos o frustremos muchas veces, el amor por ellos no se extinguirá mientras vivamos.
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir tus reflexiones.
Recuerdo haber mantenido largas discusiones con amigos del pasado respecto al sentido del amor humano. Mi rebeldía natural se resistía ante la relación amor=necesidad, pero hoy esa rebeldía se ha ido difuminando y mi lugar reflexivo es impreciso en tal sentido.
ResponderEliminarComo padre, ciertamente que transito por pantanosos senderos similares a los descritos, caminos que se hacen al andar, borradores vivenciales en torno al intento de hacer lo que nos parece más correcto. Por cierto que siempre queda la sensación amarga de no haber hecho las cosas aún mejor.
Al final, todo sale patas para arriba. Pero la vida continúa su ritmo e igual trae algunas sonrisas aderezadas.
Clara, honesta y profunda reflexión, mi admirada Lilymeth. Estoy seguro que ni un doctor en psicología con abundantes dotes literarias lo hubiese dicho mejor.
Mucha verdad en lo que escribes amiga Lily. La amistad entre entre madre o padre e hijos es casi imposible. Sobre el amor que profesamos a nuestros hijos es muy fuerte, intenso. Creemos que es infinito, pero mira, Julián Marías, un gran ensayista español, ya fallecido, escribía en uno de sus libros: "A los hijos los queremos porque se nos parecen y porque nos obedecen". Esa frase me hace pensar mucho todavía.
ResponderEliminarY un buen amigo, un gran intelectual, también me dijo un día sobre el amor a los hijos lo siguiente: "Queremos que nuestros hijos estén bien, sean felices, que no les pase nada, que brillen, que triunfen, etc...porque con todo ello nosotros estaremos bien porque lo contrario de todo esto nos hace sentir mal". Y concluyó que es puro egoísmo. No dudes de que esta reflexión me hace pensar a mí constantemente. Si mi hija sufre yo estoy mal y lo que quiero es estar bien. Y para estar bien yo, mi hija tiene que estarlo también. Real como la vida misma.
Ojalá fuera feliz para hacerte feliz, esa es auna frase cruel que se me sale en las peleas con mi madre y que expresa una necesidad de hacer lo imposible para que el otro se sienta bien aunque en esta circunstancia lo dicho busca lo contrario. Sé que si estoy mal ellos se pondrán mal pero no puedo evitar sentirme como me siento y no me parece lógico aparentar lo contrario con ellos, en esos casos tal vez lo único que necesite es un abrazo. Considero que el sentimiento recíproco de amor pretende lo mejor para unos y otros, los papás nos quieren bien y nosotros también a ellos.
ResponderEliminarAmigos, sus comentarios me recuerdan ahora una frase que no se bien de donde la saquè : "La felicidad està en hacerles creer a los demàs que ellos nos la dan".
ResponderEliminarSaludos a todos y gracias por comentar.
Recuerdo que mi trasero era muy amigo del cinturón de mi padre, señora Lilymeth. Así eran antes las cosas y no podría asegurar que hoy son mejores. Estoy tan en contra de que se golpee a los niños como de que los papás actuales sean unos completos negligentes en la crianza y formación de sus retoños.
ResponderEliminarUn escrito muy pertinente en estos días.
Cuánta sensatez encuentro en sus palabras señorita. A diario se ven muchos papis haciendo de amigos de sus nenes y los resultados a la larga son desastrozos. Ponerse firmes y no dar el brazo a torcer es el mejor camino para educar, no todo es negociable en nuestra relación con los chicos.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Esthercita
Cuando fui padre me costó más de lo que podría haber imaginado poner límites. En la teoría todo ok pero poner un grito o dar una palmada no es fácil para mi. Mi salida alternativa es dejar estas cuestiones en las manos de mamá, no estará bien visto pero no puedo hacer otra cosa.
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