Por Concha Pelayo
No me importa el juicio de la gente, no,
pero me importa el juez de mi concienciaNo me importa el juicio de la gente, no,
que araña sin piedad mis sentimientos
con implacable afán de propia enmienda.
mi alma torturada y abatida
ya lucha con mi carne impenitente
en batalla cruel y a la deriva.
Y no pudo aguantar la carne mía
el susurro de amor que me acosaba
y así fui pecadora atormentada.
y aquel remordimiento, en mi naufragio,
me volvió Dios, a Tí, en aquel barco.
8 Comentarios
Este soneto obtuvo un premio nacional en 1978.
ResponderEliminarLa fotografía la tomé en una primavera en el Río Duero de Zamora.
Maravilloso!!
ResponderEliminarBuenísimo, me gustó mucho también la fotografía.
ResponderEliminarGladys
Muy merecido premio.. Bello soneto y magnífica fotografía. Me encantó!
ResponderEliminarSaludos!!!
La culpa parece que nos acompaña siempre, señora Concha. Cuando nos contenemos o nos dejamos arrastrar por una pasión, cuando somos demasiado sinceros o cuando mentimos, cuando resaltamos algo u omitimos. Vivimos culposos hasta de morir, porque otros sentirán nuestra partida.
ResponderEliminarUn bello soneto existencialista. Siento que Dios se aleja de usted agregándole otra culpa a su alma.
Un abrazo muy sentido desde Chile.
Alicia Alarcón
Muchas gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarUn soneto sublime, mi querida Concha.
ResponderEliminarBellísimo *´¨)
ResponderEliminar¸.•´¸.•*´¨) ¸.•*¨)
(¸.•´ (¸.•` Lila