Una amiga portuguesa, de Porto, me manda un correo para que apoye la desaparición de las corridas de toros. Le he respondido al instante para solidarizarme con la iniciativa porque la fiesta de los toros me parece la cosa más salvaje del mundo. Hacía tres o cuatro años que no asistía a ninguna corrida de toros. Cada vez que iba, miraba, más o menos interesada los dos primeros toros, bueno, los miraba con el rabillo del ojo y con el gesto crispado porque no podía evitar sentirme dentro de la piel del animal.
Me dolía.
Me dolía.
Este año, en San Pedro, había venido mi hermana la que vive en Alemania y decidimos volver. Me juré y mi hermana también, no volver jamás. Confieso que sufrí como nunca lo había hecho. No podía soportar, no pude soportar el sufrimiento del animal en el ruedo. Nada más entrar en el coso taurino, esa estampa bellísima, altiva y orgullosa se convirtió en un animal asustado, tembloroso, mirando a un lado y otro sin saber qué estaba sucediendo, sin saber porqué estaba allí en medio de un recinto arenoso, lejos de las encinas frondosas y de las refrescantes charcas de la dehesa. Dios mío, el toro es un animal bellísimo en la dehesa, con el sol abrasador del verano o con la niebla que todo lo cubre en invierno. En cualquier caso los toros son unos de los animales más bellos del mundo. Son bravos, son nobles. Tienen cuerpo y sangre y tienen miedo. Como el propio torero. La diferencia es que el torero sabe a lo que va y el toro no tiene ni idea.
Comenzó la corrida, el paseíllo, el brindis, el color, el calor, el público ávido de sangre y de emoción. Mi hermana y yo comenzamos a temblar ante la irrupción del picador con esa lanza salvaje que se clava en la chepa del animal una cuarta hasta que la sangre comienza a brotar como de un manantial, sin control. El toro pierde fuerza, el toro va perdiendo vida.
Un toro, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Seis toros mueren entre las siete y las nueve de la tarde sin que los asistentes a la corrida sientan un mínimo de compasión. Sólo mi hermana y yo parecíamos las únida dolidas. No volveremos jamás a una corrida de toros.
Hoy, esta absurda "fiesta nacional española" no tiene razón de ser. Hoy, se supone, supongo yo, la sociedad debería estar sensibilizada con el horror, con la masacre que supone esta fiesta. Los españoles, quiero suponer, han evolucionado y lo que en su tiempo se vitoreaba, hoy debería avergonzar. Debería suprimirse esta fiesta que hiere tantas sensibilidades. ¿O no?
8 Comentarios
Nunca he visto una corrida de toros ni creo que podría verla, no soportaría el maltrato y crueldad hacia esos bellos animales, ni hacia ningún otro.
ResponderEliminarCreo que debieran suprimirse todas las diversiones o deportes malentendidos que implican tales atrocidades.
Por suerte en mi país esa costumbre no se instauró, pero sí otras, como las peleas de gallos que fueron proscritas hace ya mucho tiempo y el rodeo, que sigue tolerándose en estos tiempos, pero que ya tiene fuertes detractores que han manifestado públicamente su rechazo.
Totalmente en contra de las corridas de toros y de toda forma de maltrato gratuito contra los animales, mi querida Concha. No nací tan rudo e insensible como Hemingway. Los animales me importan mucho. Creo que las sociedades se dirigen necesariamente hacia la abolición de estas costumbres tan violentas.
ResponderEliminarAbrazos mi querida amiga.
He visto por tv las corridas de toros cuando la ocasión amerita un espacio en los noticiarios para repudiar la práctica. En Argentina es algo que nunca llegó y que se rechaza rotundamente. Me parece un espectáculo de lo peor, triste y cruel que condeno a priori, sin embargo me gustaría saber más de las raices del mismo y su real significado para quienes lo siguen.. Me gustaría conversar con alguien que intente convenceme de lo contrario. No creo que me guste, bajo ningún concepto pero saber qué piensan y sienten los que lo siguen me aportaría mucho para pensar sobre el asunto.
ResponderEliminarNosotros criticamos mucho pero acá aún se practican peleas de gallo y de perros que son igual de reprobables pero no son ilegales porque no hay apuestas.
Eso de las corridas es una bestialidad! oh! pobres bestias, es cosa de hombres de la peor calaña, habra que inventar una palabra para eso que hacemos con crueldad y solo por divertimento. Existe? No lo recuerdo en este instante.
ResponderEliminarDe la misma forma como en mi país se prohibieron hace algo menos de 200 años las peleas de gallos, y luego las de perros, o los apaleos de perros por parte de los reos, debiera prohibirse en vuestro país esa ignominia nacional. Imagino que los turistas que van exclusivamente a España a ver las corridas de toros, deben tener abundantes rasgos patológicos. Es definitivamente una diversión perversa.
ResponderEliminarEn Chile persiste una forma de maltrato a los novillos y vaquillas, llamada Rodeo. No se ha abolido porque la practican los grupos históricamente más ricos de nuestra sociedad. Pero la tendencia mundial se dirige hacia la protección de todas las especies, al menos las que aún no se han extinguido.
Muy oportuno su artículo, pues aborda un tema enormemente controversial, no sólo en España.
Atentamente
Un indignadísimo chileno
Amiga querida, tu relato produce la impotencia aquella de tener manos y no poder usarlas para frenar una masacre.
ResponderEliminarSomos tan soberbios los seres humanos. Nos creemos el centro de todo. ¿Quién nos dijo que los animales no piensan o no sienten? Tal vez estén en un estado de evolución que ni imaginamos.
Aquí en Chile los ricos pro Pinochet, practican un "deporte" que se llama rodeo. En éste hacen también sufrir a los animales, especialmente a los terneros, quienes quedan prácticamente molidos después de un encuentro de rodeo.
Es lamentable. Y todos aplauden. Te entiendo plenamente, amiga.
Un abrazo grande:
JP Jiménez
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ResponderEliminarEn España, no sólo son los toros en las plazas. Es también, el toro asaeteado en Tordesillas, el toro embolado, al que le colocan dos bolas de brea en los cuernos y les prenden fuego mientras el pobre animal corre despavorido con esas dos bolas de fuego ante el jolgorio de la gente, es una cabra a la que la arrojan desde el campanario de una iglesia (ahora, al menos, ponen una red para que no se mate) son las peleas de gallos y de perros. Hay ejemplos para no acabar. España es un circo romano, peor, porque vivimos en el siglo XXI y el hombre sigue tan bestia como antaño.
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